estos dÍAs no solo se cumple el 75º aniversario de la batalla del ebrO

La olvidada batalla del Segre

Robert Capa fotografió el 9 de noviembre de 1938, en la Serrabrisa de Aitona, la batalla de Seròs, uno de los últimos combates en el frente del Segre. El sobrino de un combatiente fallecido allí ha reconstruido su recorrido por la primera línea del combate.

El mismo lugar, en la Serrabrisa de Aitona, 75 años después.

El mismo lugar, en la Serrabrisa de Aitona, 75 años después.

ERNEST ALÓS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 16 de noviembre de 1938, el último combatiente republicano cruzaba el río Ebro, de regreso a las posiciones desde las que había empezado, cien días antes, la sangrienta batalla que dejó desarticulado al Ejército republicano, incapacitado para detener la ofensiva final sobre Catalunya que no tardaría en llegar. Pero estas semanas no solo se recuerda el 75º aniversario de esa derrota. Del 6 al 12 de noviembre también se desarrolló la batalla de la cabeza de puente de Seròs, una fracasada contraofensiva republicana que fue el último episodio de los combates en el frente del Segre, unos enfrentamientos que se prolongaron durante nueve meses, quizá con tantas bajas como la batalla del Ebro pero mucho menos recordado. Con una excepción. Ese 9 de noviembre, el fotoperiodista Robert Capa estaba allí, y sus fotografías sobre «La victoria del río Segre» llenaron páginas en publicaciones como Regards, Life, Match y Picture Post: en esta revista británica le valieron ser bautizado  como «el mayor fotógrafo de guerra del mundo».

Allí también estaba un joven anarquista de 18 años, Pedro Montoya Bernal, soldado de la primera compañía del 89º batallón, de la 23ª Brigada Mixta, adscrita a la 16ª División.

El soldado caído

«Hasta que no cumplí los 18 años, en 1978, mi tía no me enseñó las cartas de uno de los compañeros de mi tío, Josep Bosch, en las que explicaba que  había muerto en el Segre. Tenía  18 años, la misma edad que yo entonces, y mi tía me explicó que por eso me llamaba Pere», narra Pere Montoya, un conductor de ambulancias de Martorell que a partir de ese momento se propuso saber dónde había muerto el hermano de su padre. Inició una labor detectivesca de años, buscó a la familia de Bosch, recorrió archivos en Barcelona, Salamanca y Ávila y se pateó los secarrales de Soses, Aitona y Seròs. Habló con viejos soldados del batallón de su tío y vecinos que le ayudaron, como un octogenario de Soses, Francesc Morreres. «Hubo gente que se me puso a llorar recordando aquello; que un hombre de 80 años se te ponga a llorar... te pone la piel de gallina». Pudo saber que su tío había muerto en combate el 10 de noviembre de 1938, hoy hace 75 años, en el Puntal Redó de Soses. Y mientras tanto, tras conseguir del International Center of Photography de Nueva York copias de los 223 contactos de las fotografías de Capa (cuyos negativos aparecieron más tarde en la famosa maleta mexicana) consiguió establecer el lugar exacto dónde se tomaron la mayoría de ellas y reconstruir exactamente qué fotografió, y cuándo y cómo, Capa en uno de sus trabajos más conocidos (un tarea de rastreo que realizó también, por otra parte, el experto en Capa Carles Querol). «Las fotos han venido después; lo importante era que quería saber dónde había muerto mi tío», precisa Montoya.

Un fotógrafo en primera fila

Tras regresar de China, mucho más curtido que en sus primeros pasos por la guerra de España, Capa regresó para cubrir la despedida de las Brigadas Internacionales (entre el 16 y el 28 de octubre) y el final de la batalla del Ebro (el 5 de noviembre). Después llegó al frente del Segre. «No había nada que se necesitase más desesperadamente que noticias y fotografías de una gran victoria republicana», explica en su biografía de Capa Richard Wheelan.

