UNO DE LOS FENÓMENOS AUDIOVISUALES DE LA TEMPORADA
'Chernobyl', crónica de un apocalipsis
La serie de HBO reconstruye y dramatiza los acontecimientos posteriores a la explosión de la central nuclear soviética en 1986
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
"¿Cuánto cuestan las mentiras?" Esta es la primera frase que puede leerse en 'Chernobyl', la miniserie de cinco episodios de HBO (llevamos tres emitidos), creada por Craig Mazin y dirigida por Johan Renk sobre la explosión en la central soviética de Chernóbil acontecida el 26 de abril de 1986, los acontecimientos posteriores y las tensiones políticas y burocráticas para minimizar y enmascarar lo que sigue siendo, a día de hoy, el mayor desastre nuclear de la historia. La serie explica todo aquello de manera tan didáctica como fluida, y deja imágenes difíciles de borrar del recuerdo. Dramatizar y hacer narrativo algo tan atroz es complicado. La serie, barajando distintas tonalidades, lo consigue con creces.
Parece una cita de Joseph Goebbels, el ministro de información (y desinformación) de Hitler, pero corresponde a la realidad soviética de los años 80, en plena era Gorbachov: no solo es lo que cuestan las mentiras, que hubo muchas durante los días posteriores al accidente en Chernóbil, sino que el peligro de oír tantas es que ya no reconozcamos la verdad. La serie tiene un prólogo que anticipa un hecho determinante. Acontece el 26 de abril de 1988, dos años y un minuto después del accidente. En él, Valeri Legásov, director jefe del Instituto de Energía Atómica de Kurchatov, graba la última de una serie de cintas de casete en las que explica su interpretación de lo ocurrido. Las deja a buen recaudo y, acto seguido, se ahorca en su apartamento. Legásov está interpretado por Jared Harris, magnífico actor, hijo de Richard Harris, a quien la televisión (en series como 'Fringe', 'Mad Men', 'The crown' y 'The Terror') hace la justicia que el cine le niega.
La atmósfera en esta escena preliminar es la de una película o una serie sobre la guerra fría, pero todo cambia después: la central de Chernóbil en llamas está filmada como un ente vivo. El verismo documental se mezcla con la recreación de género: el humo radiactivo que se expande por el cielo, al que siguen planos en calma de la ciudad de Prípiat (la más cercana a la central), los niños que se dirigen a la escuela y un pájaro agonizando en el suelo, parecen propios de un filme fantástico. 'Chernobyl 'es como una película de catástrofes, pero en serio.
Sabor a metal
Todos notan el sabor a metal: operarios, técnicos, bomberos, científicos, médicos... La radiactividad está en el aire y avanza sin que nadie pueda detenerla. La serie captura esta sensación de manera extraordinaria. Y el efecto que tiene en las personas. Los planos de los cuerpos de los operarios e ingenieros de la central descomponiéndose poco a poco son extremadamente realistas (así fue, así conviene saberlo). Es una serie muy física: los trabajadores del carbón que tienen que excavar una galería bajo tierra para contener los residuos tóxicos se desnudan por completo porque no pueden trabajar vestidos a 50 grados de temperatura.
Legásov le explica muy gráficamente a Boris Shcherbina, el encargado del Kremlin para dirigir las operaciones (encarnado por Stellan Skarsgärd), cuál será el efecto directo de la radiación. La escena sirve también para alertar al espectador sobre lo que después verá: "La radiación destruye la estructura celular. Salen ampollas. La piel se vuelve roja, luego negra. Después hay un periodo de latencia. El efecto disminuye y creen recuperarse. Eso dura un par de días. Después se manifiesta el daño celular, muere la médula ósea, falla el sistema de inmunidad y se descomponen los órganos y los tejidos blandos. Las arterías y las venas se abren como coladores hasta que no se les puede dar ni morfina para un dolor inimaginable. Y entre tres días y tres semanas están muertos". Aunque las imágenes posteriores lo ratifican, la verdad es que después de esta descripción, sobran las imágenes.
Videclips de Bowie
¿Quién nos hubiera dicho que Craig Mazin, guionista de dos entregas de las paródicas 'Scary movie', y de la segunda y tercera de la saga cómica de 'Resacón en Las Vegas', acabaría creando una serie tan realista sobre el desastre de Chernóbil? El realizador sueco Johan Renk, con experiencia en teleseries de alto voltaje ('Bates Motel', 'Vikingos', 'Walking dead'), además de dirigir los videoclips de David Bowie 'Blackstar' y 'Lazarus', dramatiza bien los hechos dotándolos de una lograda envergadura trágica.
Es el sonido angustiante del contador Geiger, el fuego que reproduce el doble de radiación que la bomba atómica de Hiroshima, los pactos y enmascaramientos en las entrañas del Kremlin, el papel mezquino de la KGB, las decisiones que deben tomar Legásov y Scherbina conscientes de que envían a varios hombres a una muerte cierta para salvar a millones... Pero nada como la escena en que los habitantes de Prípiat se concentran para ver el haz de luz que sale despedido de la central nuclear tras la explosión. Una mujer dice: "Es bonito". La belleza de la catástrofe.
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