Gente corriente

Berta Puigdemasa: «Soy una misionera del arpa y me encanta serlo»

Ilusión y misión dan sentido a los kilómetros que esta leridana realiza en su furgoneta para dar a conocer el arpa.

«Soy una misionera del arpa y me encanta serlo»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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En una furgoneta, una Peugeot Boxer blanca, se desplaza a diario Berta Puigdemasa. En el interior del vehículo, una estructura sostiene a su fiel acompañante: el arpa -40 kilos y dos metros de altura- que esta leridana de 27 años lleva para darla a conocer por todas partes. Ni la nieve del Vall d'Aran, ni las grandes distancias peninsulares frenan su misión: «Si la gente no viene a un auditorio, voy yo a ellos con el arpa. A donde sea».

-Allí donde va, ¿monta un concierto?

-Soy concertista y toco el arpa en espacios convencionales y en otros más alternativos. Pero, paralelamente a esa actividad, tengo la misión de dar a conocer el arpa, un instrumento muy poco conocido. Soy una misionera del arpa y me encanta serlo. Todo en la vida es más fácil si tienes una misión. Yo, con mucho gusto, voy por todas partes con la mía.

-¿A qué lugares suele ir a enseñar?

-Voy a guarderías, colegios de primaria y secundaria, centros penitenciarios y centros de educación especial, y a escuelas de música, en las que el arpa no tiene aún su lugar. En Catalunya, y en general en toda España, hay muy pocos profesores de arpa. Y, sin profesor, los alumnos no pueden elegir este instrumento. Si lo descubren, les despierta las ganas de tocarlo, y lo piden. Tal vez eso haga que las escuelas pongan a un profesor.

-¿Quién la acercó al arpa?

-Yo desde muy pequeña quise tocar el arpa porque me llevaron a un concierto y me fijé en ella. A los 7 años les dije a mis padres que quería tocar el arpa. Pero en Lleida, donde vivíamos, no había profesores. Me apuntaron a piano y mi madre, sin decirme nada, investigó y logramos un convenio entre el conservatorio de Lleida y el de Barcelona para que una vez al mes fuese a Barcelona a clase de arpa. Luego fue una vez cada tres semanas y, al final, cada semana. He estudiado el instrumento y he hecho clases con él durante ocho años en Holanda y en Francia, un país con mucha tradición y arpistas de referencia mundial, como Isabelle Perrin.

-¿Por qué regresó a Catalunya?

-Sentí que aquí podría ser más útil que en Francia, donde hay muchos arpistas.

-¿Cómo son sus talleres de arpa?

-Pueden ser en medio de una clase de matemáticas, en la biblioteca o en el aula de música, con niños o adultos. Les hablo del arpa, les hago escuchar cómo suena y les dejo acercarse a verla y tocarla. Es increíble la cara de los niños al oír la primera nota. Siempre espero unos minutos antes de tocar el primer acorde. Luego, se les iluminan los ojos. Unos 10.000 niños han tocado mi arpa. Con gente de prisiones, personas discapacitadas y ancianos la experiencia también me encanta, es muy especial.

-¿Por qué?

-Porque a ellos normalmente no les llegan cosas especiales. Pocas veces tienen actividades más allá de las típicas.

-Sus conciertos también son especiales, al menos los que realiza entre manzanos y melocotoneros de la huerta leridana.

-Son los conciertos que cierran el curso internacional d'Arpa Horta de Lleida, que organizo cada año [www.bertapuigdemasa.com]. Este año será en diciembre. Me gusta llevar el arpa a espacios alternativos, y experimentar nuevas sonoridades con ella, con cucharas y tenedores, martillos y llaves inglesas o agujas de tejer lana.

-Además de clases particulares en Vielha, Granollers, Lleida y Barcelona, Berta Puigdemasa tiene tres discos autoeditados, con piezas clásicas, temas inspiradas en sueños y composiciones que evocan sonidos cósmicos. En sus espectáculos, incluso hace danzar a su arpa.

—En The dancing Harp, el arpa se convierte en el tercer personaje sobre el escenario, donde danza una bailarina y yo toco el arpa. Música y movimiento son uno.