Generación Tahrir
Una acción ilegal y agresiva
Álvaro Alsina
Estudiante de cine. Acampado en la plaza de Catalunya.
Estudiante de cine. Acampado en la plaza de Catalunya.
Álvaro Alsina
No sé si es por una falta flagrante por mi parte de comprensión de los políticos, pero aún no puedo entender lo que sucedió ayer en la plaza de Catalunya. La Conselleria d'Interior, el ayuntamiento y los jefes de los Mossos d'Esquadra han puesto en marcha su aparato represivo para disolver una manifestación ciudadana, que en todo momento ha tenido la no-violencia como motivación, de la forma más agresiva, hipócrita e ilegal posible.
Agresiva, porque la violencia ha sido extrema. Alguien tendría que dar un cursillo a los Mossos para que, al menos, no nos insulten a nosotros ni a nuestras madres justo antes de golpearnos con las porras y dispararnos con pelotas de goma. Hipócrita, porque hasta anteayer, por televisión, se veían imágenes de todos los políticos catalanes mostrando su simpatía hacia los indignados, su respeto. Ilegal, porque su actuación ha consistido en la incautación absolutamente injustificada de todo el material que había en la plaza y agredir a personas que estaban sentadas en el suelo con las manos levantadas, todo ello sin ninguna voluntad de mediación con el equipo legal de la acampada, y ni siquiera una orden judicial que, por decirlo de alguna manera, legitimara la actuación, si es que esto es posible.
No puedo entender lo que ha pasado si no es en clave de una muestra clarísima de pánico por parte del Govern. Lo cual, pienso, es una buena señal. Ya se sabe: que la casta política tenga miedo del pueblo es una señal de salud democrática. Pero no es suficiente. Creo que cualquier persona con un mínimo de dignidad, o de ganas de evitar la náusea cada vez que se mire al espejo, dimitiría después de lo de ayer. La acción ha sido absolutamente absurda. La plaza vuelve a estar llena, de hecho, más llena que nunca, porque hoy el Govern se ha quitado la máscara y ha golpeado los cuerpos de las personas que se atreven a levantar la voz. El cuerpo, pero nunca la fe.
Dimita, señor Puig, dimita y quizá dentro de un tiempo podrá dormir tranquilo. Al menos dentro de unos años podrá decir que un día reencontró la dignidad.
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