DIMISIONES PAPALES
Igual que Celestino V
La renuncia al cargo de Pietro del Morrone, hace 700 años, es el más claro antecedente
Los vientos turbulentos que históricamente han soplado en la cúpula de la Iglesia católica han derivado en la renuncia al cargo de quizá media docena de pontífices, pero al contrario de la que ayer anunció Benedicto XVI, eran renuncias obligadas, a menudo consumadas bajo presión, decididas al calor de la rivalidad entre facciones o en favor de candidatos de consenso, es decir de la armonía general. El nombre que los expertos citan desde ayer como antecedente claro del alemán Joseph
Ratzinger es el de Pietro del Morrone, Celestino V, cuyo papado comenzó en julio de 1294 y terminó seis meses después, el 13 de diciembre, con una dimisión cobijada bajo el paraguas de un indiscutible y santo motivo: la humildad. Del Morrone era un monje eremita que antes de ser nombrado había vivido cinco años en una cueva, y no se sentía digno ni preparado, de modo que dimitió y volvió a la vida ermitaña.
Muchas más dudas sobre el libre albedrío de la decisión se albergan en torno a la renuncia de Juan XVIII, papa 141 de la Iglesia católica cuyo corto reinado acotaron los años 1003 y 1009, y que no falleció en el ejercicio del cargo sino retirado en un monasterio, se ignora si por decisión propia u obligado por el patricio romano Crescencio III. De lo que sí existe constancia (es la primera historia papal debidamente sustentada) es de que fue Ponciano, hace poco menos de 18 siglos, el primer obispo de Roma que no falleció en el trono eclesiástico: en el año 235 llegó a un acuerdo con el antipapa Hipólito, con el que había protagonizado el primer cisma de la iglesia, para abdicar los dos en favor de Antero; quien solo ejerció dos años.
Dantesca cita
Son esta clase de episodios los que abundan en la historia de la iglesia: papas que ceden el puesto por una causa mayor o que son obligados a hacerlo. Se da por sentado, por ejemplo, que tras ser detenido y exiliado en Grecia por orden del emperador bizantino Constante II, el papa Martín I aprobó tácitamente el nombramiento de su sucesor, Eugenio I. Se cita también el caso de Gregorio XII, que en pleno Cisma de Occidente -el periodo de división en el que llegó a haber hasta tres papas- dimitió en favor de la unión, el 4 de julio de 1415, o el de Benedicto IX, que en 1045 vendió su cargo pontificio al Arcipreste Juan de Graciano (futuro Gregorio VI) para poder casarse; o el del propio Gregorio VI, al que el rey Enrique III forzó a abdicar en 1046.
La dimisión de Celestino V la tacha Dante en laDivina Comediade«gran rechazo por cobardía»,pero el papa Ratzinger la admira: considera notable la vida del eremita en busca de dios, y en abril del 2009, cuando fue a la ciudad de Aquila tras el terremoto, aprovechó para visitar su tumba en la basílica de Nuestra Señora de Collemaggio; le rindió honores cubriéndola con un palio.
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