El museo islandés de los falos

Un exprofesor de Historia exhibe 170 penes de animales en Husavik

XAVIER MORET / REYKJAVÍK

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Es islandés y se llama Sigurdur Hjartarson. Durante muchos años fue profesor de Historia en un instituto de Reikiavik, la capital de Islandia, vivió un tiempo en México y hace años le dio por coleccionar falos. En 1974, cuando tenía 63 (penes, no años), abrió un museo en el centro de la capital islandesa para exhibirlos, y ahora, más de 30 años después, vive jubilado en el norte de la isla, siempre con su museo a cuestas. "Ahora tengo más de 170 penes de casi todas las especies de la fauna islandesa", cuenta satisfecho. "Me sigue faltando el del hombre, aunque hace tiempo que tengo un donante, Páll Arason. Nació en 1915 y, aunque tiene 92 años, se empeña en vivir".

Un pene de 1,7 metros

La Faloteca Nacional de Islandia, tal como Sigurdur Hjartarson ha bautizado a su museo, se encuentra instalada en un antiguo edificio de madera de un pueblo famoso por la caza de ballenas. Frente a la puerta, para que nadie se llame a engaño, hay un enorme falo de madera, y en su interior se muestra una amplia colección que comprende los penes de 52 ejemplares de 16 especies de ballenas, un ejemplar de oso polar, 21 ejemplares de 7 especies de focas y morsas, y 101 ejemplares de 20 especies de mamíferos terrestres de Islandia. El que más llama la atención es el del cachalote, de 1,70 metros de largo, junto a un cuadro que muestra el tamaño de los distintos penes, con un lugar más que discreto para el humano.

5.000

visitas al año

"Empecé la colección porque, cuando enseñaba en el campo, los padres de un alumno me regalaron un pene de toro, que utilizaban como látigo", señala. "En Reikiavik llegué a tener 5.000 visitantes al año. Ahora, en Husavik, las cifras son más discretas, pero uno de cada seis visitantes de la población se acerca a mi museo. Un buen porcentaje, aunque los que no tienen sentido del humor no hace falta que vengan".

A falta de pene humano, el museo islandés cuenta con un prepucio y un par de testículos procedentes del hospital de Akureyri, la segunda ciudad de Islandia. Además del donante islandés, Hjartarson exhibe las cartas de un americano, un inglés y un alemán que también donan su pene. "El problema es que, a la muerte del donante, hay que cortar el pene sin pérdida de tiempo", advierte Hjartarson sin inmutarse. "Luego hay que bombear la sangre para que se mantenga erecto, extremo muy importante para el donante".

"Páll Arason, el donante islandés --añade en un perfecto castellano aprendido en México-- es famoso en Islandia, uno de los pioneros del turismo hace unos 50 años. Es mujeriego, racista... En fin, un personaje complejo con el que, sin embargo, durante 10 minutos puedes mantener una conversación muy agradable".

En la que él denomina Sección Folclórica pueden contemplarse un falo de elefante, un pene de Papa Noel (!), otro de elfo y otro de gigante islandés. Junto a ellos, un palo de golf con punta falológica y un botijo con forma de guardia civil que arroja agua por el pene. "Lo compré en Ciudad Real", apunta con orgullo el profesor Hjartarson. "Estoy contento con mi colección, y cuando tenga el pene humano podrá decirse que ya la he completado".