Sentencia a favor de un colectivo

Víctor Díaz: "Estoy cansado y feliz, no me lo creo"

 25 años.

E. P.
BARCELONA

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Al responder por teléfono, a Víctor se le tropiezan las palabras por la emoción y Marisa, su madre, respira con alivio y felicidad. Han pasado solo ocho días desde la vista oral en la que un forense trató de defender ante el juez de la Audiencia Provincial de Valencia que el joven no estaba capacitado para votar. Víctor ha soportado dos exámenes forenses de tipo intelectual y la vista oral del 7 de mayo, pero la larga lucha ha terminado en una victoria. Víctor y su madre, Marisa, atienden con tono agotado y eufórico a esta entrevista.

-Se acabó. Se acabaron los juzgados y los juicios a tus capacidades, Víctor. ¿Cómo estáis?

-Víctor: Estoy muy contento y no me lo creo ni yo. Me lo ha dicho Alicia, la psicóloga, y nos lo hemos pasado pipa. Estoy cansado y feliz, acabo de llegar ahora de trabajar.

-Marisa: Todavía no lo he asimilado. Esta sentencia significa el triunfo de la razón y para mí la lucha terminaría aquí, pero hay muchos otros chicos y chicas que aún no pueden votar. Vamos a apoyarles.

-Entonces, ¿no lo esperabais?

-V.: Ni me lo esperaba yo ni te lo esperabas tú. Cuando me lo han dicho, yo solo decía: '¡Qué va!, ¡joder!, ¡qué va!'

-M.: Yo me he puesto a llorar. A la audiencia provincial fui con problemas de salud, pero cuando el abogado me ha dicho que el juez había ignorado el informe del forense, no me lo podía creer.

-¿Por qué quieres votar, Víctor?

-V.: Porque sí. Quiero votar porque sí. El juez me preguntó si quería votar y le dije que claro. Me han dado mucho la murga. He tenido que escuchar unas cosas... El forense decía que yo no podía votar.

-M.: No es el hecho de votar, sino que hayan reconocido que las personas con discapacidad intelectual tienen poder de decisión sobre su propia vida. Ahora Víctor puede decidir qué votar o si quiere hacerlo, como todos los demás. Yo no pedía otra cosa que la normalidad de las personas discapacitadas dentro de la sociedad.

-Hay forenses que siguen haciendo pruebas intelectuales para valorar.

-M.: Yo no digo que mi hijo no sea discapacitado, pero le conozco y sé que tiene capacidad para votar. Le gusta comentar las noticias, no soporta la violencia ni el sexismo... eso es tener criterio sobre los asuntos públicos.

-Víctor, ya puedes votar, pero más de 80.000 personas en España aún siguen privadas de ese derecho. ¿Qué te parece?

-V.: Pues mal, deberían poder.

-M.: Muchos familiares no piden el derecho al sufragio para sus hijos e hijas porque se niegan a luchar, porque creen que no sirve. Yo soy hija de la transición y sé de qué sirve el sufragio. La primera vez que voté fue por la Constitución y ese día lloré de alegría. Ver que en el siglo XXI mi hijo no puede votar por tener una discapacidad... Si Víctor tiene capacidad para otras cosas, también la tiene para votar, por supuesto.

-¿Qué crees que significa esta sentencia favorable a Víctor para el resto de personas con discapacidad intelectual?

-M.: Marca un antes y un después. Significa no estar siempre con el miedo de la muerte civil de nuestros hijos. Significa que estos chicos no son muebles, porque se les está apartando como si molestaran. Para nosotros nuestros hijos no son muebles y no nos molestan. Esta sentencia significa una libertad tremenda.

-La reforma de la ley electoral española, que ha de reconocer el derecho al sufragio para los discapacitados, está tramitándose en el Congreso desde hace meses. ¿Qué les dirías a los políticos que tienen en sus manos esta reforma?

-M.: Les pido que la aceleren. Si ellos tuvieran familiares en la misma situación, lo harían, porque cuando lo vives es cuando te das cuenta de lo importante que es poder votar. Pero ellos lo ven desde fuera y desde lejos, y supongo que no lo entienden.

-Muy pocas familias recurren sentencias de incapacitación para recuperar el sufragio de los afectados. A ellos, ¿qué les dirías?

-M.: Si sus hijos no fueran discapacitados y les quitaran el voto, lucharían. Que piensen que son iguales a los otros hijos, tienen los mismos derechos y no son un mundo aparte. Viven en el mismo mundo que nosotros y tienen que participar en él.