EL REGRESO A LAS AULAS

P-3 lo cambia todo

La ilusión y los nervios son sentimientos compartidos por padres e hijos ante el debut en el cole

INMA SANTOS HERRERA

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Lucía García tiene 3 años, vive en La Torreta (La Roca del Vallès) y el próximo 12 de septiembre, como miles de niños catalanes, debuta en P-3. A duras penas atina a decir el nombre de su cole (La Torreta), ni mucho menos si es o no público (que lo es), pero lo que sí tiene claro es que este año algo muy importante va a cambiar en su vida. Lucía lo resume así: «Voy a ir al cole de mayores». Y así se lo recuerda cada vez que tiene ocasión a su hermana Inés (18 meses). Lucía solo ha asistido un curso a la guardería. Su madre, Laura García, es funcionaria interina, y desde que se quedó en paro hace un año y medio se ha volcado en las niñas -«así compensamos la situación económica», explica-. Pero, pese a su corta experiencia en las aulas, Lucía se muere por ir al cole. «Para ella es aún mejor que entrar en una tienda de chuches», comenta Abel García, el marido de Laura, también funcionario, tan ilusionado como su hija por el estreno escolar.

El mismo entusiasmo invade a Isaac y Aura Gomis, dos gemelos de Mataró, cuando gritan «¡Buenos días, Corominas!». Ese ha sido desde muy pequeños su saludo al pasar por delante del colegio público Joan Corominas: es el cole al que querían ir «de mayores» y el que sus padres -Jordi Martínez (profesor de la UB) y Anna Mataró (profesora de secundaria)-han elegido para ellos. Han ido a la guardería desde los nueve meses, pero aun así esto es nuevo para ellos. «Aura ha escogido una bata con los colores del Barça y otra naranja, e Isaac, de color verde -explica Anna-. Y todavía tenemos que pintar y decorar las cajas de los secretos que cada uno tiene que llevar el primer día». Empezar el cole se les antoja una aventura en la que son protagonistas y de la que se les hace partícipes: eligen, opinan, proponen, aunque solo sea en cosas tan básicas como el color de una mochila. Se sienten mayores.

ORGULLO DE PADRES / Ilusión, expectación, nervios... Cada cual vive a su manera lo que parece ser una nueva etapa, y no solo los más pequeños, sino también sus progenitores. «Para ellos es un cambio, pero para los padres también», argumenta Anna. Ella y su marido son profesores, están acostumbrados a vivir el inicio del curso desde el otro lado, pero cuando se trata de tus propios hijos se vive diferente. «De pronto te das cuenta de que se hacen mayores, te enorgullece y te inquieta porque te sientes responsable», resume Jordi.

Así, tras jornadas de puertas abiertas, preinscripciones, sorteos y otros trámites, ya en la recta final, y con el estreno escolar a la vuelta de la esquina, los niños piensan en pintar, jugar, divertirse... ¿Y los padres? A los padres les entra el miedo escénico. Es el momento de la verdad, de adaptarse a una nueva etapa, de conciliar horario laboral y familiar -«el horario del cole es de 9.00 a 16.30 horas y nos permitirá pasar más tiempo con los gemelos e implicarnos más en su educación que cuando iban a la guardería», dice Jordi-, de echar cuentas y decidir si el niño se queda a comer o no -«si encuentro trabajo me lo plantearé», explica Laura-, si hará extraescolares -«suele hacer siesta y no sé si estará muy cansada», sigue Laura-... Y, entonces, la seguridad deja paso a la duda: ¿se adaptará? ¿Habré escogido bien?

DUDAS Y RETOS / «He escogido bien... creo». Pamela Navarrete vive en Ca N'Anglada, en Terrassa, y ha apostado por la Escola Agustí Bartra para sus hijos. Baba solo tiene cinco meses, pero Ada empieza P-3 y ya cuenta los días. «Dudé al principio y miré una escuela concertada, pero económicamente no puedo permitírmelo -es periodista (jornada reducida), y su marido, Moulaye Praore, hace trabajos esporádicos como guía en Senegal-, y, por otra parte, ¿quién dice que la pública sea peor?».

Para Pamela, la escuela de Ada es un fiel reflejo de la realidad que les rodea: un barrio con un alto índice de inmigración. Pero en su opinión, la diversidad cultural de los alumnos no obstaculiza el aprendizaje, sino que lo enriquece. Ella misma es española nacida en Chile y su marido es maliense, y se sienten parte de esa realidad. «La formación académica es importante, pero también la personal, y sé que en este cole trabajan valores como la convivencia, la autoestima, las relaciones...», argumenta su elección. Otro factor que la convenció fue la proximidad: Ada empieza en un cole de mayores, pero no estará sola, sino con otros niños del barrio a los que conoce.

Esa proximidad y familiaridad buscaron también los padres de Lucía en La Torreta, y los de Isaac y Aura en el Joan Corominas de Mataró. Aunque estos últimos también han apostado por un proyecto educativo diferente. «Es una comunidad educativa -explica Anna-. No hay libros, trabajan por proyectos, y a partir de la observación, los valores...». A veces duda de si eso les servirá para adaptarse en esta sociedad competitiva, donde se valora sobre todo el currículo y los conocimientos.

Son ilusiones y dudas de padres que quieren lo mejor para sus hijos, y ya han detectado pros y contras. Por ejemplo, Pamela sabe que en la escuela de Ada no tendrán tantas extraescolares como en otras porque las familias económicamente no llegan y cada vez hay menos ayudas. Los recortes merodean como un fantasma por las públicas y a todos estos padres les preocupa que repercutan en la calidad de la enseñanza, pero confían en los profesores. Y llegan con ganas de implicarse para mejorar: quieren entrar en el ampa.

Las tres familias se sienten afortunadas: han logrado una plaza en el colegio que querían. Parece fácil, pero para algunos es una hazaña. Conseguirlo depende de muchos factores y además Ensenyament ha iniciado este curso por P-3 el cierre progresivo de 5 colegios y ha eliminado 73 líneas de P-3. Laconselleriajustifica estos cierres por la caída demográfica.

Abel y Laura lo han sufrido. La Torreta es el único cole público en su municipio. Durante la preinscripción, ellos y otras 9 familias quedaron fuera. Han luchado por la apertura de la segunda línea de P-3 y han triunfado. El caso de Jordi y Anna, sin embargo, es un triunfo a medias. «Ensenyament eliminó una línea de P-3 de la escuela Joan Corominas alegando falta de demanda, pero quedamos fuera muchas familias», resume Jordi. Reivindicaron junto al ampa del colegio la recuperación de línea. No lo han conseguido, pero sus gemelos eran los primeros en la lista de espera y en julio les comunicaron que entraban.

Lucía, Isaac, Aura y Ada ya sonmayores, pero viven ajenos a estos problemas. Solo esperan su primer día de cole. Allí estarán con su mochila. Dentro, sus ilusiones... y las de sus padres.

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