De la información recogida por Montoya se desprende que esas imágenes con soldados descansando antes de la batalla, explosiones, heridos, oficiales tomando decisiones y soldados avanzando, agazapados, bajo el fuego enemigo, fueron muy reales, y que quizá sea cierto (en todo caso, no es injusto) el titular que anunciaba: «La cámara de Life se acerca a la guerra de España más de lo que cualquier cámara lo ha hecho nunca». Aunque el relato de la revista Life y de la biografía (que Capa cruzó el río con la primera ola de la ofensiva, el 6 de noviembre) resulte muy cuestionable, sí se sostiene el que hacía la revista Regards, que sitúa las fotografías el 9 de noviembre y las define así: «En España, un fotógrafo ha acompañado a los soldados en el ataque». O los pies de foto del propio Capa: «Nuestro reportaje muestra un día de batalla en primer plano, del amanecer al atardecer».

Un día de batalla

Las fotografías, ubicadas por Montoya, muestran el recorrido de Capa. Las peculiares formaciones rocosas de la zona son de gran ayuda para ello. Cruza, desde la central de La Canadenca, el puente de barcas río abajo del destruido puente de Aitona, el vado por donde habían cruzado a nado, con el agua helada y pistolas en la boca, los mejores nadadores republicanos (unos dicen que del Club Natació Barcelona, otros que pescadores de Girona). Ya están llegando heridos del frente. Camina hacia Aitona, con la ermita de Sant Joan de Carratalà al fondo, fotografía el Sindicat Agrícola tiroteado, sube hasta la iglesia de Sant Antolí y llega, a las espaldas del pueblo, a la formación rocosa de Serrabrisa. «Allí Capa se encuentra con los marinos de la 94ª brigada mixta, a la que habían trasladado allí ese día para tomar el  tozal del Montfred y envolver Seròs por la retaguardia. Y los sigue».Capa fotografía a soldados resguardados bajo las rocas y a sus oficiales y comisarios observando su objetivo, a unos dos kilómetros de  distancia. La columna se pone en marcha, y el fotógrafo con ellos, rodeando el pequeño macizo. Marchan en fila hacia el Montfred, cada vez más agachados. Uno puede oír los «venga, venga» que, según sus pies de foto, proferían los mandos mientras las balas silbaban. Hasta que se refugian tras dos casas sobre las que caen las bombas, cuando falta quizá menos de un kilómetro hasta su objetivo. Los heridos y los estallidos de polvo y humo no engañan. Capa está bajo el fuego enemigo. «El fuego es tan denso que es imposible salir de detrás de las casas», escribe. «Cuando llegan las bombas, da marcha atrás», explica Montoya. De hecho, lo que no hace es recorrer los últimos cientos de metros y asaltar las posiciones enemigas. Es fotógrafo, y ya ha hecho, de sobras, su trabajo. Capa marcha con los heridos hacia Aitona, que cuando llega está sufriendo también el bombardeo de la artillería franquista.

Con todo, aquella victoria republicana que narró la prensa internacional afín no fue tal. «Era una ofensiva de distracción para permitir que se retirase el Ejército del Ebro y después hacer lo que se pudiese», explica el coautor del libro La batalla del Segre i el Noguera Pallaresa Josep Tarragona. Jorge M. Reverte, en su libro La batalla del Ebro, la define como un intento, ya perdida la batalla del Ebro, de taponar una brecha de cara a la inminente ofensiva general contra Catalunya. El objetivo máximo era tomar Fraga y envolver Lleida. Tarragona cree que si no hubiese llegado la orden de detener la ofensiva se habría podido avanzar por Aragón. El historiador Joan Villarroya discrepa. «No había la capacidad de maniobra necesaria. Sucedió lo de  siempre en las ofensivas republicanas. Las primeras líneas del Ejército de Franco eran muy débiles. Avanzaban los primeros diez kilómetros pero, cuando se encontraban con la primera concentración de tropas enemigas, se quedaban parados». El día 12 acababa la fugaz ofensiva de Seròs, y el 16 acababa la batalla del Ebro.