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Anna Xalabarder: «Cantar el 'Virolai' ante el Papa me puso la piel de gallina»

Anna Xalabarder, ayer.

Anna Xalabarder, ayer.

BLANCA ESPACIO
BARCELONA

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Canta por vocación. Y toca todos los palos, del gospel a la lírica. Pero ayer, Anna Xalabarder, de 41 años, tuvo una actuación especial. No era la protagonista, ni falta que hacía, porque cantar en la Sagrada Família, junto a otros 700 cantores y ante el Papa, fue un honor.

-¿Un honor como creyente?

-Creo que es un honor como catalanes, creyentes o no, tener a un líder espiritual entre nosotros.

-¿Muchos nervios?

-Mucha emoción. Y la sensación de estar participando en un acontecimiento histórico.

-Usted canta en la Coral Baluern. ¿Cómo fue seleccionada?

-La Federació Catalana d'Entitats Corals hizo una llamada para crear una coral especial para esta cita, que hemos formado 300 personas.

-Ayer fue el gran día.

-A las siete de la mañana estaba en la Sagrada Família. Y salí a las dos de la tarde. Pero se me hizo corto.

-¿La registraron para entrar?

-Pasé por un escáner, como en los aeropuertos, y mostré el DNI y la invitación. Nada más.

-La misa comenzó a las diez. ¿Qué hicieron esas tres horas?

-Charlar. Comer un bocata los que llevábamos algo en el bolso. Hacer fotos con los móviles, porque las cámaras estaban prohibidas. Y a las 9.30 horas, ensayo.

-¿Su primera impresión?

-Admiración por la belleza de la Sagrada Família. Parece que estás en un bosque futurista con muchísima luz. Es impresionante. Ahora entiendo que haya tantos turistas.

-¿Qué comentaban los cantores?

-Que estábamos viviendo un momento único. Y que la ceremonia había sido solemne pero emotiva.

-¿Su momento más emotivo?

-Cuando todos, corales y público, cantamos el Virolai. Se me puso la piel de gallina.

-¿Y de los mensajes del Papa?

-Desde arriba no se oía nada. Tampoco veíamos el altar. Pero como llevaba una radio con un auricular pude escuchar algo. Me gustó cuando dijo que la Sagrada Família es la creación en piedra.

-Y al final, el Aleluya de Händel.

-Tras la contención de la misa fue un instante de apoteosis, una explosión de la energía acumulada.