In memóriam

Entre la ley y la conciencia

Raimon Panikkar, en diciembre de 1999.

Raimon Panikkar, en diciembre de 1999.

Antoni Bassas

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Cierro los ojos y veo aRaimon Panikkaravanzando mientras sonríe con los brazos abiertos. Solo unos cuantos entendieron sus libros, pero todo el mundo entendió su sonrisa seductora.

PorquePanikkarera el hombre que dominaba el catalán, el castellano, el francés, el italiano, el alemán, el inglés, el hindi, más el latín, el griego clásico, el sánscrito y el hebreo. Era el hombre de los tres doctorados (Química, Filosofía y Teología), de los cinco doctorados honoris causa, de una cincuentena de alumnos de todo el mundo que han escrito su tesis doctoral sobre la obra panikkariana, el catedrático de Benarés, de Harvard y de Santa Bàrbara. PeroPanikkarse sentía incompleto si quedaba reducido a la figura de uno de los más importantes filósofos y teólogos contemporáneos. Lo quePanikkarquería era ver las caras de la gente porque aspiraba a hablar al corazón de las personas.Panikkarfue un activo practicante del libro del Eclesiástico: «Sedúcete a ti mismo, y anima tu corazón, y aleja de ti la tristeza. Que la tristeza ha sido la perdición de muchos, y no hace ningún provecho».Panikkarse ha seducido, nos sedujo, y nos enseñó a huir del miedo: «El miedo es la falta de confianza en uno mismo», decía.La dePanikkarera una sonrisa exigente. «Si usted no es feliz, pregúntese por qué», e insistía: «¿Acaso no sabe que se va a morir? ¿A qué viene tanta desesperación?»

El cliché dePanikkarlo retrata como un puente entre Oriente y Occidente. Todo el mundo lo ha enmarcado entre dos polaridades: este y oeste, cristianismo e hinduismo, el Tíber o el Ganges, la India o Estados Unidos.

Pero si nos imaginamos Oriente y Occidente como las orillas de un río,Panikkarno ha sido el puente, sino el río que vive con las aportaciones que le llegan desde las dos orillas.

No es Oriente por un lado u Occidente por otro, sino Oriente y Occidente a la vez.Panikkar, amante de la música clásica, no soportaba el ruido ni las prisas ni el trabajo mal hecho. Ni la supremacía de la ciencia en detrimento del espíritu. Se negaba a aceptar que el hombre fuese solo un mono desarrollado: «Tenemos un pensamiento histórico, lineal, racional y científico, falto del misticismo y el simbolismo orientales. Y la realidad es también histórica, pero no solamente».

Pero es que además, la verdadera dicotomía en la vida dePanikkarno ha sido entre Oriente y Occidente, sino entre Roma y el Evangelio, o entre la ley y la conciencia, teniendo en cuenta que el cumplimiento estricto de la ley le reportó comodidades y seguridades y que el seguimiento de la conciencia le excluyó del juego del poder.

Porque esta es otra dicotomía desconocida dePanikkar: poder o autoridad.Panikkarsiempre prefirió la segunda.

La deRaimon Panikkares la improbable historia de alguien que ha guardado la libertad de pensar y de actuar.Panikkarse complace en la parábola del hombre que escandalizaba a todo el mundo trabajando en sábado, y a quienJesúsdice en la traducción griega de la Biblia: «Feliz tú hombre, si sabes lo que haces, porque si lo sabes, estás perdonado, y si no lo sabes, la misma ley que ignoras te ha condenado».

91 años han dado para construir una vida muy plena, también llena de contradicciones y errores que se hicieron especialmente dolorosos de soportar a la luz de su autoexigencia en los últimos años de vida.Raimon Panikkar se apagó definitivamente ayer, hacia las seis de la tarde, en presencia deCarme, la vecina de Tavertet que se ocupaba de él solícitamente a todas horas hacía años.

Autor de El matí amb Raimon Panikkar (Proa, 2008).