ENTRE TODOS

Por un reloj europeo

Los horarios comerciales, del ocio, del espectáculo, del mundo profesional y del mundo educativo difieren entre ellos, lo que supone un importante gasto económico y perjudica la conciliación y la productividad. Decenas de lectores han propuesto a EL PERIÓDICO fórmulas para regularizar los horarios y la mayoría apuestan por adaptarse a los países vecinos.

Regresar al huso de Greenwich, la jornada intensiva, la apertura de comercios y el ocio, claves para racionalizar horarios

INMA SANTOS HERRERA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Primera conclusión: el caos de horarios, muchos de ellos tardíos, con el que vivimos no satisface a nadie. Segunda conclusión: tenemos un ejemplo claro a seguir: Europa. Sí, esa Europa tan poco apreciada últimamente es el claro referente para las decenas de lectores que han contribuido al debate abierto por EL PERIÓDICO respecto a cómo racionalizar una organización horaria que daña la productividad y la conciliación y que supone, entre otras cosas, una onerosa factura energética. En palabras de Ramon Llonch (Mollet del Vallès): «Necesitamos horarios en sintonía con Europa: desayunar en casa y temprano, comer a las 12.00 o las 13.00 horas y cenar a las 19.00 horas». Esta es la unánime fórmula mágica.

Más allá de los tópicos sobre la cultura mediterránea, el carácter español también es fruto de su huso horario. España se rige desde 1942 por el huso de Alemania a pesar de que por su ubicación geográfica le correspondería el de Gran Bretaña. Fue una decisión tomada por Francisco Franco guiado por su afinidad con el régimen nazi. Un capricho responsable de que las actividades cotidianas se retrasaran en España con respecto al resto de Europa. ¿Solución? «Adoptar la hora GMT permitiría no solo un ahorro energético sino adaptar nuestra forma de vida a la del resto de países europeos», propone J.I.S. (Bétera, Valencia).

CAMBIO DE CHIP / España es el país que menos duerme de Europa, el que más horas pasa en el trabajo y, paradójicamente (o no tanto, porque una cosa va con la otra), el menos productivo. «El problema no está en los horarios - argumenta Luis Teruel, de Barcelona-, sino en la mala gestión y organización dentro de los mismos». Hay que cambiar, pues, el chip. «Se trabaja para vivir, y no al revés», reivindica Andreu Carmona (Barcelona). Y es en este punto en el que la palabraconciliaciónse repite una y otra vez en las cartas enviadas por los lectores. Un concepto que, sin embargo, no acaba de cuajar en este país. Los ciudadanos lo piden, pero los políticos, aunque dicen tomarlo en serio, no avanzan («En un debate televisivo, Rajoy y Rubalcaba estaban de acuerdo en que se necesita un cambio de los horarios. Estamos esperando». Felipe. A Coruña)

Y en esa eterna espera, los lectores contribuyen con ideas para esa ansiada conciliación, siempre con la mirada puesta en Europa («Hay que mirar los horarios de países productivos, los horarios para sus actividades comerciales, educativas y de ocio y adaptar los nuestros» Will Mart. Barcelona). Y si no podemos adaptarnos, buscar alternativas. Por ejemplo, «escoger las horas de trabajo para conciliar horarios escolares y laborales», dice Maria Carme Sebastià (Badalona). «Jornada intensiva ya», reivindica Yadira Zamora (Barcelona) y, si no es posible, apostar por el teletrabajo: «Trabajar desde casa es una opción que no tiene por qué ser marginal» (Andreu Carmona. Barcelona).

Pero esta flexibilidad laboral, consideran los lectores, debe estar acorde con otros ámbitos de la vida cotidiana: «Hay que regular los horarios de ocio nocturno» (Joan Amela. Barcelona), establecer «horarios comerciales hasta las 20.00 horas» (Francesc Seró. Matadepera). Y sí, avanzar la programación de la tele «y del fútbol entre semana» (Gustavo Adolfo Mañas). En palabras de Pedro Cano (L'Escala): «Más productividad, más conciliación y más horas de sueño». Seamos europeos. Pero en todo.

Según la campaña de la Generalitat para prevenir los trastornos de la conducta alimentaria de los adolescentes, una comida en familia al día reduce en un 35% el riesgo de padecer anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y obesidad. «Depende de nosotros la salud de nuestros hijos e hijas. Prevengámoslo en familia», dice la campaña. No sé hasta qué punto se reduciría este riesgo (y muchos otros) si en lugar de una comida en familia fueran dos, pero de lo que sí estoy seguro es de que una adecuada conciliación de la vida familiar y laboral haría que la salud de nuestros hijos --de la que siempre somos los máximos responsables-- dependiera más de nosotros mismos.

La cultura de horarios en España está influida por el tiempo, por una parte, pero mucho más por la intransigencia por parte de los empresarios. Empezar el día laboral tarde y terminar tarde con un descanso de dos o tres horas en el medio me parece de locos. Las consecuencias de esta fórmula son jornadas laborales eternas y familias desestructuradas en las que destacan los divorcios y el fracaso escolar.

Sin embargo, no parece que esta concepción vaya a cambiar, porque los empresarios en España solo adoptan y reproducen las medidas más perjudiciales como, por ejemplo, permitir que los comercios abran también los domingos. En este país, los empresarios tienen una mentalidad anticuada que les impide contemplar la posibilidad de hacer las cosas de manera diferente.