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Crítica de 'Jaguar': 'nazisploitation' con ciertos remilgos

La nueva apuesta de Netflix se debate entre el drama serio sobre la memoria histórica y la catarsis 'pulp' vengativa

Crítica de 'Jaguar': 'nazisploitation' con ciertos remilgos

Crítica de 'Jaguar': 'nazisploitation' con ciertos remilgos / Bambú Producciones

Juan Manuel Freire

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A principios del año pasado se estrenaba, sin la repercusión esperada, 'Hunters', aquel fallido 'thriller' dramático con Al Pacino como superviviente del Holocausto al frente de una tropa de justicieros que busca a nazis infiltrados en Estados Unidos. La trama de 'Jaguar' sigue unos parámetros iniciales similares, aunque en la España de los 60 los nazis tampoco debían infiltrarse demasiado y podían vivir tranquilos con nuevas identidades bajo el cuidado del régimen franquista.

También su protagonista, la misteriosa Isabel (Blanca Suárez), sobrevivió al Holocausto, o más en concreto, al campo de concentración de Mauthausen, al contrario que su padre (Tristán Ulloa), asesinado a bocajarro por el capitán nazi Otto Bachmann (interpretado por Stefan Weinert, el comandante Ziereis en 'El fotógrafo de Mauthausen'). Es el hombre al que Isabel lleva décadas persiguiendo en busca de venganza y justicia para su padre. Su agonía deja de ser solitaria cuando cruza sus caminos con Jaguar, un grupo de agentes ocultos que quiere emplear a Bachmann, convertido en hombre de la red Odessa en España, como puente hacia otros muchos nazis

La pandilla es convenientemente variada en cuanto a personalidades: el coordinador Lucena (Iván Marcos, cada vez más Mathieu Kassovitz) puede ser tan opaco como Isabel, con la que parece forjar gradualmente una intimidad; el conductor Marsé (Francesc Garrido) es el más filosófico y trascendental; el joven Castro (Óscar Casas, hermano pequeño de Mario), todo lo contrario, el más impulsivo e imprevisible, y el falsificador Sordo (Adrián Lastra) sabe medir sus pocas palabras para que dejen huella. Casi todos han pasado por un campo de exterminio y todos han perdido a alguien a manos de los nazis. Un hilo invisible les une de manera irrompible. 

'Jaguar' no solo conecta con 'Hunters' en lo argumental: sobre todo en sus dos primeros capítulos, también parece una serie en conflicto consigo misma, incapaz de decidirse entre el drama (un tanto plomizo) sobre la memoria histórica y el divertimento 'pulp', entre la reflexión moral y la catarsis vengativa. Quienes vengan aquí en busca de 'nazisploitation' (subgénero de temática nazi con énfasis en los desnudos, la violencia y la tortura), tan solo la encontrarán en el nombre de la mujer de Bachmann: se llama Ilse, como Ilse Koch, la guardiana nazi que inspiró 'La loba de las SS'. En su recta inicial, 'Jaguar' no deja de detenerse sobre sus propios pasos, de abandonar las fugas por cornisas, los tiroteos y las frases lapidarias, para recordarnos su condición de Serie Seria sobre Temas Importantes. Todo no se toma absolutamente en serio, sea como sea: resulta curioso ver a Castro escuchando en el coche 'Todo negro', de Los Salvajes, en 1962, es decir, cuatro años antes de la publicación de dicha canción.

La balanza se decanta hacia la diversión en su tercer y, sobre todo, cuarto episodios: son aquellos en los que 'Jaguar' se decide finalmente a ser un 'thriller' con verdaderos escalofríos y se divierte y nos divierte con ese tiroteo tan operístico en el teatro o esa persecución marítima que aprobaría sin duda Michael Mann. Es la mejor versión de la serie: el camino ideal para siguientes episodios (los dos que aún no pudimos ver y los que ofrezca la segunda temporada). Puestos a pedir, tampoco estaría mal un poco más de Maria De Medeiros como esa convincente especie de M (jefa de James Bond) y algo menos de esa banda sonora de discutibles guitarras con wah-wah.

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