Desinstitucionalización

El Govern acelera el plan para cerrar los últimos manicomios

Uno de los pabellones del recinto de Torribera, en Santa Coloma de Gramanet.

Uno de los pabellones del recinto de Torribera, en Santa Coloma de Gramanet. / Antonio Navarro Wijkmark / 24H Open House

Fidel Masreal

Fidel Masreal

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Cualquiera que haya paseado entre los pabellones del antiguo manicomio de Torribera, en Santa Coloma de Gramenet, conoce el significado de la palabra decadencia, sordidez y tristeza. Las mujeres y hombres ingresados de por vida allí, con un diagnóstico de salud mental, deambulan entre jardines a menudo con un cigarro y un café sin rumbo fijo. Los manicomios de Catalunya todavía tienen a 1680 personas ingresadas sin fecha de salida. Cronificando su situación. Y eso pese a que todas las administraciones y la OMS claman por cerrar estos centros, que cuestionan derechos fundamentales básicos como el del tratamiento de los problemas de salud mental en el ámbito comunitario. Es decir, sin encerrar a los "locos" de por vida. El Govern ha fichado un nuevo responsable del Plan Director de Salud Mental, que entre otros objetivos se propone acelerar el vaciado de estos centros.

Lo plantea claramente el plan Quality Rights de la OMS: los pacientes tiene derecho a decidir sobre su proceso y ser protagonista del mismo. Catalunya por desgracia no lidera los ránkings de manicomios vacíos en Europa. Pero el Govern ha llevado a cabo un proceso de aceleración que ha hecho reducir en dos años unas 200 plazas en los cinco principales centros psiquiátricos: TorriBera, el Pere Mata, Benito Menni, Sant Joan de Déu y Martorell.

Josep Tristany, recientemente nombrado máximo responsable del Pla director de Salut Mental del Govern, admite que "queda mucho por avanzar" pero se propone acelerar todavía más en el proceso. Existen resistencias, fruto de inercias y miradas conservadoras, pero también precedentes de éxito: Girona no tiene ni un solo ingreso cronificado, gracias al empuje del equipo que lidera Claudi Camps con una convicción firme en la idea de que los pacientes han de estar fuera de los muros del manicomio. En Martorell se ha logrado cerrar 70 camas en dos años. El ritmo ha de ir acompasado a la existencia de redes de apoyo comunitarias.

Los prejuicios y los resultados

Este plan topa todavía con prejuicios sociales sobre la condición de salud de estos pacientes. E incluso las familias de los mismos pueden tener miedos y recelos, tras años de ingreso de su familiar. "A las familias hay que acompañarlas -subraya Tristany- y cuidarlas, porque en muchos casos han sufrido muchísimo". Pero existen casos de éxito rotundo, como un paciente que llevaba 35 años en el centro y regresó con la familia para pasar el aislamiento del covid en casa. Cada 15 días volvía al centro para ser visitado y tomar la medicación. Pero regresar a casa fue algo que se consolidó, pese a los miedos iniciales de los padres. A día de hoy el paciente está con los suyos y sin marcha atrás.

Traslado a residencias de ancianos

Otras estrategias pasan por cambiar el manicomio por residencias de ancianos, en casos de pacientes de más de 65 años con un cierto grado de dependencia. El resultado en su conducta está siendo satisfactorio y se percibe cierta estabilización, no sin ciertas quejas. Otra palanca que Tristany quiere reforzar es la de lograr más viviendas para que estos pacientes puedan regresar a un entorno normal, en una ciudad. En este sentido, la posibilidad de tener má dinero de Drets Socials es clave. Al mismo tiempo, se ejerce una cierta presión sobre las entidades proveedoras de estos centros de tan larga duración. "Algunas van más lento y otras más rápido", describe el responsable del Govern.

El proceso podría ser más ágil, admite Tristany, pero no hay vuelta atrás porque se debe tratar "a los pacientes donde toca y como merecen". Existe un factor añadido: los profesionales hoy dedicados a estos centros podrían reubicarse donde más falta hace: en el refuerzo del trabajo comunitario o a los centres específicos de Salud Mental de cada población.