EL CRIMEN DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

Cartas por Asunta

Los padres acusados de asesinar a su hija en Galicia serán juzgados a partir del 23 de junio

MAYKA NAVARRO / BARCELONA

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En septiembre del 2013, un padre y una madre fueron detenidos en Santiago de Compostela acusados de asesinar a su única hija, Asunta. Pese a que Rosario Porto y Alfonso Basterra llevaban un tiempo separados, y ella incluso albergaba la ilusión de rehacer su vida sentimental con otro hombre, la abogada de buena familia y el periodista se conchabaron para presuntamente asesinar a la niña, que a sus 12 de años ya hablaba cuatro idiomas y era una virtuosa del piano. Ni Rosario ni Alfonso han reconocido nunca la autoría de un crimen que conmocionó a la opinión pública y que un tribunal popular empezará a juzgar el 23 de junio. Habrá que ver si para entonces se mantiene la rotunda defensa que uno ha hecho del otro. Una complicidad patente en dos de las cartas que ambos se intercambiaron en la prisión de Teixeiro, donde esperan juicio.

El matrimonio sigue aislado en prisión y con la prohibición expresa, desde el primer día, de comunicarse. Pese a eso, Rosario no llevaba ni tres meses entre rejas cuando logró, mediante un preso de confianza, hacer llegar a Alfonso una carta manuscrita de cuatro folios, de la que informó El Correo Gallego. Es una declaración de inocencia en la que la abogada dice lamentar la muerte de su hija: «¿Cómo voy a ser capaz de superar lo mucho que me quejé de Asuntiña y lo muchísimo que haberla perdido duele?».

Por entonces, Rosario no acababa de adaptarse a la vida en prisión. La investigación seguía abierta. Inteligente y lista como es ella, sabía perfectamente que tarde o temprano la misiva acabaría en manos del juez: «Hay días que me planteo si merece la pena luchar. Si seré capaz con este dolor».

Rosario Porto se ha convertido en una presa «muy apreciada» en Teixeiro, lo cuenta a este diario una persona conocedora de todo lo que ha ocurrido en esa prisión gallega en los últimos años. Tiene la celda forrada con imágenes de su hija, suele llevar una mochila que era de Asunta y ayuda a muchas compañeras de módulo con trámites legales. E incluso prestando dinero a otras presas con problemas económicos.

«Es un tremendo castigo que no creo que merezcamos, por muchos errores que hayamos podido cometer», plasma Rosario en su carta. Y añade: «Me torturo día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. ¿Quién es el/los hijo/s de puta que han podido hacernos tanto daño?»

Para el juez Santiago Vázquez Taín, que dirigió la investigación de la Guardia Civil, los culpables son Rosario y Alfonso, para los que las acusaciones piden entre 18 y 20 años de cárcel para cada uno.

Pero, ¿por qué lo hicieron? Es una de las grandes incógnitas que tendrá que despejar el juicio, al que están citados más de 60 peritos y 84 testigos. Taín, en su último auto, en el que sustentaba la acusación de asesinato para ambos, no abundaba en las razones. Pero los investigadores no tienen ninguna duda de que la niña Asunta se había convertido en una «molestia» para los padres. Recriminaba a su madre su nueva relación sentimental, y era un obstáculo para el padre en su intento desesperado de recuperar el amor de su esposa.

Desesperada parece también la carta que Alfonso hizo llegar a su mujer, en prisión. Es de las mismas fechas, finales del 2013. «Quiero que sepas que he tomado una decisión respecto a lo que será mi vida. Pleno de sentido común y de tranquilidad y paz interior, he de decirte que trataré a la mayor brevedad posible de reunirme con Asunta».

La amenaza de suicidio quedó en un nuevo intento de Alfonso de llamar la atención de su mujer. Su vida en la prisión transcurre entre los libros de la biblioteca, que devora con la misma voracidad con que consume todo lo que se dice sobre el asesinato de su hija en los programas de televisión. Su puesto de responsabilidad en la biblioteca le permite moverse con cierta libertad en la cárcel, un hecho que aprovecha para hacerse el encontradizo con Rosario.

Ella, últimamente, parece más ocupada en compartir largas charlas y paseos con un preso colombiano bien parecido que cumple una larga condena por abusos sexuales a una menor.

«Lo que más me jode es que yo pude ser una madre fantástica», le escribió Rosario a su exmarido. Y este le respondió: «Llora de alegría cuando me muera». Acaban uno y otro sus misivas con expresiones de cariño. Habrá que ver si ese afecto sigue vivo o el día que les toque declarar uno de los dos cuenta la verdad de lo que pasó.