PSICOLOGÍA

Así puedes eliminar el hambre emocional

El hambre emocional es una de las causas de la obesidad y el sobrepeso

HÁBITOS SALUDABLES. Frutas, verduras y ejercicio para recuperarse de los excesos navideños.

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Ángel Rull

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La comida está relacionada tanto con los aspectos rutinarios de nuestra vida como con la supervivencia o los actos sociales. Varios momentos del día a los que dedicamos gran parte de nuestro tiempo y que pueden suponer una gran fuente de bienestar. Sin embargo, también es usado por algunas personas para reducir su malestar, algo que solo funciona al principio y que acaba generando procesos de adicción y subidas bruscas de peso.

Diferenciar cuándo sentimos un hambre real de esos momentos en los que las sensaciones únicamente son emocionales es el primer paso para poder gestionarlo, basándonos en recursos sencillos, no solo por el control del peso corporal, sino también por una mejor gestiona de los sentimientos y nuestro entorno.

Hambre física y emocional

Cuando tomamos conciencia de que la comida puede estar ejerciendo una mala influencia en nosotros, nos puede costar diferenciar esos momentos donde la ansiedad nos empuja a comer o donde sentimos verdadera hambre. Hay varios puntos en los que nos podemos fijar y que nos ayudan a identificarlo para poder controlarlo. Pero siempre hay que tener en cuenta que una restricción de comida, como en algunos procesos de dieta, nos va a generar hambre física.

¿Cómo puedo distinguir el hambre físico del emocional?

  • La aparición en el hambre físico es gradual. Cuando es emocional, la aparición es repentina.
  • El hambre emocional quiere comer un único tipo de comida, mientras que el físico es mucho más amplio.
  • El hambre físico puede esperar y da tiempo a, por ejemplo, cocinar. El hambre emocional busca ser satisfecho con una urgencia desmesurada.
  • Cuando el hambre es real, no irá luego asociado a emociones negativas, como la culpabilidad, la cual sí se siente con el hambre ligado a los sentimientos.

Elimina el hambre emocional

Cuando sabemos diferenciar nuestro hambre real y físico del hambre emocional, estamos en condiciones de empezar a gestionarlo hasta su completa eliminación. Es un proceso que puede ir despacio, con ligeras recaídas y que, incluso meses o años después de su eliminación, puede continuar apareciendo en momentos puntuales de estrés.

A través de las siguientes pautas, podemos eliminar el hambre emocional:

1. Identifica las situaciones

No todas las situaciones de estrés nos empujan a comer. De hecho, suelen estar asociado a situaciones y personas muy concretas. Identifica qué emociones, tanto por su exceso como por su ausencia, te hacen tener la necesidad de comer.

2. Gestiona las emociones

Cuando identificas las situaciones puedes empezar a trabajar las emociones implicadas. Lo normal es que haya un exceso de tristeza, un miedo descontrolado y una falta de rabia, tanto en combinación como apareciendo una única emoción. Es el momento de que además veas si hay frustración, una de las mayores causantes de hambre emocional.

3. Escucha tus necesidades

No siempre tiene que haber una situación que desencadene el desbordamiento emocional. Puede radicar en que existen necesidades no atendidas que deben ser escuchadas, como una mayor necesidad de tiempo libre o la búsqueda de herramientas que fortalezcan la autoestima.

4. Tiempo

El día a día y los compromisos tanto familiares como laborales hacen que desatendamos tanto nuestro ocio como el tiempo que necesitamos para nosotros mismos. Este tiempo puede ser usado para ir al gimnasio, dar un paseo o leer. Un momento a solas siempre necesario.

5. Busca la ayuda de un psicólogo nutricional

La psicología nutricional está cada vez más extendida en programas de adelgazamiento, tanto en momentos donde solo se aplica una dieta como en métodos más elaborados, como la endoscopia bariátrica.

El hambre emocional puede generar una mala relación con la comida, con atracones, emociones negativas o, en los peores casos, trastornos de la conducta alimentaria. Gestionarlo debe basarse primero en diferenciarlo del hambre real para, después, empezar a gestionarlo de forma eficaz.

Ángel Rull, psicólogo.