Cerebros en fuga

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 15 de marzo del 2011

ESPAÑOLES EN AUSTRALIA LUIS MAURI HESPÉRIDES

ESPAÑOLES EN AUSTRALIA LUIS MAURI HESPÉRIDES / periodico

LUIS MAURI / Perth

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Son españoles. Jóvenes. Treintañeros. Profesionales cualificados. Muchos de ellos, altamente cualificados. Hablan idiomas. Son inmigrantes en Australia. En el confín del mundo. En las antípodas. Son talentos en fuga. Huyeron de la falta de empleo o del infraempleo y de los salarios mileuristas en España.

Un grupo de ellos reside en Fremantle, el municipio del área metropolitana de Perth en cuyo puerto está atracado el Hespérides. El químico Oriol Aixalà, barcelonés de 33 años y lector de EL PERIÓDICO en la distancia, y sus amigos españoles han invitado por medio de este diario a los investigadores y los militares del Hespéridesa una paella de bienvenida. A cambio, piden que les cuenten algunas historias científicas y marineras. La cita es el miércoles por la noche en casa de Aixalà. Tres días antes, el domingo pasado, le contaron las suyas propias al enviado especial de este diario en torno a una mesa con un delicioso pescado recién capturado por ellos mismos en una playa de Fremantle.

Integran el grupo de emigrantes o inmigrantes (según se mire desde España o Australia) una quincena de personas, quizá algunas más. Tienen edades parecidas, excepto la catalana Núria, la más veterana, que llegó a Australia en los años 70 y es la piedra angular de la peña. Se reúnen al menos una vez por semana. Quedan en casa de uno o de otra, o salen juntos a tomar cerveza, a pasar un rato en la playa o a escuchar música en alguno de los muchos cafés de Fremantle que ofrecen actuaciones en vivo.

Oriol Aixalà --"pon también el segundo apellido, Marimon, que mi madre estará contenta"-- lleva tres años y medio en Fremantle. Es uno de los principales animadores del grupo. "Oriol es incansable", dice Javier, bombero forestal, 33 años, leonés excepto cuando cocina paella. Entonces es alicantino: nació en Alicante y creció en León. "Siempre tiene una convocatoria para una fiesta, una paella, una salida. La invitación a los expedicionarios delHespérides, sin ir más lejos, fue idea suya", prosigue Javier.

Cuando terminó la carrera en Barcelona, Oriol encontró trabajo en una multinacional química sueca. En Suecia. Trabajó allí durante un tiempo, hasta que hace tres años y medio un cliente australiano le ofreció empleo en Fremantle. La oferta era interesante. No se lo pensó mucho. Hizo las maletas y cambió las gélidas noches escandinavas por el ardiente sol australiano. Acaba de conseguir la residencia permanente. Dentro de un año podrá obtener la doble nacionalidad.

Este joven químico es, ya se habrá deducido, un tipo inteligente, inquieto, despierto y muy abierto. Pero esas cualidades no explican por sí solas su periplo. "La principal razón para marchar de España fue la falta de empleos con sueldos razonables, al menos en mi profesión".

En Australia, el salario mínimo interprofesional, el que cobra un trabajador no cualificado y recién llegado está en torno a 15 dólares por hora, lo que viene a salir por 2.400 dólares al mes, es decir, unos 1.800 euros. La vida es cara, pero la diferencia salarial con España, reino del mileurismo, es abismal.

Parecidas razones llevaron a Fremantle al resto de los miembros del grupo. Como el biólogo de Azkoitia Santiago Larrañaga, 35 años. Después de doctorarse en España, hizo un posdoctorado en Canadá. Al terminar, en su país no le aguardaba ninguna oferta de trabajo. En Australia sí consiguió empleo y un buen sueldo, en la Edith Cowan University, bautizada así en honor a la primera mujer parlamentaria de Australia. Llegó a Fremaltle hace nueve meses.

La anestesista vallisoletana Cristina Cilla, 34 años, lleva dos años en el hospital de Fremantle. Trabajaba en el Hospital de Bellvitge, pero no estaba de acuerdo con los sueldos que paga la sanidad pública española. Envió un currículo y la aceptaron de inmediato.

Poco tienen que ver estos emigrantes con los de la Operación Canguro, los obreros manuales españoles que emigraron a Australia en los años 50 y 60 para cortar caña, cultivar el campo o trabajar en los altos hornos. Pero, como ellos, comparten historias de necesidad (otro tipo de necesidad, por supuesto), de superación y de desarraigo. Un sentimiento, este último, que combaten haciendo piña entre ellos. "En España, los españoles se quejan de que los inmigrantes se juntan entre ellos y no se integran; pero es lo mismo que hacen todos los emigrantes en el mundo, como nosotros aquí", interviene Javier, el bombero. Es un mecanismo de apoyo y defensa mutua.

El empleo es abundante; los sueldos, altos, y la vida, plácida. Este es el anverso de la moneda. El reverso, la melancolía, la nostalgia de la familia y los amigos que quedaron en España. "Y del jamón y de salir de cañas hasta las tantas", apuntan Cristina y Javier.

También está David Ángel Toribio, madrileño, 38 años. Él llegó a Australia mucho tiempo antes que sus amigos, en 1984. Trabaja en la compañía eléctrica como técnico en redes de alta tensión. "Cuando en casa le pido que me arregle un enchufe, él dice que ese trabajo no es de su categoría", bromea su mujer, Tatiana, 39, que llegó a Fremantle en los años 80, con su madre, refugiada política chilena.

David y Tatiana tienen claro que ya no se moverán de Australia. Los demás no tienen una idea muy consolidada sobre si volverán o no a España. Excepto Javier. "Tarde o temprano regresaré", dice. "La vida aquí es muy distinta, muy individualista, muy autocomplaciente, muy conformista, con poco sentido comunitario". Él no lo tendrá mal para volver. Tiene una excedencia como agente forestal en Guadalajara.

Las historias de la peña española de Fremantle ponen punto final a este blog,A bordo delHespérides,en el que EL PERIÓDICO ha dado cuenta diaria del desarrollo de la etapa Ciudad del Cabo-Perth de la Expedición Malaspina, la mayor misión de investigación oceanográfica de la historia de España. Punto final a menos que el grupo de Oriol Aixalà explique mañana o el jueves a los lectores de EL PERIÓDICO cómo fue su cena con los científicos y los militares del Hespérides. Sigan atentos, por favor.