Red contra la desconexión escolar

Jóvenes alumnos de la Fundació El Llindar de Cornellà de Llobregat, ayer.

Jóvenes alumnos de la Fundació El Llindar de Cornellà de Llobregat, ayer.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las escuelas de segunda oportunidad, los centros que trabajan para dar una salida profesional (muchas veces también personal) a los miles de jóvenes que en España ni estudian ni trabajan, los conocidos como 'ninis' o jóvenes desconectados, reclaman su propia oportunidad. Por eso, porque su labor pasa casi siempre desapercibida, porque la formación que imparten carece a menudo de homologación oficial y porque dependen de aportaciones económicas poco estables, seis entidades pioneras sentaron ayer las bases para crear una red de escuelas de segunda oportunidad (E2O), inspirada en el modelo que funciona en Francia desde hace ya más de una década.

La red, auspiciada por la Unión para el Mediterráneo y la Oficina de Cooperación Económica para el Meditérraneo y el Oriente (OCEMO), aspira a integrar en los próximos meses a otras organizaciones que también atienden a jóvenes de entre 14 y 25 años, muchas veces sin título de la ESO, casi siempre en paro y con pocas (por no decir que nulas) perspectivas de encontrar un empleo cualificado. El objetivo de la agrupación es, entre otros, «definir colectivamente un modelo español y estrechar los vínculos con empresas y con las administraciones públicas», recoge el manifiesto suscrito ayer por los primeros centros adheridos. De momento, el proyecto lo apoyan la catalana Fundació El Llindar -por el que pasan entre 300 y 400 personas cada curso-, las vascas Peñascal Kooperatiba y Fundación Adsis y las también fundaciones Don Bosco (con sede en Andalucía), Federico Ozanam (que opera en Aragón) y Tomillo (en Madrid).

«Pese a que la suya es una función prevista por la Comisión Europea desde 1997, cuando fueron incluidas dentro del Libro Blanco sobre Educación y Formación, estas escuelas todavía hoy carecen de un reconocimiento oficial en muchos países», lamenta Pierre Massis, delegado general de la OCEMO. Quizás pertenecer a un grupo como este no les otorgue el tan reclamado reconocimiento, ni garantice sus fuentes de financiación, pero sí les dota, al menos, de una herramienta de acción conjunta. «Es importante implicar también a las empresas, que son, en definitiva, las que emplearán en un futuro a esos jóvenes, ahora en riesgo de exclusión», agrega Massis.

«Hasta ahora, en muchos lugares, estos centros han ido apareciendo de forma digamos que casi espontánea: a veces impulsados por ayuntamientos, otras apoyados por entidades sociales locales», agrega Gilles Bertrand, director general de la E2C de Marsella, que fue el embrión, en el 2004, de la red que luego se desarrolló en Francia y que está ya presente en Marruecos, en Argelia y en Túnez. «Ha habido contactos, todavía muy incipientes eso sí, para exportar el modelo a Italia y a Chipre y se ha avanzado bastante para hacer otro tanto en Egipto», destaca Emmanuelle Gardan, directora del programa de Educación Superior e Investigación de la Unión para el Mediterráneo. «La idea es que cada país tenga su propio sistema nacional, incorporando, por supuesto, en cada caso, las especificidades locales», remacha el directivo de la OCEMO.

EL CASO CATALÁN

En Catalunya son varios los centros que imparten estudios profesionalizadores (en El Llindar, por ejemplo, hay cursos de estética y peluquería y de mantenimiento de edificios), sin que estos sean títulos oficiales, pero que contribuyen a dar una alternativa a muchos jóvenes que abandonan la ESO sin haberla terminado. Es lo que el sociólogo de la Universitat de Barcelona Xavier Martínez-Celorrio define como «la vía no reglada», que, en su opinión, debería de ser una alternativa real a las actuales opciones de bachillerato y FP de grado medio.

«Somos escuelas porque queremos serlo, no porque las administraciones lo reconozcan», clama Begonya Gasch, directora de El Llindar. Una de las virtudes de estos centros, destaca Gasch -y con ella coinciden todos los participantes ayer en la sesión constitutiva de la red- es que «la formación que se presta a los jóvenes es individualizada, fuera de los currículos reglados convencionales». Eso permite a estos jóvenes, muchas veces con problemas añadidos (conflictos familiares, adicciones, baja autoestima) «recuperar el deseo de hacer cosas, de seguir adelante». «Solo falta que haya voluntad política para que este modelo, esta forma de funcionar se encaje de una vez en el sistema oficial», protesta Gasch. «Hay un país aquí al lado, Francia, que ha sido capaz de hacerlo. Creo que tampoco debe de ser tan difícil hacerlo aquí», sugiere.