EL TESTIMONIO DE UNA VÍCTIMA

"Era el hombre bumerán"

Un largo proceso 8 La protagonista de esta historia (de espaldas), con Esther Álvarez, del centro de atención.

Un largo proceso 8 La protagonista de esta historia (de espaldas), con Esther Álvarez, del centro de atención.

F.M. / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Empecé a salir con mi marido siendo todavía menor de edad. Ha sido mi única pareja. Al principio era el chico ideal, sin vicios, casero, hogareño… hasta que cambió. Pasó de quererme a sobreprotegerme. Me alejaba completamente de todos y me culpaba de ser la causante de sus celos por mis amistades.

Vine a España. Trabajé en el servicio doméstico. Después vino mi marido pero también con parte de su familia. Y se produjo de nuevo la situación de allá pero sin la presencia de mis padres. Me aisló de todo. Yo trabajaba cuidando casas y él estaba en casa. Nunca encontraba trabajo. Él estudiaba, pero yo, en cambio, nunca podía formarme.

Finalmente pudimos trabajar los dos y llegó una buena época. Empezó a divertirse... y empezaron las infidelidades. Yo intenté separarme, pero él manipuló a los hijos en mi contra. Y a mí me enredaba, me manipulaba y siempre terminaba yo pensando: 'Pobrecito, ha tenido un mal momento, pero ahora ha rectificado'.

Y de nuevo él volvía con la idea de que sonreía mucho a los demás, de que tenía que llevar el cuello más tapado... Así hasta las tres y las cuatro de la mañana. Yo terminaba llorando pidiéndole que se callara. Sus celos me hacían mucho daño, y era yo quien tenía motivos para sentirlos.

Tras estas discusiones, al día siguiente me mandaba mensajes, me regalaba detallitos para que me calmara y de nuevo volvía con lo de: 'Tú siempre estás riéndote, coqueteando...'

Hasta que dije basta. Sin embargo, la amante lo dejó y él regresó. Yo no lo quería en casa. Regresó a casa a la fuerza. Y ahí ya empezaron los zarandeos y comenzó a humillarme en casa. Cuando le echaba, se iba dos días y volvía. No me dejaba recuperarme. Yo le llamo el marido bumerán, porque lo echas de casa y regresa, no tiene orgullo ni dignidad, se arrastra por el suelo, da pena y provoca que los hijos digan también: 'Pobrecito'.

Cuando me decidí e inicié los trámites legales del divorcio, volvió a casa y me agredió. Después, cuando vio lo que había hecho, se desvivió por pedirme perdón. Mi hijo mayor vio cómo se lo llevaba la policía. Para él su padre era el mayor ídolo.

Denuncié la agresión. Pasó la noche en comisaría. Yo tenía contusiones entonces no visibles porque los morados salieron después, a los tres días. Y en el juicio rápido él declaró que yo le pegué primero. La fiscal me dijo que dejara el tema ahí, que no tenía testigos ni llegaría a ninguna parte, que ya le habíamos dado el susto, que no pusiera denuncia... Mi abogado insistió en que la pusiera. Nos cruzamos denuncias uno al otro. No me concedieron la orden de alejamiento.

Tras todo esto, dejé de ir a trabajar, perdí mi empleo y en un momento dejé de ser madre, esposa y de tener trabajo. Entonces fue cuando me quedé un mes encerrada en mi casa hasta que fui al centro de ayuda, casi obligada por la asistenta social. Necesitaba terapia. No podía comer, no hablaba con nadie. Me aislé.

La terapia me ha servido de desahogo y para evitar una caída total… Me ha ayudado muchísimo, en la autoestima, pero también a poner nombre a todo esto, a darme cuenta de lo que había pasado. Yo decía que había tenido problemas y que lo que había sufrido había empezado mucho tiempo atrás. Fue un maltrato durante 20 años.

He podido reconocer que soy una persona maltratada, que no era verdad que yo no supiera ser madre y esposa, como él me reprochaba, sino que él era una persona nociva para mí.

He aprendido que puedo vivir sin esa persona a mi lado y he aprendido a ser madre y también a marcar límites a mis hijos, porque él me desautorizaba mucho con ellos.

Ahora me siento más fuerte, pese a que tengo una vida complicada. Algunas amigas todavía me dicen: 'Seguro que volvéis'. Pero no necesito a una persona así en mi vida y no tengo ningún miedo a quedarme sola.

A las mujeres en situaciones parecidas les diría que ningún hombre vale la pena para aguantar todo eso. Nosotras valemos mucho más. Tenemos que aprender a valernos por nosotras mismas, Y sobre las denuncias de estos casos, les recomendaría que antes de denunciar que se asesoren para saber si el caso podrá llegar a buen puerto, si se puede demostrar.

Por supuesto, también les diría a las mujeres que se puede salir de esto, que los débiles son ellos».