Los flujos migratorios// El fenómeno

El 70% de los chinos que residen en España son de la misma ciudad

ADRIÁN FONCILLAS
QINGTIAN / ENVIADO ESPECIAL

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Qingtian parece acunada en la falda de un valle tan escarpado como verde, aún a salvo del desarrollismo chino. No parece un mal lugar para vivir. La altura de las montañas tampoco facilita la huida. Y, sin embargo, desde que alcanza la memoria, sus habitantes se afanan en dejarlas muy atrás. Como se dice aquí, "donde hay un camino en el mundo, hay un qingtianés caminando". La mayoría elige un mismo destino, a 12.000 kilómetros al oeste: España.

El 70% de los chinos que residen en territorio español proceden de esta ciudad de 300.000 habitantes, una nadería comparada con los 1.300 millones de personas nacidas en China. Actualmente, según el Instituto Nacional de Estadística, en España hay empadronados 124.022 chinos, casi seis veces más que hace 11 años. Es la 11ª nacionalidad por número de inmigrantes.

No hay ninguna razón que explique por sí sola el vínculo con España de esta ciudad de la provincia de Zhejiang cercana a Shanghái. Existe elementos que invitan a ello: la reagrupación familiar, el sentido grupal acentuado en un país extraño donde "se habla muy raro", la bonanza económica en España y su política migratoria, solo comparable en laxitud a la italiana. Nadie en Qingtian ignora las cinco regularizaciones especiales llevadas a cabo entre 1986 y el 2005, ni que en una de ellas bastó con el recibo de la luz.

ESTANCAMIENTO A

mediados del siglo pasado, solo había en España una treintena de qingtianeses, que preferían latitudes europeas más prósperas. Después llegó la democracia, el despegue económico, las regularizaciones especiales y el aluvión. Pero el número se ha estancado en los últimos años. La anunciada recesión y las medidas restrictivas podrían rebajarlo en el futuro. España reservará la reagrupación familiar solo a los hijos y excluirá a los padres. Pero los progenitores son reacios a dejar el terruño, ya ancianos, así que el efecto de esas medidas restrictivas será mínimo.

Lo dice Chen Ming Li, de 75 años, autor de un libro sobre la emigración de Qingtian en los últimos tres siglos: "Ni la crisis es grave, ni las restricciones son severas. Los que están no se irán porque han echado raíces. Pero otros ya eligen Europa del Este y África, donde hay mucho por hacer. La comunidad está en contacto y las noticias corren rápido".

Las solicitudes de visado todavía no han bajado, reconoce Antonio Segura, cónsul español en Shanghái. "Es fácil conseguirlo. Compartimos edificio con Noruega y Luxemburgo y no reciben ni una centésima parte de peticiones que nosotros", afirma.

Muchos chinos llegaban antes a través de mafias, sin papeles, en las bodegas de barcos o hacinados en camiones. Un gran número no alcanzaba su destino. Estas rutas son ya una vía en extinción, por los esfuerzos de Pekín y porque hay métodos menos traumáticos. Ahora se opta por la vía de la reagrupación, siempre que algún familiar viva en España. Y si no, a través de una oferta laboral por la que un empresario cobra unos 15.000 euros y que el emigrante devuelve trabajando gratis dos o tres años en condiciones de explotación laboral similares a las descritas por Charles Dickens.

REPARTIDOS POR EUROPA

Éxito y éxodo son indisociables en Qingtian. Las dos terceras partes de sus habitantes se reparten por toda Europa: 70.000, en España; 30.000, en Italia, 10.000, en Grecia y Francia; 9.000, en Portugal- A ellos se sumará Jin Lei Lei, que espera dar a luz para volar a España, donde le espera su marido, que trabaja de cocinero.

Lei Lei renunciará a su plácido trabajo de funcionaria, con siete horas de lunes a viernes. No sabe aún de qué trabajará en España, pero sí que no serán menos de 10 horas diarias y sin descanso mensual en dos o tres años. "Estoy tan asustada como ansiosa. Pero estoy preparada. Los de aquí sabemos que tendremos que trabajar duro allí fuera", cuenta. Hacer las maletas parece un imperativo telúrico para los habitantes de Qingtian, refrescado en las escuelas por los habituales mapas de España y la cotidiana ostentación de aquellos inmigrantes que regresan.

Qingtian es una ciudad de provincias china atípica, salpicada de restaurantes europeos, fastuosas escuelas e iglesias levantadas con fondos de los inmigrantes que han prosperado, mansiones dignas de Pekín o Shanghái y numerosos automóviles de lujo Mercedes y BMW.

Todo ello permite identificar rápidamente a los escasos jóvenes y ya no tan jóvenes que se tuvieron que quedar. Zhang Qiang, de 46 años, transporta por cinco yuanes (medio euro) a los pasajeros en surickshaw,un cochecito de pedales. "Muchos de mis amigos de la infancia conducen esos cochazos. A todos les fue bien. Lo intenté durante años pero no conseguí el visado. Las mafias me daban miedo, muchos morían en el viaje. Debería haberlo intentado más. Ahora ya soy viejo", admite.

A Qingtian también llega mano de obra de provincias lejanas para cubrir el hueco de los que se fueron. Aun así, en la ciudad abundan niños y ancianos y escasean los jóvenes.

CELEBRACIONES TRISTES

Es la madrugada de un martes cualquiera y Jing, una mujer de 33 años, apura un gintónic con una amiga en un club elitista. Confiesa que no trabaja mientras juguetea con su collar de perlas. Encontró a su marido, un rico empresario local, antes de plantearse la marcha. "De lo contrario, me habría ido. Solo tres de mis 60 compañeros de clase siguen aquí. Ninguno se ha arrepentido. Es toda una generación la que se ha ido. Las celebraciones familiares son tristes, es inevitable sentirse solo".