La transformación de la capital ampurdanesa
"Este fue un buen lugar"
La nueva estación del AVE de Figueres no se ve desde la mayoría de las casas del barrio de Sant Joan, solo desde el tercer piso de los modestos bloques de viviendas.«Está ahí detrás»,señalan las tres mujeres que ocupan uno de los bancos que, según bromea un joven vecino,«están hechos para seis personas». Bienvenidos sean esa estación en la frontera de poniente de Figueres, en terreno del vecino Vilafant, y los cambios que provocará en la zona.«Este será el nuevo centro de Figueres»,asegura Mario Fernández Mendoza, que al igual que el resto del barrio lleva tres o cuatro años esperando para saber qué pasará finalmente con este rincón olvidado de la capital ampurdanesa.
No tiene Sant Joan -al que solo separa de la estación otro modesto barrio, el Culubret- la imagen de ese«nuevo centro»que augura Mario. Está sucio, aunque da la sensación de que no es únicamente culpa de los vecinos. Los servicios de limpieza municipales parecen evitar estas calles y plazas, donde habitan unas 800 personas, casi todas gitanas. Pero hay gitanos y gitanos, insisten los vecinos.«Ahí arriba -dicen los residentes en la zona más cercana a la carretera de Llers-viven los malos, gente que vino de fuera, de otras partes de España. Ahí hay de todo».
Los Mossos y la Policía Local controlaron la semana pasada durante tres días los accesos al barrio y aprehendieron armas y drogas a 20 personas. En el 2006, los agentes acordonaron toda la zona un día entero por la creciente inseguridad. Es de«ahí arriba»de donde viene la mala fama de un barrio con más de 40 años de existencia. Su historia se hace presente en la memoria y la voz de Encarnación Arenas, Mercedes Amaya y Antonia Castellón, las tres mujeres del banco.
Alquiler de 27 euros
«Todas hemos nacido en Figueres, venimos del Garrigal», que era el barrio tradicional de los gitanos. En los años 60 y 70, las familias fueron reubicadas en Sant Joan.«Al principio pagábamos 500 pesetas de alquiler», un arrendamiento que ahora asciende a 27 euros para los pisos y 50 para las casas. Ahí ya viene un problema:«No me importa que nos lleven a otro lugar, pero no podemos pagar más que ahora», dice Antonia, que vive en una de las casas pareadas, a las que de momento no afectarían los planes municipales.
A los pisos, posiblemente sí. A Mario Fernández le hicieron los cálculos hace tres años:«Unos pocos somos propietarios y tenemos la escritura. En el 2007 me dijeron del Ayuntamiento que nos pagarían 240.000 euros por el piso, pero no sé si eso ahora se mantiene».
Ni a las mujeres ni a Mario les molestaría que la comunidad gitana fuese repartida por diferentes zonas, siempre que ellos pudiesen escoger con qué familias compartir vecindario. Lo que quieren es evitar a«los de arriba». «Este siempre había sido un buen barrio, hasta que vino esa gente. Ahora ya no es lo mismo. Y los viejos que mandaban y lo controlaban un poco, pobrecitos, ya han muerto», dicen las tres mujeres.
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