Gente corriente

José Miguel Flores: «Hacer el dragón de Gaudí es el sueño de cualquier forjador»

Es chileno y es uno de los pocos que aún hacen forja catalana. Su reto actual es mayúsculo y gaudiniano.

Es chileno y es uno de los pocos que aún hacen forja catalana. Su reto actual es mayúsculo y gaudiniano.

«Hacer el dragón de Gaudí es el sueño de cualquier forjador»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL

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-Ah. Por eso vino aquí.

-Exacto. A mí me trajo la curiosidad por la forja catalana. La forja modernista.

-O sea, que es muy significativo que ahora esté haciendo el dragón.

-Mucho. Aunque sea una imitación, hacer el dragón de Gaudí es el sueño de cualquier forjador. A nivel de oficio conlleva muchas cosas. Es un reto muy interesante.

Aunque criado en San Vicente de Tagua Tagua, José Miguel Flores nació en Rancagua, unos 100 kilómetros al sur de Santiago, en Chile. «Lo digo por la capilla», dice, y recuerda que es en Rancagua donde estará de aquí a unos años la única obra de Gaudí fuera de España: una capilla de 30 metros de altura construida según los planos que el arquitecto catalán le cedió en 1922 al religioso franciscano Angélico Aranda. «Una coincidencia, ¿no?». Instalado desde hace unos años en Mora d'Ebre, el forjador chileno está embarcado desde enero en su empresa más ambiciosa hasta la fecha: una reproducción del gran dragón de la puerta de la finca Güell.

-¿Por qué lo hace? ¿Es un desafío personal?

-Por supuesto. Para mí significa completar el sueño de lo que me trajo a Catalunya.

-¿En qué punto va?

-Tengo el cuerpo acabado, y ahora mismo me estoy dedicando a las alas. Después pasaré a la cabeza y finalmente a los detalles.

-¿Qué obstáculos ha encontrado?

-Bueno, hay que tener en cuenta  que en el dragón original trabajaron 100 personas durante un año; yo estoy solo. No tengo manos para mover algunas piezas que pesan muchos kilos, por ejemplo. Además, cuando tú sacas el metal del fuego tienes un tiempo limitado para modificarlo, y si te equivocas no hay vuelta atrás: toca volver a empezar.

-¿Dónde va a estar el dragón cuando esté terminado?

-Va a cumplir la misma función que el original: en la puerta de entrada de una finca. Hace un tiempo hice la puerta de otra finca, un señor al que le gustan mucho los olivos, y le hice una puerta en forma de olivo. Gustó mucho, y gracias a eso conocí al dueño de esta finca y le propuse hacer su puerta idéntica a la puerta del dragón de Gaudí.

-¿Idéntica, lo que se dice idéntica?

-La única diferencia es que va a ser un metro y medio más grande. Eso implica unos pequeños cambios de diseño y materiales.

-Estudió la puerta original, supongo.

-Sí, estuve allí, tomando medidas y estudiando el dragón, claro.

-La infraestructura con la que trabaja… Tiene todo un aspecto muy antiguo.

-Sí, lo que pasó es que viví un tiempo en Vilafranca y allí conocí al último forjador del pueblo. Tenía ya 97 años, así que su hija me vendió sus máquinas, que tienen 80, 100 años; con eso y otras cosas que compré monté mi taller. Tengo lo básico en cuanto a herramientas, infraestructura y técnica.

-¿Por qué le gusta la forja?

-Le respondo con preguntas: ¿las cosas hechas 100 años atrás perduran? Sí. ¿Lo que se hace ahora perdurará 100 años? No. Ahí está. Me gusta hacer cosas que perduren.

-¿Cómo está la forja catalana?

-Se ha ido perdiendo. Hay mucho desconocimiento, se nota en las restauraciones de forja modernista. Las farolas del paseo de Gràcia, por ejemplo: donde tiene que ir un remache ponen tornillos, cosas así. Los jóvenes se lo toman como un hobby, usted los ve vendiendo su trabajo en las ferias medievales y poco más. Pero no viven de eso.

-¿Usted sí?

-Yo mezclo la forja y la escultura artística y desde comienzos del 2011 puedo vivir de eso. He tenido mis altos y bajos, pero voy haciendo.