Diez años de impotencia (5): Año cinco

Cinco mujeres extendieron el virus de la impotencia por el mundo. Era necesario actuar contra la reinfección machista. Cinco años después, las guerras han disminuido, también la violencia. Y sin embargo...

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Emma Riverola

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Las entradas se agotaron una hora después de ponerlas a la venta. Después de varios años de pasearse por las más prestigiosas universidades de medio mundo, Angélica vuelve a su ciudad. Su investigación y trabajo en torno a la 'envidia de micropene' ha conseguido impactar a la multitud. 

Al mismo tiempo que la impotencia dejaba de considerarse un trastorno temporal, el desánimo masculino se fue canalizando hacia su miembro, la triste ostentación de la derrota. Los pantalones y bañadores ceñidos fueron desterrados al fondo del armario, la toalla nunca se separaba del cuerpo en los vestuarios del gimnasio. A mayor tamaño, mayor era el trauma. Por el contrario, los poseedores de los miembros más reducidos, aquellos que habían soportado burlas e incomprensión durante tanto tiempo, se convirtieron en los nuevos referentes estéticos. Se les veía tan livianos, tan libres… 

Mientras algunos hombres buscaron calmar su desazón en la iglesia del Templo P del Acogimiento, otros cerebros más pragmáticos necesitaban una teoría que les ayudara en el tránsito, en la aceptación. Angélica se la dio. Ella, la mujer hecha a sí misma, es la pensadora más relevante de la Era de la Impotencia. De hecho, se considera que su aportación ha sido definitiva para consolidar esta corriente de estabilidad social que recorre el planeta. Y sin embargo…

Los poseedores de los miembros más reducidos se convirtieron en los nuevos referentes estéticos. Se les veía tan livianos, tan libres...

Las guerras han disminuido. También la violencia en las ciudades. Había el riesgo de que la agresividad, la rabia se multiplicara. Pero no fue así. Una suerte de 'shock' traumático parece que quebró la ecuación que unía potencia sexual y dominación. Los hombres han encontrado nuevos modos de representarse y se han desprendido de la fuerza. Pero las personas en la frontera, hermafroditas, intersexuales o algunas trans, siguen ahí, en la frontera. Su suerte es individual. Algunas solo encuentran cobijo en el silencio. Otras tienen colas de gente esperando sus palabras. ¿Puede anunciarse el fin del dominio si no se ha superado el binarismo femenino/masculino? ¿Podemos dar por finiquitada la violencia sexual si aún hay múltiples cuerpos que no son acogidos? Angélica sabe perfectamente la respuesta. Lleva cinco años tratando de ocultársela a sí misma.

Ahora camina por las calles reencontradas de su ciudad y siente un escalofrío. Fue ahí, al doblar esa esquina donde sufrió una agresión hace más de 20 años. Entonces, su cuerpo aún se encontraba en plena transición. Tres hombres decidieron mostrar su hombría golpeándola hasta dejarla medio muerta. Ahora, las agresiones tránsfobas, igual que las homófobas, han disminuido drásticamente. Y sin embargo…

Las voces son ásperas, burlescas. Tranquila, se dice, son de mujer. Y sin embargo...

Angélica está inquieta, y no sabe muy bien por qué. Hace semanas que siente un cierto escozor en la piel, como cuando todo era tan difícil. Un hombre camina hacia ella. Sus pasos son apresurados. La ve y cambia de acera. En un gesto falsamente descuidado, el hombre junta sus manos y quedan a la misma altura que su bragueta, cubriéndola. De fondo se oyen unas voces. Ambos se cruzan. Ella observa al desconocido y él también le dedica un vistazo rápido, nervioso, apenas una punzada. Angélica reconoce esa mirada. Podría hacer un tratado sobre ella: la mirada de la presa. Sigue caminando y las voces le llegan con más claridad. Son ásperas, burlescas. Tranquila, se dice, son de mujer. Y sin embargo… 

Ya llega al centro. Le llevará unos minutos de autógrafos y saludos acceder al recinto. Como siempre, el público es mayoritariamente masculino. No, debería rectificar, desde el inicio de la Era de la Impotencia, sus más fieles seguidores son hombres. ¿Y las mujeres? Dejaron de asistir a sus conferencias. Dejó de interesarles su teoría. De hecho, cree que dejaron de interesarles los penes y todo lo que oliera a antigua masculinidad

Angélica da una ojeada a la plaza. Hay algo que le resulta extraño. ¡Los skaters! Han desaparecido. Los patinadores han sido substituidos por las acrobacias de las XtremeKony. La nueva disciplina del yoga que triunfa en el mundo. Aúna Kombate, Kontrol y Koncentración. La inmensa mayoría de las practicantes son mujeres. Dos hombres jóvenes y atléticos tratan de unirse al grupo, pero fracasan en la primera contorsión. Nadie se burla de ellos, nadie les increpa, pero hay cierto peso en las miradas. De repente, algo les sobresalta, se miran entre ellos y salen corriendo. Una pareja de policía local ha entrado en la plaza. Angélica imagina que todas las XtremeKony se apresurarán a seguir los pasos de los dos hombres. Las multas por ocupar el espacio público no son baratas. Y sin embargo…