Los confines de Barcelona
Barcelona Singular: una ruta insólita por el suroeste del Besòs
Aquí lo mismo tropiezas con cactus gigantes que con chirigotas. Marc Piquer, el tuitero explorador de @Bcnsingular, redescubre el suroeste del Besòs, un barrio que es cualquier cosa menos aburrido
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Marc Piquer
Periodista
Soy periodista desde 3º de EGB, vecino de Can Macians, en les Corts y visitante habitual del resto de barrios de Barcelona, unos 150 según mis cálculos. Me gustan todos, y me gusta casi todo. Quizás un día me veis desayunando un plato de cuchara en el Carmel o en Sarrià, y al siguiente, zampándome unos 'pancakes' en el Raval o la Vila de Gràcia. Ando mucho y, a veces, descubro cosas. No sé guardar secretos. Si quieres que te hable de mis hallazgos, sígueme y te los cuento.
Ildefons Cerdà proyectó aquí un bosque. Las carencias en vivienda frustraron su deseo, pues se estimó que este era un terreno óptimo para trasladar a centenares de inmigrantes que malvivían en barracas, y fundar el “poblado del suroeste del río Besós”. Su nuevo destino no fue al principio mucho mejor que el Somorrostro o Montjuïc (pronto se percataron los recién llegados de la calidad deficiente de los materiales empleados en los edificios). Pero la lucha vecinal terminó dando sus frutos, y hoy las mejoras son palpables. Esta mezcla entre lo viejuno y lo nuevo, y un batiburrillo de procedencias sin igual en Barcelona, hacen que una visita al barrio sea cualquier cosa menos aburrida.
1. Refugio Caballa
La Casa de Ceuta en Barcelona
Cerca de 4.500 caballas (gentilicio de los ceutís) residen en la capital catalana, y si disponen todavía de un lugar de encuentro donde conservar las raíces, es por el ahínco del presidente de la casa regional, Rafael Corral. Cuando no está cuidando de los nietos, este afable expolicía se desvive por traer cuantas más actividades mejor a esta sede austera, alquilada en 1966, y que había sido una biblioteca. En la ciudad autónoma adoran a la Virgen de África, su patrona, y ahí está, dándonos la bienvenida antes de acceder a la primera planta, en la que un bar autoservicio garantiza a los socios -unos 140- poder saciar la sed mientras asisten a una exposición o conferencia. El deleite llega, sin embargo, con las actuaciones de chirigotas (las letras de sus coplas humorísticas no tienen desperdicio), y con la tradicional comida de hermandad, que suele caer en febrero, época en la que apetece más que nunca un sabroso potaje. | Pl. Mare Nazària Ignàcia March, 1.
2. Cactus gigantescos
Sorpresa de altura en las casitas bajas
Lo que desde la distancia parece solo un conjunto de grandes moles, en realidad es una combinación de arquitectura racionalista y arquitectura popular: hileras de casitas unifamiliares de dos niveles con un pequeño jardín en la parte delantera. En muchos casos, estas torrecitas se arrendaron (con derecho a compra) a parejas a punto de casarse, a funcionarios, a familias expropiadas del distrito V y a andaluces y extremeños, que seguían llegando en tromba. Los más antiguos son gente muy mayor, que se esmera embelleciendo patios y fachadas. De todos estos dúplex con el baño en el rellano de la escalera y el dormitorio en el piso de arriba, sobresale uno. Literal. “No llegaba al metro”, me cuenta José Luis González, granadino de 84 años, refiriéndose al cactus que le regalaron a su mujer cacereña, Primitiva Rodríguez, y que al poco se partió en dos. Plantaron el tallo seccionado al lado del otro -de eso hace dos décadas- y desde entonces no han hecho más que crecer, hasta casi tocar el cielo. Si bien el matrimonio no tiene ninguna intención de desprenderse de semejantes colosos, él avisa: “Ni Dios lograría cortarlos, les das con un hacha y te rebota”. | Calle de Jaume Huguet, 33.
