La válvula de escape

Fútbol de frontera

El equipo del CETI juega en la liga de Melilla, donde tiene entre sus rivales a la Legión

MAYKA NAVARRO / Melilla

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El último sábado se tuvo que suspender el partido. El CETI Club de Fútbol se enfrentaba en casa contra el equipo de la Legión pero estos jugadores estaban de maniobras en Málaga. Esta es una de esas cosas que solo pasan en la liga de fútbol autonómica de Melilla, en la que el equipo formado por internos del centro de estancia temporal de inmigrantes va de los primeros en la tabla de clasificación. El militar Antonio Agulló entrena hace dos años a estos hombres con unas características físicas fuera de lo común que luchan como jabatos para estar cada fin de semana en el once titular.

No es fácil diseñar una estrategia de juego con un once titular. Las estrellas llegan, pero hay un día en que se van. El miércoles por la noche, Agulló despidió en el puerto de Melilla a dos de sus mejores jugadores. Dos camerunenses a los que les llegó el feliz momento de viajar a la Península. El entrenador recuerda especialmente a Raúl, un portero «de otro planeta que volaba y con las manos lanzaba la pelota al área del equipo contrario». Ni un gol encajó el CETI Club de Fútbol mientras ese hombre defendió sus palos. Hasta el director del centro, Carlos Montero, recuerda al mítico portero con entusiasmo. El equipo del CETI entrena tres veces a la semana en el campo del barrio de la Cañada. Algunos juegan con chancletas. No hay zapatillas para todos, solo para el once titular.

Fan de Ronaldinho

El guineano Mohamed Camara, de 19 años, es la estrella actual del equipo. Agulló le ha colocado en el centro del campo, pero podría estar en cualquier posición. Nunca antes había jugado al fútbol. No tuvo tiempo. Su padre murió cuando él era un crío y a los 16 años su madre le pidió que saliera de aquel infierno, que merecía una vida mejor. Dos años duró su viaje hasta Nador, donde reunió el dinero para subir a la patera que lo trasladó hasta Melilla. Tras unos meses en el centro de menores, hace siete que está en el CETI y desde el segundo día en su club de fútbol. Su ídolo es Ronaldinho. No le importa que ahora ya no sea el jugador que tantas alegrías dió en su día al Barça. Para él es y será el mejor. ¿Por qué? «Es buena persona». 

Para este joven y el resto de sus compañeros el fútbol es una vía de escape, una manera de normalizar su estancia en Melilla. Porque esta ciudad autónoma, como recuerda el director del CETI, «vive con absoluta normalidad el fenómeno de la inmigración». Y los subsaharianos que entran por la valla o en patera forman parte del día a día de esta compleja ciudad encajada en una esquina de África. Cada fin de semana, el equipo de básquet de Melilla regala un centenar de entradas al director del CETI para que los internos acudan a animar. Se van rotando. «No hay mejor animación que nuestra gente. Todo el partido están cantando y bailando. Cada canasta es una fiesta. El día que no podemos ir, porque nos han avisado a última hora y en la cocina no hemos tenido tiempo de preparar los bocadillos de la cena para todos, me llama para quejarse hasta el concejal de deportes», asegura Montero.

Este fin de semana el CETI Club de Fútbol juega contra el Melilla. Y Agulló tiene que replantearse la estrategia para cubrir las dos últimas bajas. «Jugadores tengo para hacer cuatro alineaciones», asegura. Babea con sus hombres. Algunos de los que han sudado la camiseta del CETI ahora están en ligas profesionales de Francia e Italia. «Mi sueño es que alguno de estos chavales juegue un día en el Barcelona».