La base de una lacra social

El maltrato se ceba en las adolescentes por su inexperiencia

MANUEL VILASERÓ
MADRID

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Campañas de publicidad, cursos, terapias, medidas judiciales y policiales. Las administraciones han llevado a cabo infinidad de actuaciones contra la violencia machista en la última década pero los datos, tozudos, se resisten a mejorar. El número de mujeres muertas ha oscilado desde el año 2003 entre 56 y 76, con muchos altibajos y sin ninguna mejoría ostensible. ¿Qué está fallando? O mejor. ¿Qué se puede hacer para que la situación mejore de verdad a medio o largo plazo? Todos los expertos coinciden en que es vital atajar los gérmenes de la violencia en su estadio inicial, cuando aún no ha llegado a la agresión física, y convertir esas actitudes que las víctimas no identifican como maltrato en el principal objetivo a erradicar.

Un grupo de investigadores ha analizado el punto donde se inicia ese camino sin retorno, la adolescencia, y los resultados no son precisamente esperanzadores. El porcentaje de jóvenes que se reconocen como maltratadas, el 6%, casi duplica al que se da entre adultas (3,6%), el 12% han sentido miedo alguna vez de su pareja y el 26% confiesan estar o haberse sentido atrapadas en una relación.

ABUSO NO PERCIBIDO / Es la primera vez que un estudio sobre jóvenes utiliza esos dos últimos indicadores, los sentimientos de miedo y situación sin salida. El director del estudio, Luis Rodríguez Franco, profesor de psicología de la Universidad de Sevilla, cree que con ellos se obtiene la versión más aproximada posible de lo que el denomina «maltrato no percibido», aquel que la mujer no siente como tal, pero que existe. «Son mujeres que están coaccionadas, humilladas, pero no pueden salir de la relación por su dependencia psicológica. Dependen del varón pero al no existir violencia física no se consideran maltratadas. Cuando llegan los golpes ya es tarde. Quieren cortar con el agresor pero en muchos casos no pueden», explica.

El estudio, efectuado entre 2.036 adolescentes y jóvenes de entre 14 y 25 años de escuelas de secundaria y universidades de Sevilla, Oviedo, A Coruña, Pontevedra, Huelva y Valencia y publicado por el International Journal of Clinical Health Psychology, rastrea también ese maltrato oculto a través del cuestionario que utiliza el Instituto de la Mujer en sus macroencuestas, pero los autores creen que los resultados son poco precisos, aunque también reveladores de una situación alarmante.

El cuestionario plantea preguntas como: «¿Te critica, insulta o grita?», «¿te aísla de amigos o familia?», «¿te humilla o subestima?», etcétera. El 71% de las encuestadas contestaron afirmativamente, como mínimo, que sufrían una de esas actitudes con frecuencia y el 34% eran víctimas de más de tres.

CAMPAÑAS INEFICACES / ¿Qué está ocurriendo? Rodríguez Franco, que lleva más de cinco años trabajando en institutos y universidades, cree que «las campañas no están llegando a los jóvenes». «No están diseñadas para que las víctimas de maltrato se den cuenta de que lo sufren. Se habla de tolerancia cero, pero no se especifica qué es lo que no deben tolerar», argumenta.

Y eso ocurre en una etapa de la vida de las mujeres en la que «les falta información y experiencia» y buscan «al príncipe o al chulo, pintado como un ser fuerte y varonil». Es en esa etapa en la que hay que luchar contra estos estereotipos proporcionando sobre todo información preventiva con campañas específicas porque cuando se llega a la edad adulta puede ser tarde. «Es muy difícil escapar entonces al papel de víctima», señala el director del trabajo.

Muchas veces se habla de que las maltratadas no rompen con sus parejas por la dependencia económica pero el estudio demuestra, según sus autores, que la clave está en la dependencia emocional, mucho más fuerte que cualquier otra. Casi ninguna de las entrevistadas convivía con su pareja y dependía económicamente de él, pero no podían cortar por razones sentimentales.

El estudio revela un nivel de tolerancia «sorprendente» con todas las actitudes relacionadas con el maltrato. Entre un 5% y un 8% de las encuestadas consideran poco o nada molesto sufrir golpes, ser objeto de tocamientos ajenos a su voluntad, ser tratadas como un objeto sexual, ser humilladas en público, ser ridiculizadas por sus creencias religiosas o por su clase social y sufrir robos por parte de la pareja. «Observar el porcentaje de mujeres que toleran estas actitudes justifica una intervención preventiva urgente desde el sistema escolar», concluyen los investigadores. Estos creen que la sociedad ignora la situación porque la violencia en estas edades no es tan visible, no se trata tanto de maltrato físico como de coacción emocional, y las jóvenes sienten vergüenza, no solo de denunciarlo, sino incluso de confesarlo a los más próximos.

PESIMISMO / Miguel Lorente, el delegado para la Violencia de Género del anterior Ejecutivo, sostiene que la Administración es consciente de esta situación y que por eso se llevaron a cabo campañas específicas, aunque admite que podría haberse hecho mucho más. «En este campo siempre te quedas corto», advierte.

Su diagnóstico es pesimista. Cree que a la inercia de los patrones culturales acumulados durante siglos se está sumando ahora «un movimiento reactivo» contra el feminismo y las políticas de igualdad. «Es difícil combatir solo desde la información la instrumentalización de la mujer en series televisivas y publicidad; se hacen subastas de solteras, se sortean cirujías de pecho», señala Lorente, que apunta también a la escuela como una clave. Aunque el rumbo que ha tomado el nuevo Gobierno con la sustitución de Educación para la Ciudadanía no le induce tampoco al optimismo.