Cautela mundial ante el incipiente descenso del brote de ébola en África

Una mujer se lamenta tras conocer que su marido ha muerto a causa del ébola, en Liberia, en octubre pasado.

Una mujer se lamenta tras conocer que su marido ha muerto a causa del ébola, en Liberia, en octubre pasado.

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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El apoyo económico internacional, que mantiene activos 42 pequeños hospitales en Sierra LeonaGuinea y Liberia; la imprescindible presencia del personal de Médicos sin Fronteras (MSF), aún con 4.230 sanitarios en el perímetro del ébola, y la intervención de múltiples entidades de ayuda han conseguido frenar, aunque ni mucho menos eliminar, la peor epidemia del virus hemorrágico que hasta ahora ha sufrido África. La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció en su informe de ayer que, por primera vez en un año, la cifra de nuevos infectados supera por poco el centenar en la última semana -fueron 124 entre los tres países, 80 de ellos en Sierra Leona- y habló de enfocar los esfuerzos hacia «poner fin a la epidemia».

No lo ven así los responsables de MSF, que alertan de que las cifras de enfermos, aunque descienden, son aún elevadísimas y, lo que es más grave, advierten de la necesidad de reconstruir el devastado sistema sanitario de Guinea, Liberia y, de forma especial, Sierra Leona. «Más de 120 enfermos en una semana es una cifra altísima, mucho más que el total de las anteriores epidemias de ébola -advierte la doctora Teresa Sancristóval, responsable de la unidad de emergencias de MSF, que regresó hace una semana de Freetown (Sierra Leona)-. Hay que ir con mucho cuidado porque el virus puede rebrotar». De hecho, hace 15 días el nivel de infección era inferior. «Estamos mejor que hace tres meses, pero cuando baja el número de casos no es momento de irse -dice Sancristóval-. Es la hora de hacer todo lo que en la fase más agresiva del virus no pudimos atender».

Si la epidemia desciende, explica la doctora de MSF, es porque persisten los donantes económicos y se mantiene sobre el terreno la acción de organizaciones especializadas: unas se ocupan de dar un final adecuado a los cadáveres -se han reducido de forma sustancial rituales funerarios que propagaban los contagios-, otras cuidan de las familias con enfermos de ébola y unas terceras difunden educación sanitaria o ayudan a desinfectar y fumigar los espacios contaminados.

«Para poner fin a la epidemia lo antes posible, los esfuerzos se han de trasladar a la construcción de infraestructuras sanitarias con capacidad para atender a todos los enfermos, y mantener los entierros seguros», reitera un portavoz de la OMS. Esto es especialmente difícil en los barrios pobres y hacinados de Freetown, donde sigue siendo muy difícil detener la transmisión del virus, indica Karline Kleijer, de MSF.

Para que la epidemia se dé por concluida, coinciden todos los organismos, habrán de transcurrir 42 días consecutivos sin que haya ningun nuevo infectado en los tres países del actual brote. Un objetivo que, calculan, difícilmente se alcanzará antes del próximo otoño.

De momento, queda por reconstruir unos sistemas sanitarios, ya muy deteriorados antes de la epidemia, que en el último año han paralizado intervenciones quirúrgicas, programas de vacunación, administración de fármacos y todo lo que constituye una mínima asistencia pública. Los escasos hospitales locales que no cerraron por falta (o ausencia temerosa) de médicos, vetaron el acceso a los enfermos que no mostraban signos de ébola, para evitar que los centros propagaran la infección. La asistencia se paralizó en los tres países, con las evidentes graves consecuencias que ahora quedan por resolver. «En todo eso hay que volver a empezar -resume Sancristóval-. Se han de operar de nuevo las hernias, y es preciso admitir a los enfermos que lleguen al hospital vomitando, porque no todos los vómitos indican ébola». La malaria, mucho más mortífera en la zona del ébola que el propio virus hemorrágico, ha avanzado en estos últimos meses sin apenas control. El virus de la fiebre de Lasa y el del sida han evolucionado sin coto sanitario disponible. Todo eso está pendiente de atención. «Solamente podemos decir que se vislumbra una luz al final del túnel», concluye Teresa Sancristóval.

Algo que ya ha cambiado es la actitud de las poblaciones locales hacia los sanitarios foráneos -ha ayudado la infraestructura que han aportado-, y su información sobre el ébola. La mayoría han aceptado, como un sacrificio, que no es posible tocar a un infectado por el virus, aunque sea un niño. Ahora pueden prohibir a una mujer que se acerque a su hijo enfermo, porque, a cambio, le ofrecen hospitalización inmediata.