Sant Jordi 2024

Miqui Otero y Jordi Puntí: un baile literario en el Palau de la Música con la 'Orquesta Confeti'

EL PERIÓDICO reunió a los dos autores para hablar de sus últimas novelas, de la música popular en la literatura y de Sant Jordi

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Miqui Otero y Jordi Puntí, en la Sala d'Assaig de l'Orfeó Català en el Palau de la Música

Miqui Otero y Jordi Puntí, en la Sala d'Assaig de l'Orfeó Català en el Palau de la Música / Marc Asensio Clupes

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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‘Confeti’, de Jordi Puntí, y ‘Orquesta’, de Miqui Otero, son dos novelas que parecen llamadas a figurar entre los libros de ficción más solicitados en este Sant Jordi; dos obras que llegan a la fiesta del martes precedidas de unas críticas entusiastas y que, más allá de unos títulos que podrían pertenecer al mismo campo semántico, presentan interesantes puntos de conexión: la presencia de la música, la relación entre memoria y ficción, el hallazgo de una voz narrativa singular... A modo de prólogo de Sant Jordi, EL PERIÓDICO, diario en el que colaboran los dos autores, los reunió en el Palau de la Música Catalana en un cara a cara en el que cada uno de ellos habló de la novela del otro con admiración sincera y ambos intercambiaron reflexiones en torno a diversos asuntos. Estas son algunas de las muchas ideas que allí surgieron:

‘Confeti’, según Miqui Otero

M.O.: Cuando Jordi Puntí era un niño, tenía un póster del Camp Nou y se sentaba delante y empezaba a imaginar jugadas del Barça y a radiar una especie de partido ficticio. Así entrenaba ese músculo de la fabulación que después lo ha convertido en el escritor increíble que es. Con ‘Confeti’, yo hacía algo parecido: como no acababa de llegar, me dedicaba a imaginar cómo iba a ser. Pues bien, la novela es todo eso que esperaba pero mucho mejor, y confirma y expande las virtudes de Jordi como narrador: un uso paranormal del azar para articular las vidas de los personajes y para ordenar sus ficciones, un rigor absoluto y una elasticidad en el estilo mágica. El último tercio, cuando se abandona directamente el recorrido biográfico de Xavier Cugat y la ficción se apodera de la novela, es magistral. Hay un tono que intuyes durante todo el libro y que tiene que ver con la tiranía de la euforia, como cuando estás bailando en casa descalzo y te das un golpe con el dedo pequeño del pie contra la mesa pero continúas bailando y sonríes aún más para disimular el dolor. Ahí aparece en su máxima expresión el Puntí novelista que a mí me fascina desde hace muchos años.

‘Orquesta’, según Jordi Puntí

J.P.: No hay tantos autores de los que lo haya leído todo y además en orden cronológico. En el caso de Miqui Otero, he ido leyendo sus novelas cuando han salido y cada vez me han gustado más. La suya ha sido una evolución extraordinaria. Con ‘Orquesta’, además, ocurre una cosa que pasa relativamente poco y que yo valoro muchísimo como lector: tengo la sensación de que la novela hace avanzar el carro de la ficción; es decir, que no se limita a repetir cosas que ya hemos visto, sino que añade algo nuevo. Aquí el gran hallazgo, y el gran reto también, es hacer que el narrador sea la música. A partir de ahí se abre un abanico de sorpresas, de ver cómo lo hará para que la cosa funcione. Y funciona muy bien. En todos sus libros, Miqui tiene esa capacidad que pocos autores tienen de hacerte reír y de emocionarte al límite de las lágrimas en la misma página. Aquí eso pasa en muchos momentos. Es un libro que lleva dentro muchas historias y que exhibe una capacidad extraordinaria de fabular a partir de un momento y un lugar muy concretos y de llevarte mucho más allá.

Barcelona. 15/04/2024. Cultura. Cara a cara entre los escritores Miqui Otero y Jordi Puntí en el Palau de la Música, previo a la fiesta de Sant Jordi. AUTOR: Marc Asensio REDACTOR: Rafa Tapounet Barcelona, Catalunya, Confeti, escritores, España, Jordi Puntí, libro, literatura, Miqui Otero, novela, Orquesta, Sant Jordi

Un momento del cara a cara entre Miqui Otero y Jordi Puntí / Marc Asensio Clupes

Música popular y literatura

M. O.: La novela de Jordi Puntí es como una navaja suiza: tiene muchos usos. Uno de ellos es que funciona como un recorrido muy riguroso por la evolución de la música popular del siglo XX. Y una cosa mágica es que a medida que vamos descubriendo esta evolución a través de la aparición de nuevos estilos y nuevos cantantes, la novela va incorporando nuevos estilos y nuevos recursos de la narrativa moderna y posmoderna. Para mí, una novela es musical cuando se dan esta serie de cosas tan sutiles; no cuando aparecen cuatro nombres de grupos, sino cuando la novela suena. Y 'Confeti' suena.

J. P.: Pues 'Orquesta' suena tanto que cuando la lees vas pensando: "ojalá hubiera tenido yo esta idea". Hay una que me parece fascinante, cuando en algunos momentos hay diálogos entre personajes y los versos de la canción que suena en ese momento se van colando en la conversación de una manera absolutamente natural.

