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Crítica de 'Misa de medianoche': terror bíblico para recordar

El proyecto soñado de Mike Flanagan ('La maldición de Hill House') es como una 'Manchester frente al mar' revisada por Stephen King

Crítica de 'Misa de medianoche': terror bíblico para recordar

Crítica de 'Misa de medianoche': terror bíblico para recordar / Netflix

Juan Manuel Freire

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Mientras adaptaba a Stephen King como casi nadie ('Doctor Sueño') y alcanzaba su cima de popularidad con la serie 'La maldición de Hill House', Mike Flanagan soñaba todo el tiempo con 'Misa de medianoche', una historia que en los días de 'Oculus' iba a ser película y se convirtió después en novela imaginaria: era el 'best-seller' de la escritora protagonista de 'Hush', cuya edición en tapa dura sirvió, por cierto, como arma arrojadiza a la heroína de 'El juego de Gerald'. 

Finalmente, Netflix (al contrario que diversas cadenas) la aceptó en su formato de miniserie. Como en 'Hill House', Flanagan dirige los siete episodios, pero estamos ante una clase de pesadilla diferente, algo más árida y discursiva: el terror concebido como humedad que se extiende lentamente hasta desembocar en un crescendo implacable. Sobre todo, es un drama humano sobre redención y culpa al que crecen alas sobrenaturales. Como una 'Manchester frente al mar' revisada por King. 

Pequeña comunidad

La influencia del maestro de Maine es evidente en el modo paciente, minucioso, con que Flanagan nos introduce en la pequeña comunidad isleña donde se desarrolla la acción. Tras lograr la condicional, pero sin lograr deshacerse de sus demonios, Riley (Zach Gilford) regresa al lugar para toparse con algunas caras largas, incluyendo la de su padre, Ed (Henry Thomas). Solo parece alegrarse de verle Erin (Kate Siegel), antiguo interés amoroso que ahora da clases en la escuela local. 

Pero si una llegada sacude el lugar, es la del padre Paul (inquietante Hamish Linklater), encargado de sustituir a un antiguo monseñor que cayó enfermo. Sus sermones logran reavivar el fervor religioso de una comunidad hundida económicamente tras un vertido de diesel. Los feligreses rejuvenecen en más de un sentido. Y hasta aquí podemos explicar sin temor a arruinar la experiencia. 

La sombra de King

La sombra de King aletea durante las siete horas, pero la principal referencia literaria de Flanagan tiene otros autores: es la Biblia, de la que sabe extraer y explotar sus elementos más terroríficos. "Incluso el héroe de la historia -Dios, la encarnación del amor- ahoga el mundo cuando se enfada en el Antiguo Testamento", ha recordado Flanagan en declaraciones a 'Vanity Fair'. Pero el afán del director no parece tanto fustigar al cristianismo como poner en entredicho cualquier forma de fanatismo y extremismo; recordarnos cómo, en demasiadas ocasiones, conceptos tan nobles como fe y moralidad se usan para justificar la violencia. O como quiere hacer creernos el padre Paul: "Lo que sería espantoso se vuelve bueno por su desenlace".

Viaje a los infiernos

Apoyado otra vez por el gran Michael Fimognari en la fotografía, Flanagan captura este viaje a los infiernos con su habitual estilo neoclasicista, quizá incluso más depurado aquí que en otras ocasiones. Como inspirado por el Paul Thomas Anderson de 'Pozos de ambición' (tampoco aquí faltan sermones, ni mucho menos), absorbe la atención sin apenas necesidad de filigranas formales, caprichos sensoriales ni excesos musicales. Con el tiempo, quizá lleguemos a considerar 'Misa de medianoche' su obra cumbre. 

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