EFECTOS DE LA CRISIS EN EL SECTOR

Bocadillos en las pistas

M. J. I.
BARCELONA

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Les faltaba la nieve y ya la tienen aquí. El temporal de esta semana y la drástica caída que han experimentado los termómetros han conseguido que el sector turístico del Pirineo afronte con cierto optimismo la que será la tercera temporada de esquí de la crisis. Optimismo comedido, pero optimismo. «La clave es que haya nieve. La crisis es menos crisis cuando las pistas tienen buenos espesores de nieve», afirma Joaquim Alsina, gerente de la Associació Catalana d'Estacions de Muntanya (ACEM). Para hacer más llevadera la situación,

las estaciones catalanas han optado este año por congelar sus tarifas o como mucho por aplicarles el IVA revisado de julio.

La receta de la nieve funciona, en principio, para casi todos los agentes implicados en el negocio, aunque los hosteleros (sobre todo, los propietarios de restaurantes) aseguran que ellos sí han notado la crisis. Sus ingresos del 2008 y del 2009 bajaron entre un 10% y un 15%. Los hoteles afrontan esta campaña

con descuentos de hasta el 20%.

Menos noches fuera

Y es que, como primera medida de contención, los clientes han reducido el número de noches fuera de casa. Hace ya un tiempo que los empresarios del Pirineo ven cómo los esquiadores contienen gastos disminuyendo el número de pernoctaciones. Los alojamientos están constatando que las vacaciones se han recortado a prácticamente la mitad.

«Si antes la gente pasaba toda una semana, o incluso 10 días, en la nieve, ahora las estancias se limitan a los cuatro días estrictamente festivos», observaba a finales de la pasada temporada Roberto Buil, director comercial de Vaquèira-Beret (Vall d'Aran). Además, «cada vez hay más clientes que llegan a su destino durante la mañana del primer día de vacaciones, en lugar de hacerlo la noche anterior, como ocurría hace unos años», agregó.

La comida, de casa

No fue nuevo, pero el año pasado se notó más que nunca. La gente que acude a las estaciones trata de ahorrar, desde hace ya un tiempo, con comida preparada en casa, en lugar de consumir en las cafeterías de las estaciones. «Cada vez más clientes compran solo el forfait [pase], que es lo básico para poder esquiar, y se traen el bocadillo de casa», confirma un portavoz de Masella (Cerdanya), un complejo que por su cercanía a Barcelona tiene mucho esquiador de un solo día.

También las escuelas de esquí y los albergues del Pirineo pudieron dar fe el invierno pasado del descenso de cursillistas. Las semanas blancas organizadas por las escuelas o por operadores turísticos pueden suponerles esta temporada una merma importante de clientes, aseguran. Además, los aficionados a los deportes blancos que acuden a las pistas en familia o con amigos solo contratan a monitores en casos muy puntuales, para evitar gastos adicionales.

Otro fenómeno atribuible a la crisis económica es el aumento de negocio que han registrado los establecimientos de alquiler de material de esquí. «Además de la gente que esquía de forma esporádica, muchos aficionados acuden al alquiler para no tener que renovar el material. De esta manera, pueden esquiar siempre con las últimas novedades», explica el propietario de un establecimiento.