M.O.: La memoria es mnemotécnica y se puede disparar con el verso de una canción; lo puedes escuchar mil veces y siempre es como esa piedra que cae en el centro del estanque y se va expandiendo hacia el pasado y hacia el futuro. Yo tenía mucho en mente la escena de ‘Caro diario’, de Nanni Moretti, en la que él se encuentra con una especie de verbena popular diurna y dice: “Lo único que puedo hacer es mirar a la gente bailar, y eso está bien, pero bailar es otra cosa”. A veces, ese sentimiento es desde dónde escribimos. No eres el rey de la pista, eres el que mira desde fuera. Mi novela no habla de la orquesta, sino de cómo esa música que toca la orquesta suaviza los gestos y acerca o genera conflicto entre la gente que está abajo. Y para hacer eso la música tiene que ser música popular, ese esperanto que los une a todos. Yo no voy a ponerme a hablar de un grupo 'indie' desconocido si quiero atrapar eso.

J.P.: Hay una cosa de las fiestas mayores… Muchas veces hay una canción que te emociona y la toca una orquesta y la destroza, pero te emociona igualmente, porque en el fondo la emoción va con la canción. A mí, el contraste entre las orquestas de Cugat y los músicos negros de jazz de aquella época me va muy bien para explicar que la música, sea como sea y del color que sea, siempre transporta emociones, y no porque sea banal o sencilla tiene menos importancia. Hay gente que se emociona con unas canciones... El límite de la cursilería no lo marca nadie. Mi padre escuchaba el ‘Barcelona’ de Montserrat Caballé y le caían las lágrimas.

M.O.: Yo, que siempre he tenido los discos más raros en casa, puedo estar duchándome y me viene ‘La ventanita del amor’ y se me encharcan los ojos, me emociono de verdad, sin ironía. ¿Me gusta esa música o la defendería? No lo sé. Lo que me gusta es mirar cómo le gusta a la gente.

Catalán y castellano

J.P.: Antes, el encuentro entre autores que escriben en catalán y autores que escriben en castellano era mucho más normal. Cuando yo empecé a publicar, existía una tradición imbricada de las dos culturas de manera bastante natural y había un reconocimiento mutuo, pero eso se perdió. El factor político ha provocado que hubiera una desconfianza. Es algo que no ha pasado en la música o el arte pero sí en la literatura, porque tiene que ver con la lengua y la lengua se ha convertido en un arma. Existe una prevención. Está muy bien que podamos empezar a romper eso y recuperar la conversación cultural, literaria, de intercambio de ideas, porque es lo natural. Miqui y yo, por ejemplo, vivimos en la misma ciudad, tenemos un tanto por ciento muy grande de referentes comunes y es normal que haya coincidencias y vasos comunicantes. Yo me siento mucho más próximo al mundo literario y al universo de Miqui que al de según qué escritores en catalán.

M.O.: Me pasa lo mismo. ¿Cómo no he de tener más que ver con Jordi Puntí que con un escritor en castellano de Lima? En este caso, y lo digo sin imposturas, además de una admiración real también hay una sensación de que estamos cocidos en la misma salsa. Al final, somos dos autores de Barcelona, es inevitable que haya una mirada afín, y trazar una línea divisoria me parece empobrecer tanto una tradición como la otra. Que por la lengua que has elegido te pongan a dialogar con autores que no tienen nada que ver contigo me parece rarísimo.

Barcelona. 15/04/2024. Cultura. Cara a cara entre los escritores Miqui Otero y Jordi Puntí en el Palau de la Música, previo a la fiesta de Sant Jordi. AUTOR: Marc Asensio REDACTOR: Rafa Tapounet Barcelona, Catalunya, Confeti, escritores, España, Jordi Puntí, libro, literatura, Miqui Otero, novela, Orquesta, Sant Jordi

Miqui Otero (de espaldas) atiende a Jordi Puntí en el cara cara en el Palau de la Música / Marc Asensio Clupes

Recuerdos de Sant Jordi

J.P.: Sant Jordi me genera sentimientos un poco contradictorios. Por un lado, querría no tener que pasar por según qué cosas, pero al mismo tiempo, me gusta. Lo que me genera un poco de rechazo es esa mercantilización tan bestia que hemos visto en los últimos 15 años y que ya es algo imparable. La cantidad de libros que se publican para Sant Jordi da un poco de miedo y no sé si con tanto alud no estamos perdiendo un poco la perspectiva. Ya sé que no es el día de la literatura, sino el día del libro, pero creo que debería haber un poco más de confianza en la buena literatura por parte de los editores.

M.O.: Yo tuve un bautismo en Sant Jordi que fue una cura de humildad tan grande que desde entonces solo podía ir a mejor. Estaba en La Illa Diagonal viendo cómo pasaban las balas de paja mientras a un lado y a otro Albert Espinosa y Albert Casals firmaban sin parar. Y, de hecho, a Albert Casals se le acabó la tinta del boli y empezó a mirar el mío, ahí sonriendo, y yo se lo di. En el último momento, sobre la bocina, después de un sonoro rosco, llegó una prima mía y yo ya no tenía boli, y me hice el indignado. A partir de ahí he vivido todas las situaciones posibles y con ‘Simón’, en el Sant Jordi pospandémico, lo viví como un momento de encontrarme ya no con lectores sino con personas, y se dieron momentos muy bonitos.

J.P.: Mi descenso a los infiernos también fue en La Illa Diagonal, cuando fui a firmar el libro de Messi [‘Tot Messi. Exercicis d’estil’] convencido de que aquello se llenaría de messistas, y me tocó al lado un señor que había escrito un libro sobre perros. La gente iba con sus perros a que el autor se hiciera fotos con ellos, y había una cola de perros esperando y se ponían muy nerviosos y aquello era un sindiós. Horrible. Cuando hablo de que se ha desvirtuado un poco, es eso; hemos entrado en el espectáculo rocambolesco.

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