CERCANÍAS
Rincones paradisíacos en la costa de Barcelona
Tanto la costa del Garraf como la del Maresme esconden pequeños parajes naturales que no tienen nada que envidiar a la Costa Brava
El mar nos enamora a casi todos. Lo tiene fácil, el sonido de sus olas asomándose a la orilla, su reflejo celeste y su majestuosa infinidad seducen a cualquiera. Sin embargo, las playas en agosto se pueden convertir en un verdadero infierno. Encontrar un hueco para plantar la toalla es algo casi milagroso y el eco de las olas se transforma en un constante y molesto ronroneo de conversaciones ajenas. Además, respetar la distancia de seguridad para evitar contagios de coronavirus no va a ser fácil este verano.
Aunque parezca mentira, encontrar playas vacías en la costa catalana no es tan complicado. De hecho, los que viven en Barcelona y no les apetece conducir dos horas para acabar como sardinas en alguna playa de la Costa Brava, tienen opciones de ensueño mucho más cerca de lo que creen. Y es que muchas veces nos fijamos demasiado en las costas de Girona y Tarragona y subestimamos las maravillas que ofrecen el litoral del Maresme y el Garraf.
Entre acantilados
Quién no ha recorrido el tramo de curvas de la C-31 entre Castelldefels y Sitges solo para observar el espectacular paisaje que brinda el Parque Natural del Garraf. Sus gigantescos acantilados y las maravillosas vistas de sus miradores esconden rincones dignos de admirar. Como la cala Morisca, una de las playas más vírgenes de la costa barcelonesa. La única manera de llegar es en coche o caminando, algo que ayuda a evitar aglomeraciones en su orilla. También en pleno parque natural, encontramos la cala de l’Home Mort. Situada al sur de Sitges, esta playa, que no llega a los 300 metros de longitud, es una de las primeras consideradas de ambiente LGTBI y sus visitantes no suelen lucir bañador.
Cristalinas y rocosas
La costa del Maresme también esconde pequeños secretos. La playa de la Roca Grossa es uno de ellos. Este paraje natural aislado de la urbanización se encuentra entre Calella y Sant Pol de Mar y se accede caminando a través del paseo marítimo de Calella o en coche, aparcando cerca del mirador que hay en la carretera. Su longitud apenas supera los 120 metros y su aspecto rocoso y su agua cristalina dibujan los primeros trazos de lo que será la Costa Brava. Ya en Sant Pol de Mar, se sitúa la playa de les Roques Blanques. También de aspecto salvaje, resalta por su macizo rocoso
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