CONFLICTO EN LOS AEROPUERTOS

Tregua política entre mordiscos

Pese al armisticio acordado entre sus jefes hasta el debate de mañana, PSOE y PP continúan atacándose

JUAN RUIZ SIERRA
MADRID

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La crisis en el control aéreo es para el PP y el PSOE como los dulces reservados a los Reyes Magos para los niños. El objeto del deseo está protegido en ambos casos -en el primero por la tregua pactada el lunes por José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy hasta el debate de mañana en el Congreso sobre la actuación del Gobierno; en el segundo, por la tradicional amenaza familiar de que si desaparecen los caramelos del calcetín los espléndidos señores barbudos no dejarán regalo alguno-, pero aun así sigue estando ahí, y la tentación, tanto para ciertos menores como para algunos políticos, es demasiado grande.

Un día después del armisticio entre el jefe del Ejecutivo y el líder de la oposición, dirigentes de ambos partidos volvieron ayer a enseñarse los dientes. Fueron mordiscos suaves, muy alejados de las dentelladas del fin de semana, cuando algo más de 600.000 personas se habían quedado sin volar por la huelga caníbal de los controladores, los populares pedían la cabeza del «malvado e inepto» ministro de Fomento y los socialistas acusaban al PP de colocarse al lado de los «presuntos delincuentes» en un «ejercicio de obsceno oportunismo». Pero fueron mordiscos.

Responsables y culpables

Comenzó a tarascar, en Albacete, la secretaria general de los conservadores, María Dolores de Cospedal. «El viernes por la mañana -dijo-, el Gobierno sacó un decreto que tuvo unas consecuencias excesivas y salvajes. Hay que saber si el Gobierno tenía conocimiento de cuáles iban a ser las consecuencias. También hay que saber si ha estado haciendo algo, aparte de echar la responsabilidad a los controladores, que la tienen y mucho, pero hay que saber qué ha hecho el Gobierno».

Dos horas más tarde, al portavoz parlamentario de los socialistas, José Antonio Alonso, le pidieron una respuesta a estas palabras, que ponen en duda la idoneidad temporal de aprobar en vísperas de un puente una medida potencialmente traumática. La dio. «¿Es consciente de lo que está diciendo la señora Cospedal? -preguntó Alonso-. ¿El Gobierno tiene que pedir permiso a los controlado- res para aprobar un decreto, no sea que se vayan a enfadar? El PP actúa en este asunto de forma contradictoria».

Así las cosas entre los representantes de la centralidad política española, hay que ir al extrarradio para encontrar algo más. A IU y ERC, por ejemplo, que consideran -lo dijeron Gaspar Llamazares y Joan Ridao- que el Ejecutivo está «sobreactuando» en un conflicto para cuya solución no debería haberse recurrido al estado de alarma. O a CiU, cuyo líder en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, alabó el «coraje» del Gobierno, criticó que este aprobase el decreto el pasado viernes en lugar de cualquier otro día y acabó confesando que sentía «vergüenza» del PSOE y el PP por haberse «peleado sin escrúpulos».