Inspiró a Tom Wolfe

Charles Yeager, el piloto que tenía lo que hay que tener

El aviador que rompió la barrera del sonido visita Sort para recordar su fuga de los nazis a través de los Pirineos en 1944, cuando su Mustang fue derribado

ERNEST ALÓS / Barcelona

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Todo el mundo sabía el nombre del individuo que ocupaba el primer puesto del Olimpo, el as de todos los ases, como si dijéramos, entre los fieles hermanos de la cofradía de Lo Que Hay Que Tener».Así presentaba Tom Wolfe a CharlesChuckYeager, el primer hombre que rompió la barrera del sonido, en su libroThe right

stuff, un canto testosterónico a los aviadores norteamericanos que se jugaron la vida en los cielos de Alemania y Corea, como pilotos de pruebas y finalmente en la NASA. Una carrera hacia la cima de una pirámide en la que para superar cada escalón se tenía que superar una prueba. Demostrar que se tiene lo que hay que tener.

Yeager superó un escalón -prefiere hablar de«deber»- cuando él, un paleto de Virginia Occidental, obtuvo las alas de piloto, otro con su primer alemán derribado... y el siguiente en las montañas de los Pirineos, que cruzó en marzo de 1944 huyendo de los nazis después de que su Mustang P-51 fuera abatido sobre el sur de Francia. Ocultado por la resistencia y conducido por un guía que cobró 13.000 francos, la Guardia Civil lo condujo a Sort. Un episodio que recordó el pasado jueves, en la prisión-museo habilitada por el Memorial Democràtic para recordar a los miles de franceses, judíos y aviadores aliados que cruzaron las montañas de la libertad.

«El maquis nos llevó hasta la frontera y nos dijeron que siguiéramos. Fueron cuatro días caminando por la nieve sin nada que comer y con los alemanes patrullando. Pero yo crecí en una zona montañosa muy similar, de niño cazaba ardillas para comer. Y no hay alemán que pueda atrapar a un west virginian en un bosque», explicaba Yeager. A sus 87 años más chulo que un ocho cuando cree que toca, que es casi siempre.

«Sabíamos-continúa su relato-que, una vez en España, nadie nos dispararía. Teníamos instrucciones de que si éramos derribados debíamos intentar llegar a Suecia, Suiza o España». Los pilotos americanos recibían aquí un trato de favor, y a mediados de mayo ya estaba en Inglaterra de nuevo.«La Guardia Civil me dio de beber con un objeto del que salía el agua a chorro-¿una bota? ¿un botijo?-,me trató bien y llamaron al consulado americano».

Los pilotos de las USAAF eran una bendición para el régimen de Franco. El simpático «president Franco» con el que cazó perdices años después.«No importa. España no tenía acceso a petróleo y mi país iba corto de pilotos. Pero sí tengo alguna curiosidad por saber cuál fue mi precio en litros de gasolina».

«AÚn no había cumplido»

Las reglas dictaban que un piloto evadido no podía volver a combatir sobre territorio enemigo.«Si te derribaban otra vez te podían interrogar y descubrir las redes clandestinas de evasión».Pero Yeager no paró hasta que levantaron el veto.«Había volado en cinco misiones y había derribado un solo avión. Tenía que combatir más, aún no había cumplido mi deber».Con su P-51 derribó 13 aviones (oficialmente, 11,5): entre ellos, cinco en un día (el primer norteamericano en lograrlo), un entonces revolucionariojetMe-262...

«No fue muy deportivo por mi parte. El Me-262 no era un avión tan bueno, no podía hacer giros cerrados, tenía media hora de autonomía y cuando aterrizaba era vulnerable. Regresaba de una misión en Alemania cuando vi dos Me-262, me situé detrás de ellos y les seguí -dibuja la maniobra con sus manos quemadas-.Eran 130 kilómetros por hora más rápidos pero tenían que aterrizar. Llegaron a su base y les disparé cuando estaban a 200 metros de la pista. Sí, no fue muy deportivo, pero así es la guerra. Lo peor fueron los antiaéreos, pero como iba tanbajo se dispararon ellos mismos e hicieron explotar sus propios hangares».Ríe. ¿Que sentía al matar a un piloto alemán?«Yo luchaba por mi país y ellos por el suyo, así que no había acritud», dice.«Bueno, ustedes además luchaban por las libertades, eso es una pequeña diferencia, ¿no?» «Mm»,responde.«Mm»,dirán los del Memorial.

Después de la guerra acabó como piloto de pruebas en el desértico Muroc Field.«Cuando me alisté fue como mecánico, por eso me dieron la oportunidad, yo no era necesariamente mejor piloto pero entendía cómo funcionaba la mecánica mucho mejor que los demás». En 1947 se temía que la barrera del sonido fuera un muro de ladrillos que congelaría los mandos y trincharía a los aviones. ¿Qué pensaba cuando intentó romperla?«Ese no es tu deber, tu deber es volar. Era para preocuparse, pero mi trabajo no era preocuparme»,afirma.

Yeager fue el primer hombre que voló más rápido que el rugido de un trueno y formó a generaciones de pilotos de pruebas. Estos, a pilotos militares, y estos, a los civiles. Tom Wolfe dice que primero imitaron y después transmitieron el acento de las montañas de Virginia Occidental de Yeager, que se convirtió en el dialecto del gremio, el inglés mascullado por los pilotos cuando dicen por los altavoces «señores pasajeros, atravesaremos unas turbulencias...»¿Aún? «Ha pasado mucho tiempo»,lamenta.

ADIÓS AL ESPACIO

De sus pilotos de Muroc Field salieron 26 astronautas. Él no lo fue.«No tenía título universitario. Pero además yo no quería ser astronauta, porque van metidos en su cápsula y no vuelan». Sí siguió en el frustrado programa de las fuerzas aéreas para enviar aviones al espacio exterior:«Entrenábamos a pilotos que subían a 100.000 pies de altura y con gravedad cero. Nosotros hacíamos eso, pero la Administración decidió que ya que los soviéticos renunciaban a las armas espaciales, nosotros debíamos retirar a los militares del espacio. Era una analogía estúpida».

Tom Wolfe (y aún más la películaElegidos para la gloria) deja entender que a Yeager le quedó pendiente el último escalón de la carrera de lo que hay que tener. Que por eso se le fue la olla con el NF-104A con el que intentó batir en 1963 el récord de altura de los soviéticos. A 31.700 metros su avión levantó demasiado el morro, cayó en barrena y se pegó un glorioso castañazo. Su casco se incendió y le quemó media cara, y se tuvo que arrancar con un cuchillo un guante fundido (y con él parte de dos dedos).

En la película le interpreta Sam Shepard, que acaba caminando por el desierto con el avión humeando al fondo, con cara de tener lo que hay que tener.«Es una película», aclara. ¿Y Wolfe? ¿Supo entender las normas no escritas de su cofradía?«Es un gran escritor. Pero todo el mundo tiene un trabajo, y el mío es volar».H