OBITUARIO

Muere Eduardo Fidalgo, defensor y amante de los libros

Durante años visitó con su cargamento de novedades las redacciones de los periódicos barceloneses

Eduardo Fidalgo.

Eduardo Fidalgo.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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La gente pensaba que había nacido en Cuba, y el malentendido venía de que había pasado su niñez allí, y gran parte de la adolescencia, antes de volver a Ourense -esta sí-, la ciudad que lo vio nacer. La Cuba de Batista, la Cuba americana: en esa vivió Eduardo Fidalgo (1934-2015) hasta los 18 años, y nunca volvió. Según su familia, se llevó un disgusto cuando una de sus hijas volvió de un viaje a la isla y le enseñó la foto de su antigua casa, que se había tomado la molestia de visitar: derruida, como tantas en La Habana. Para entonces Fidalgo ya era esposo, padre y abuelo, y hacía girar su vida en torno a la que siempre fue su debilidad: los libros.

Tenía 28 años cuando se casó con Rosario González Ferrón, también de Ourense. Antes de eso había empezado a ganarse la vida en trabajos de concentración parcelaria, pero su destino dio un vuelco cuando su cuñado le propuso trabajar con él en Barcelona; y su cuñado no era otro que Rufino Torres, un personaje cuyo nombre suele ser citado cuando se habla de los distribuidores que burlaron la censura del régimen. De mente abierta e ideales progresistas, Fidalgo participó con entusiasmo en la empresa. «Trajo muchos libros de América Latina, sobre todo de Argentina, libros que llegaban al puerto disimulados con las mercaderías», recuerda su hija Olga. A Rufino Torres, y por ende a Fidalgo, se le atribuye la valentía tanto de pasar por la frontera los libros que Ruedo Ibérico publicaba en París como de editarlos él mismo aquí. Con excelente olfato, Fidalgo empezó a visitar las redacciones de los periódicos de Barcelona ofreciendo libros prohibidos, o informando a los periodistas de las librerías que los tenían en la trastienda. «Si dices que vas de parte mía…», le dijo a más de uno.

A principios de los 90 le diagnosticaron un cáncer que superó y lo convirtió en superviviente. Con la salud quebrantada, sus visitas a los diarios se convirtieron en su principal actividad, y no hay periodista en las redacciones de los diarios de Barcelona que no lamente la noticia de su muerte, ocurrida ayer. Lector juicioso y voraz, amante de los autores latinoamericanos, mientras tuvo fuerzas siguió visitando las redacciones. «Ir a los periódicos era su vida», coincide la familia.