3. La bodega fantasma
De vermut en el 'centro comercial'
Antes de que proliferaran en Barcelona los 'shopping malls', en el Besòs podían presumir, no de uno, sino de varios 'centros comerciales'. Así se denominaban los cinco edículos de una sola planta donde se agrupaban las tiendas con las que el vecindario se abastecía de sobras. Hoy apenas hay actividad: un par de farmacias, dos o tres döner y algún garito latino. Me dejo adrede un establecimiento sin reseñas en TripAdvisor que no encontrarás en ninguna guía de emblemáticos; para más inri, en Google Maps consta como “cerrado temporalmente”. No es cierto. En 1962, un tal Magí Torres montó tres bodegas en los “mercadillos” (ese es el nombre popular), y hasta hubo luego una cuarta. Sobrevive únicamente la que Magí vendió a Josep Arnan, conocida como el bar “de la Leo” (por la mujer de este, fallecida en 2004) y que llevan tiempo dirigiéndola sus hijos, Lluís y Jordi. Tras la muerte del padre durante la pandemia, y de mucha de su habitual clientela, han dejado de servir vino a granel, pero pásate un sábado por la mañana, que te harán lo que les pidas. Las albóndigas “de la yaya” y la tortilla de calabacín están de muerte, y ojo al vermut, fresquísimo y con el punto justo de dulzura y sabor amargo. | Calle de Perpinyà, 23.
4. Homenaje al verde
La calle de Sàsser
Ya les gustaría a los demás barrios disponer de tanto espacio para pasear o reponer fuerzas sin tener que echar un ojo al tráfico rodado. La urbanización de las seis 'superillas' del polígono del Besòs fronterizas con Sant Adrià fue un acto de justicia para quienes tuvieron que sufrir en sus carnes la dejadez de la administración. Una vez entregados los pisos, los servicios escaseaban, no había alumbrado público y cuando caía un chaparrón aquello era un barrizal. Ahora, lo más común con buen tiempo es ver a familias sacando sillas y mesitas, o tendiendo la ropa a ras de suelo. En la calle de Sàsser fueron incluso más allá. El Ayuntamiento aceptó la propuesta de un matrimonio de Torreperogil que vive en los bajos: inundarlo todo de plantas. Vino un camión lleno, se les dio mangueras y la llave del agua a los vecinos, y ellos añadieron macetas, margaritas y rosales. “Todo el mundo venía a verlo”, recuerda Luis Galiano, 'instigador' de esta maravilla. A pesar de que el incivismo la ha malogrado en parte, y ha sido necesario reponerla con yucas y arbustos más resistentes, sigue siendo un oasis verde que ni en sueños nadie aquí podía imaginar.
5. Batalla ganada
El monumento 'fake' a Theolongo Bacchio
Viendo que se tiró de personajes históricos y de artistas medievales para designar algunas de las calles del Besòs, podría pensarse que dedicarle un monumento al caudillo layetano Theolongo Bacchio fue otra ocurrencia del régimen para no generar controversia en este feudo izquierdista. Pues no. La asociación de vecinos, bajo control de los falangistas, quería complacer a las autoridades con un monolito o parecido que honrase al alcalde Porcioles o a Carmen Polo, la mujer de Franco. Por fortuna, se anticipó Joan Fontanillas, un afiliado 'rojo' de la entidad que contó maravillas de tan legendario guerrero con tal de frenar cualquier alternativa facha. Convenció al Patronato Municipal de la Vivienda, y en 1973 se inauguró esta obra pública, una especie de menhir sin gracia alguna muy cerca de la rambla de Prim. Que no os quepa la menor duda: el único héroe de este relato es Fontanillas, ya que el hombre que supuestamente derrotó a Aníbal en Blanes, Theolongo Bacchio, lo más seguro es que ni existió. | Plaza de Theolongo Bacchio
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