Gente corriente

Rolando d'Alessandro: «Volvería a fugarme por lo que tiene de gesto de rebeldía»

De proscrito a prescrito. Se fugó de la cárcel y vivió 30 años sin DNI ni pasaporte hasta que su delito prescribió.

«Volvería a fugarme por lo que tiene de gesto de rebeldía»_MEDIA_2

«Volvería a fugarme por lo que tiene de gesto de rebeldía»_MEDIA_2

Gemma Tramullas

Gemma Tramullas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sus amigos catalanes no salen de su asombro tras la lectura deSi te'n vas no tornis(El Jonc). Rolando, el sociable intérprete italiano, mantuvo en secreto que fue condenado por asesinato en la convulsa Italia de los años 70 y que se fugó de la cárcel. Halló cobijo en la discreta y tolerante sociedad catalana, donde vivió sin papeles hasta que, 30 años después de una confusa sentencia, su hermana le llamó desde la Toscana para comunicarle que el crimen había prescrito: «Ciao, uomo libero», le dijo. A sus 59 años, es hoy un hombre libre.

-¿Me permite ver su documento de identidad?

-Pues no sé si lo llevo encima... [rebusca en el billetero]

-¿Le ha costado más de 30 años obtener este documento y se lo deja?

-No tengo la costumbre de llevarlo y no me he querido acostumbrar, pero el carnet de conducir sí lo llevo.

-Está a nombre de Rolando d'Alessandro. ¿Es su nombre de nacimiento?

-El nombre no, el apellido sí. Tras evadirme de la cárcel en Italia me dieron un documento de identidad falso para pasar a Francia a nombre de Rolando del Guerra.

-Un militante comunista apellidado Del Guerra en los años 70. Como para pasar desapercibido...

-[ríe] Muy adecuado, ¿verdad? Me quedé con Rolando porque me había pasado 30 años viviendo con ese nombre; además, el otro era el de mi abuelo y no me gustaba.

-¿Cómo vivió y trabajó tantos años en Barcelona sin documentación?

-Cuando entras en la dinámica de que tu vida es así, vas tranquilo; si tiene que pasar algo, ya pasará. He hecho de intérprete en todas las instituciones catalanas, en la escuela oficial de policía, en actos con el Rey... y en todos he pasado sin documentación. Cuando me pedían el DNI la excusa era siempre la misma: «Me lo he dejado». Y funcionaba.

-En el libro manifiesta su desconfianza hacia los periodistas. ¿Qué pregunta se haría a sí mismo?

-[reflexiona unos segundos] De qué estoy más satisfecho en la vida, por ejemplo. ¿La respondo?

-Claro.

-Lo que más reivindico es la evasión. Lo volvería a hacer, costase lo que costase, por lo que tiene de gesto simbólico de rebeldía, de no aceptación de una sentencia ilógica y de una realidad injusta. He intentando mantener esta evasión toda la vida, manteniéndome fuera gracias a mi familia y a mis amigos y no dejando de ser quien era: una persona que no quiere tolerar las injusticias.

-Se fugó de la cárcel con un serrucho y en compañía de un fascista y un ladrón. De película.

-La primera vez que me propusieron una fuga dije que no, porque estaba convencido de que me absolverían. Pero cuando me sentenciaron con pruebas circunstanciales decidí que jamás volvería a jugar a su juego. Me hubiera fugado con el mismísimo demonio.

-En su ciudad natal hay quien aún le tiene por asesino, en cambio aquí es un intérprete que no ha roto nunca un plato y en contextos alternativos le han confundido con un secreta.

-Esto me crea inquietud. A mí me gusta mucho socializar, pero mi experiencia a menudo me aleja de la gente. Durante muchos años no pude contar a mis amigos una parte de mi vida que era esencial para entender quién soy. En Italia tengo amigos incondicionales pero también soy el asesino que se evadió y que encima tiene el morro de escribir.

-¿Sus amigos catalanes jamás han dudado de su inocencia?

-No. Pero en Italia hay gente que considera que quedé traumatizado por la experiencia y que por eso tengo una actitud tan radical.

-Porque usted sigue luchando contra los excesos del sistema.

-Formo parte de la plataforma contra la represión Rereguarda en Moviment, una de las integrantes de la querella del 27-M por el desalojo de la plaza de Catalunya. La represión es una metáfora del poder, es allí donde el poder se manifiesta en toda su crudeza. El 27-M fue emblemático. Más allá de las palizas gratuitas que se repartieron, sirve para recordar que estamos en una democracia en la que, si no quieres recibir ostias de los que defienden el poder, tienes que quedarte en casa.