CAMBIOS EN UNA CABECERA EMBLEMÁTICA

La nueva apuesta de Bezos

Innovador 8Bezos, en la presentación del último libro electrónico de Amazon, en septiembre del 2012.

Innovador 8Bezos, en la presentación del último libro electrónico de Amazon, en septiembre del 2012.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Tal y como lo ve Jeff Bezos, el hombre que alumbró Amazon, reinventó industrias como la de las ventas minoristas o la edición de libros y por el camino hizo una fortuna que va por los 25.200 millones de dólares, «los humanos son hoy lo suficientemente avanzados tecnológicamente como para crear maravillas extraordinarias, pero también problemas a escala de civilizaciones. En cierta forma somos peligrosos para nosotros mismos. Va a ser cada vez más importante para la humanidad adoptar una visión a largo plazo de su futuro».

La reflexión la hacía en el 2011 al explicar su inversión de 42 millones de dólares (más de 32 millones de euros) en la construcción de un reloj que se enterrará en Tejas y que pretende mantener un tic tac anual durante los próximos 10.000 años, un «icono» y un «símbolo», a su modo de ver, de ese necesario pensamiento (y esa necesaria responsabilidad) más allá del presente y del futuro inmediato.

Proyectos como ese o Blue Origin -compañía en la que ha invertido 175 millones y que intentará hacer accesibles y multitudinarios los viajes al espacio- han atraído la atención de este hombre de 49 años al que uno de sus estudiosos, Brad Stone, ha definido como «definitivamente un capitalista y un innovador». Y con esos atributos y su convicción de que el modelo de negocio que ha desarrollado en Amazon puede ser aplicable a otras industrias, llega ahora a The Washington Post.

Anunciada por sorpresa el lunes, la noticia de la venta a Bezos del emblemático diario que fue capaz de tumbar al presidente Richard Nixon con sus revelaciones sobre el caso Watergate ha provocado un maremoto. Sus ondas se extienden por círculos periodísticos y de poder de Washington y por todo el mundo. Y muchas miradas están puestas en cómo Bezos aborda su último experimento: renovar una industria que, como prácticamente todas, ha sido alterada por el fulgurante desarrollo de la tecnología.

En el caso de la prensa hay más audiencia potencial que nunca, pero a la vez se ha desarticulado el práctico monopolio publicitario que era su vital fuente de ingresos. Y más. Y por eso, no hace mucho, Bezos auguraba el declive de los medios impresos (en una entrevista les daba un plazo de 20 años), aunque a la vez defendía el futuro del periodismo. «Hemos descubierto que la gente está dispuesta a pagar por suscripciones a diarios en sus tabletas -decía-. Estas van a influenciar cada vez más nuestra vida diaria. Pronto cada casa tendrá más de una. Será la nueva norma. Y esas tendencias reforzarán los periódicos».

De momento, un hombre que se ha hecho famoso por no centrarse en los beneficios inmediatos (aunque dice que estos deben llegar) ha reconocido no tener un plan para el Post. El lunes habló de entrar en «terreno no explorado». Pero lo que ya anunció es que habrá «innovación» «experimentación».

Personalista

Bezos también aseguró que no piensa ocuparse del día a día en el diario, pero es algo que cuesta imaginar. Según relatos de sus colaboradores, es alguien que se involucra personalmente en cada uno de sus grandes empeños y también en detalles mínimos, tiene ambiciosos planes, se concentra en complacer al cliente y es capaz de exigir -y mucho- a sus empleados. En Amazon, según contaba ayer The New Yorker, las horas extras son casi obligatorias, las metas de productividad extremas y en sus almacenes en verano se rozan los 38 grados. En vez de instalar aires acondicionados, hay paramédicos para atender a los empleados.

A este graduado cum laude en informática e ingeniería en Princeton, y que empezó Amazon a los 30 años en un garaje financiado por sus madre y su padastro de origen cubano, no le faltan críticos. Dennis Johnson, un pequeño editor (y una de las víctimas del crecimiento de Amazon), ha visto en la compra del Post «el remate en el desarrollo de uno de los monopolios verticales más poderosos de nuestra historia, que es además uno de los que más controla en términos de temas culturales».

Otros prefieren darle el beneficio de la duda o dejarle probar. No por nada miran a alguien que ha hecho de la paciencia una de sus señas de identidad. Y de su éxito.