Gente corriente

José Enrique Gargallo: "Cualquier palabra tiene su magia, un aura, un alma"

Criado en castellano, este lingüista de corazón luce ahora como filólogo del Institut d'Estudis Catalans.

GEMMA TRAMULLAS

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Profesor de lingüística románica en la Universitat de Barcelona (UB) y experto en paremiología, acepta el reto de hacer la entrevista a base de refranes, frases hechas y citas. En total, han entrado 13 en 10 preguntas.

-La UB dejará de impartir el grado de Filología Románica por falta de alumnos. ¿No dicen que el saber no ocupa lugar?

-La filología románica está en mi cabeza y en mi corazón y de aquí, mientras yo viva, no saldrá. Pero las decisiones políticas y la cantidad de gente que se matricula en una carrera no es una cosa fácil de gobernar.

-Vayamos al grano. ¿Qué es un filólogo?

-Es un amante de las palabras y las ama especialmente cuando desvela misterios que no son fáciles de ver. Cualquier palabra tiene su magia, un aura, un alma. La poesía es un arma cargada de futuro, como dijo Gabriel Celaya y cantó Paco Ibáñez.

-Hay palabras que las carga el diablo.

-Yo concibo la palabra como un arma pacífica cargada de pasado poético. Cuando descubres que recuerdo viene de recordar, que viene de corazón, te das cuenta de que el recuerdo es la memoria del corazón, como dice el romanista Joan Veny. Cuando descubres la etimología de las palabras nunca vuelves a pensar en ellas como antes.

-La verdadera patria es la infancia. Hábleme de Puebla de Arenoso.

-A bodas me convidas, como dicen en mi pueblo cuando le ofreces a alguien algo que no le puede gustar más. Puebla de Arenoso está en el límite de la provincia de Castellón con Teruel. Mi tierra es un lugar de frontera. Cuando salgo a pasear desde la casa donde nací -calle de la Portera 7-, en 30 minutos a paso tranquilo llego a Aragón.

-Pues dicen que al que tiene castillo en frontera nunca le falta guerra.

-Como escribió José Luis Sampedro: «Mis fronteras son todas trascendibles como lo es la membrana de la célula, sin cuya permeabilidad no sería posible la vida, que es dar y recibir, intercambio, cruce de barreras». Mis fronteras no son como la valla de Melilla, son trascendibles. Somos valencianos pero hablamos castellano-aragonés y no es en absoluto contradictorio.

-¿Cómo entra el catalán en su vida?

-Me trajeron a Barcelona a los 3 años. Mi lengua materna y paterna es el castellano, pero mi lengua conyugal y filial es el catalán y no me concibo sin ambas a la vez.

-Para todo tiene refranes el pueblo, el toque está en saberlo. ¿Cuántos conoce?

-¿Cuántas estrellas son visibles en el firmamento? Depende. Yo creo que bastantes, pero depende de la memoria, de la ocasión y de cómo está el cielo de despejado en ese momento. Para el buen uso de los refranes no basta con conocerlos, hay que saberlos poner en su sitio. Lo poco gusta y lo mucho cansa, por eso Don Quijote riñe a Sancho por ensartar refranes sin ton ni son.

-Le han nombrado miembro de la sección filológica del Institut d'Estudis Catalans. ¡Estará como un niño con zapatos nuevos!

-Laus in ore propio vilescit, la alabanza propia envilece. No puedo decir que no. Me produce una enorme conmoción --una emoción compartida--, pensar que ese niño que llegó a la estación de França, un inmigrante de los años 60 llamado José Enrique y nacido en Puebla de Arenoso, haya sido acogido por una institución como el IEC [se emociona y se le quiebra la voz]. Que uno pueda integrarse sin desintegrarse de lo originario solo puede ser motivo de felicidad.

-Nos vendría bien un refrán de lágrimas.

-Quien bien te quiere te hará llorar.

-Jamás hubiera imaginado que hablar de lingüística me pondría la carne de gallina.

-A mí me pasa cada día, soy demasiado emocional. Las palabras solo dan ocasiones para la poesía y el sentimiento.