CRÍTICA DE MÚSICA

Un 'reality' sin la Pantoja en el Liceu

La modernidad de 'Los pescadores de perlas' firmada por De Beer recibe una gran pitada en su estreno barcelonés

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Pablo Meléndez-Haddad

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La última vez que estos ‘Pescadores de perlas’ de un jovencísimo Georges Bizet subieron al escenario del Liceu fue en 1964, y con el mítico Alfredo Kraus a la cabeza del reparto. 55 años después la ópera regresó al Gran Teatre completamente renovada, resultando irreconocible ante la controvertida y abucheada propuesta teatral de la también joven directora de escena holandesa Lotte de Beer. La partitura mira al exotismo propio del repertorio francés de la época y bebe de las melodías inmortales y pegadizas del compositor, pero la puesta en escena trasladaba la obra desde el Ceilán ancestral a la actual Sri Lanka, donde una televisión europea rueda un ‘reality show’ del estilo ‘Supervivientes’. Le faltó meter a la Pantoja y habría triunfado.

Incoherencias aparte -el libreto dice una cosa que se reproduce en los subtítulos y en el escenario sucede algo muy diferente-, la propuesta de De Beer tiene sus momentos y provoca alguna sonrisa, pero donde el tema se encalla es en la conclusión de la trama -con la muerte de los perdedores del ‘concurso’-, en los diversos planos de acción que propone (hay escenas en las que pasan demasiadas cosas al mismo tiempo y se pierde la concentración en lo importante). Pero sobre todo encalla en la banda sonora: un programa de telebasura como este en ningún caso utiliza música decimonónica, produciéndose así un choque de dramaturgias.

Y si la puesta en escena no pareció muy edificante -aun cuando hay que reconocer el inmenso trabajo que exige-, una lectura tan radical necesita de unos intérpretes absolutamente entregados, y en este caso la regista los tuvo, aunque sin contar con cantantes brillantes. Todos asumieron una difícil doble tarea, no traicionar ni a Bizet ni a De Beer. El voluntarioso John Osborne asumió con suficiencia a Nadir, pero no conquistó, ni mucho menos. El barítono Michael Adams (Zurga) aportó una voz más que nada sonora y el Nourabad de Fernando Radó, aquí el presentador del ‘reality’ en lugar del sacerdote del original, propuso un canto convincente. Lo mejor llegó con la soprano rusa Ekaterina Bakanovadibujó una Leïla de carácter a quien solo le faltó decantar el personaje, en el que debutaba, y pulir el fraseo.

El Cor del Liceu, que en esta obra es un personaje protagonista más, salió airoso de una puesta en escena que lo dispersa y que podría haber provocado un caos. La sinfónica liceísta, a las órdenes de Yves Abel, tampoco brilló, cubriendo a ratos a los esforzados solistas y aplicando un lirismo que en nada se conjugaba con el ‘crew’ del equipo de realización de este ‘reality’ que mira más a Peter Konwitschny que a Georges Bizet.

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