el rostro femenino de la vuelta al campo

Mujeres con los pies en la tierra

Una nueva generación de jóvenes se abre paso en el sector primario. Las mujeres siempre han trabajado en el campo, pero ahora lo hacen como protagonistas, pulverizando viejos prejuicios. por monica pelliccia

MONICA PELLICCIA

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Anna, Isabel y Annaïs no son exactamente los primeros nombres que se asociarían con el pastoreo, la apicultura y la agricultura. En el imaginario común, se trata de labores que no tienen rasgos femeninos, y aún menos los de mujeres que rondan la treintena. Pero Anna Plana, pastora de Llessuí; Annaïs Sastre, agricultora de Montblanc, e Isabel Vert, apicultora de Olot, trabajan cada día rompiendo estereotipos y tradiciones. No pertenecen a familias campesinas: entre sus padres hay psiquiatras, interioristas, pintores, empleados textiles y trabajadoras de la limpieza.

Emma Siliprandi, socióloga y profesora de la Maestría en Agroecología de la Universidad Internacional de Andalucía, lee en el regreso al campo de las jóvenes generaciones de mujeres un planteamiento postmoderno que se está visibilizando de un tiempo a esta parte. «Se trata de una iniciativa donde ellas son plenamente protagonistas -explica-. Antes era agricultor quien no podía ser otra cosa y las madres deseaban que sus hijas estudiaran para salir del campo. No tiene nada a que ver con las condiciones del campesinado tradicional, donde el trabajo de las mujeres era invisibilizado».

 

Algunas cuentan con actividades ya consolidadas, como Anna Plana, pastora del Pallars Sobirà que ha creado su propio rebaño, de 300 ovejas, y vende sus corderos a carnicerías próximas. O como Annaïs Sastre, de la Associació Xicòria, una huerta comunitaria cooperativa que impulsó con un puñado de amigos hace siete años en Montblanc. Otras, en cambio, empiezan a dar sus primeros pasos: es el caso de Isabel Vert, que desde hace siete meses se enfunda el traje de apicultora para trabajar en 150 colmenares diseminados por los bosques de la Garrotxa.

«Estas mujeres han elegido este trabajo con la ilusión y el orgullo de brindar de nuevo valor al sector primario -sigue Siliprandi-. Ecofeminismo, producción sostenible y desarrollo de las economías locales son características de esta tendencia. El objetivo no es ganar mucho dinero. Ellas quieren producir para su entorno más cercano y ganar lo suficiente para llevar una buena vida de forma anticonsumista».

«¿Dónde está el pastor?»

Annaïs Sastre lee la sorpresa en los ojos de la gente cuando la ven conducir su robusto tractor verde y amarillo. «Sobre todo cuando voy a poner gasolina y todos me miran -dice-. Supongo que soy lo opuesto a lo que se imaginan de un agricultor». Cuando se cruzan con ella, pocos piensan que Anna Plana viva de sus ovejas. «Una escena recurrente es cuando los turistas que pasan por estas montañas, viendo mi rebaño, me preguntan dónde está el pastor. Nadie piensa que la pastora pueda ser yo».

 

La financiación que las jóvenes agricultoras pueden recibir de la Generalitat para modernizar o ampliar sus estructuras -las llamadas ayudas de primera instalación- ofrecen un cuadro más completo del fenómeno. Desde el 2007 hasta el 2013  las subvenciones concedidas a mujeres han aumentado el 75 %, según datos del Departament d'Agricultura, al pasar de 23 a 100 nuevas incorporaciones anuales, en los distintos ámbitos agrarios.

¿Y qué opina el campesinado tradicional? «A pesar de los prejuicios que genera ver mujeres trabajar en este sector, los pastores del valle están encantados con darnos paso», afirma Anna, a quien precisamente un pastor de Llessuí le traspasó sus conocimientos. A la pareja de Isabel un apicultor enfermo le regaló 150 colmenares en Olot para que continuaran con la producción de la miel Picot. Y en el caso de Annaïs, la oportunidad llegó cuando un conocido empezó a buscar quien pudiera cuidar de sus tierras en Barberà de la Conca. Ya ven: la renovación del campesinado llega desde ángulos insospechados hace solo unos años.