LAS SECUELAS DEL TERREMOTO Y SU RÉPLICA

Lorca empieza a rehacerse aunque miles de personas siguen sin casa

SERENIDAD Y DOLOR 3 Arriba, cola para desayunar en uno de los campamentos de emergencia. A la izquierda, abrazos entre familiares de las víctimas en el funeral. A la derecha, el príncipe Felipe, consolando a allegados de los fallecidos.

SERENIDAD Y DOLOR 3 Arriba, cola para desayunar en uno de los campamentos de emergencia. A la izquierda, abrazos entre familiares de las víctimas en el funeral. A la derecha, el príncipe Felipe, consolando a allegados de los fallecidos.

EDWIN WINKELS

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La mañana en la que se rindieron honores a los muertos, la vida comenzó a regresar a Lorca. Tras dos noches larguísimas de miedo, incomodidades e incertidumbre y un día, el jueves, de huida en estampida de una ciudad fantasmagórica y sembrada de cascotes, los habitantes, comerciantes y hosteleros se asomaron ayer a sus calles y se adentraron en sus viviendas y negocios para descubrir cómo el doble terremoto del miércoles afectará o no en los próximos meses a su vida.

Tras el estupor y el temor del jueves, tras las lágrimas y la piel de gallina que aún se apoderan de cualquier lorquino que relata el momento del segundo temblor, el de 5,2 grados en la escala de Richter, ayer fueron la curiosidad y la valentía, pero sobre todo la necesidad lo que empujó a mucha gente a ir a observar los daños, a descubrir si en la fachada de su edificio tenían una pintada verde, amarilla o roja para reflejar el estado de su casa.

Los técnicos, unos 200 arquitectos, ingenieros y aparejadores que se han ofrecido voluntariamente para inspeccionar y valorar las 1.717 edificaciones (o sea, bloques de varias viviendas y, en muchos casos, con comercios en los bajos) más dañadas por el seísmo, tenían previsto terminar anoche su trabajo. Según los últimos datos, casi la mitad de los afectados (48%) pueden regresar a sus casas, mientras que el 40% puede entrar y salir, pero no vivir, según elcódigo amarillo, y el 12% restante no puede pasar ni el umbral de su piso o negocio, ya que los edificios sufren daños estructurales.

REFUERZO DE PILARES / Pero eso no quiere decir, según resaltó ayer el consejero de Obras Públicas de Murcia, José Ballesta, que estos edificios vayan a ser declarados en ruina. «La mayoría no habrá que demolerlos, sino que con obras específicas, como reforzar pilares y paredes, se podrán arreglar». Solo una pequeña parte, que se encuentran en peor estado, serán marcados con una pintura negra que aconseja el derribo.

Un bloque entero de pisos de menos de 10 años de antigüedad se plegó como un acordeón por culpa del terremoto en el barrio de La Viña, en el sur de la ciudad, matando a una mujer que pasaba por delante. Ese hormigón crujido y débil es el símbolo más llamativo del efecto devastador del terremoto, y es el escenario donde se presentaron ayer por la mañana el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y los príncipes de Asturias, antes y después, respectivamente, del funeral por cuatro de los nueve muertos.

«La afectación es muy grande», reconoció Zapatero, que anunció para el martes la firma de un convenio del Ministerio de Fomento para una rápida reconstrucción. «El terremoto ha sido fuerte, pero es más fuerte este país», añadió, tras alabar la actitud de la gente y el trabajo de todos los cuerpos de seguridad y de emergencias. En Lorca, estos días de confusión, no ha habido altercados.

Con la misma serenidad y resignación comenzaron a regresar los habitantes a Lorca, casi ajenos al funeral presidido por el príncipe Felipe y Letizia, con presencia de Zapatero y el presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, entre otras autoridades. Ni siquiera la visita de la pareja real a dos de los lugares más afectados causó expectación. Nadie se quedó al borde de la calle a saludarles, porque la prioridad de la gente de Lorca es otra.

PUNTO DE ENCUENTRO / «Ya abrimos el mismo jueves, porque el bar no ha sufrido ningún daño, aunque el almacén está destrozado. Pero estamos cerca de la comisaría, y queremos poder servir a todos los agentes y militares que han venido a ayudar», decía Tina tras la barra del bar Floridablanca, que se convirtió en un punto de encuentro, uno de los pocos locales abiertos para tomar algo y compartir experiencias. Y cada uno de los 92.000 habitantes de Lorca tiene una historia que contar.

De ellos, unos 40.000 están o han estado realmente afectados por los efectos del terremoto, sin poder entrar estos primeros días en sus casas, según las primeras estimaciones del Ayuntamiento. Pero la gran mayoría logró encontrar cobijo en casas de familiares o segundas residencias y solo unas 2.000 personas, la mayoría de ellas inmigrantes, pasaban la noche del jueves al viernes en uno de los tres campamentos con tiendas y literas.

Pese al aparente desorden en una ciudad castigada por un inesperado desastre natural, los trabajos avanzaban ayer a buen ritmo, aunque no siempre a gusto de todos. «Necesitamos inspección técnica urgente», se leía en el papel que colgaron los responsables de un supermercado en una avenida principal. Querían saber ya si deben retirar sus productos frescos o si les dan permiso para abrir. Esas inspecciones las realizaban sin pausa 26 equipos de técnicos. Mientras, otros 12 equipos de 10 albañiles cada uno ayudaban a los bomberos y militares a retirar escombros y derribar muros o cornisas en un estado peligroso.

Porque en Lorca, ayer, aún había que mirar a veces al cielo, para fijarse en el estado de las fachadas, aunque abajo el suelo no volvió a temblar. Faltaban, eso sí, los niños en la calle. Hubo pocos, porque, de momento, no hay colegio. Hasta 12 de los centros educativos ya no podrán abrir en lo que queda de curso, más de un mes. Pero lo que han aprendido los chavales estos días les servirá para siempre.