Crítica de serie

'Industry (temporada 2)': cuando cada gesto es una transacción

El drama de HBO sobre un grupo de competitivos banqueros júnior sigue mereciendo todas las atenciones 

'Industry (temporada 2)': cuando cada gesto es una transacción

'Industry (temporada 2)': cuando cada gesto es una transacción / HBO

Juan Manuel Freire

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Dos series sobre el dinero y su flujo alrededor del mundo destacan en la oferta de HBO. Una de ellas, 'Succession', es infinitamente más famosa que la otra, 'Industry', debilidad sobre todo de la crítica, o algunos críticos, entre los que me cuento. ¿Por qué la primera supera tanto a la segunda en notoriedad? Primero porque, de acuerdo, quizá sea todavía más perfecta. Y en segundo lugar porque es incluso más fácil empatizar con los moralmente reprobables Roy que con estos ambiciosos graduados a la caza de un puesto permanente en Pierpoint & Co., banco de inversión ficticio de Londres. 

Si Steven Soderbergh estuviera al frente de 'Succession', esa serie se podría convertir en 'Industry', es decir, sería más cerebral y, a la vez, más sexual. Nos recordaría a cada momento (como Soderbergh con la saga 'The girlfriend experience') que en la sociedad ultraliberal todo tiene un precio y cada gesto es una transacción. En lugar de los pianos de Nicholas Brittell, sonarían sintetizadores casi cegadores como los que usa Cliff Martinez y que en 'Industry' nos trae el productor electrónico Nathan Micay

Al parecer en parte por sugerencia de Jay Duplass, quien se ha sumado al reparto como gestor de fondos de inversión, 'Industry' resulta, en su segunda temporada, algo más directa emocionalmente; menos orgullosamente cool. Pero eso no significa que sus personajes hayan dejado de ser caóticos o solo hagan cosas inspiradoras. La heroína (o casi) de la serie, la ambiciosa pero autodestructiva Harper Stern (fabulosa Myha'la Herrold), empieza temporada volviendo a defraudar a su figura paterna: su jefe en el apartado de 'swaps' de riesgo crediticio, Eric Tao (Ken Leung), que de nuevo se queda las mejores frases y muestra los peores hábitos, como cortarse las uñas de los pies delante de todos. Siguen las conexiones con 'Succession': en el centro de todo, está el dolor de no ser aprobado por tu padre o mentor. 

Y lo peor es que Harper no está para despilfarrar empatías: después de traicionar a la nº dos de Eric al final de la anterior temporada, todo por asegurarse una buena posición, tiene menos amigos que nunca en la planta de 'trading'. La pandemia le vino bien (ha estado un año trabajando desde casa, o mejor dicho, un hotel de lujo), pero ha llegado el momento de volver a la oficina, donde la privilegiada Yasmin (Marisa Abela) la recibe llamándola "agujero negro". También le cuesta acortar distancias y, de paso, tener sexo con el vulnerable Robert (Harry Lawtey), al que acosan inseguridades de diversa índole. Pero Harper encontrará miradas casi amigas en dos nuevos personajes: Danny Dan Deventer (Alex Alomar Akpobome), emisario enviado por Pierpoint desde Nueva York, o el citado personaje de Duplass, el cliente que Harper necesita asegurar para redimir sus pecados. 

Como en la primera temporada, se dicen términos y describen operaciones que solo los más actualizados suscriptores de 'Expansión' podrán entender –los creadores fueron ellos mismos banqueros de inversión, o, como mínimo, intentaron serlo–. Pero ese detalle, lejos de ser un problema, tan solo hace el visionado más excitante; el espectador puede tener la sensación de haber entrado a un sitio donde nadie le ha llamado. Los ángulos de visión suelen ser sugestivos, en este caso proporcionados sobre todo por grandes directoras nórdicas: la danesa Birgitte Stærmose ('La reina española') y la sueca Isabella Eklöf ('Holiday', 'Servant'). Esta serie sigue siendo una cruda exquisitez. 

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