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Cuestionando la tecnología y las redes sociales

La Sala Fènix estrena la 'performance' de Anthony Kmeid, 'Tecnòcrata'

tecno inicio 2

tecno inicio 2 / SALA FÈNIX

Eduardo de Vicente

Eduardo de Vicente

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Vivimos encerrados en una burbuja llamada casa. Teletrabajamos, pasamos las horas viendo la oferta de las distintas plataformas digitales, nos informamos y comunicamos por medio de las redes sociales, ya ni hace falta llamar por teléfono a la gente, lo solucionamos con un audio de WhatsApp, pedimos la comida a domicilio y compramos lo que necesitamos por medio del comercio electrónico. No nos hace falta salir al exterior. ¿Esto es realmente vivir? ¿Esta es la vida que queremos? Algunos de estos temas los plantea el artista queer libanés Anthony Kmeid en su nuevo espectáculo, una performance titulada Tecnòcrata que presenta hasta el 19 de septiembre en la Sala Fènix.

Un montaje avasallador

Es un montaje apabullante, casi sin palabras, en solitario, en el que emplea un bombardeo de información a través de los audiovisuales que se proyectan en una pantalla mientras él se cambia de vestuario, canta, baila y realiza un gran esfuerzo físico. En casi una hora plantea tantos aspectos que el público puede quedar casi tan exhausto como él. El escenario está ocupado por un gran baúl a la izquierda; en el centro, una tumbona verde; a la derecha, una mesa con una botella y unos extraños instrumentos y, delante, un soporte para aguantar el móvil. El artista ya se encuentra en el escenario cuando entra el público. Está casi desnudo, como mostrando su fragilidad. Una voz metálica nos advierte en varios idiomas que el espectáculo está a punto de comenzar.

En la pantalla van apareciendo imágenes de televisión.

En la pantalla van apareciendo imágenes de televisión. / YOUTUBE

Jugando con el vestuario y la música

La pantalla proyecta su imagen multiplicada varias veces y juega con sus yos virtuales. Abre una cuenta en Instagram y va cambiándose de vestuario a lo largo del montaje con las ropas más inesperadas (incluso de bailarina árabe), haciéndose fotos para su perfil, mostrando sus distintas personalidades y compartiéndolas en las redes mientras van subiendo los “me gusta”. También busca ligue por Tinder, pone música de Spotify y va observando las noticias que van apareciendo en su móvil.

Uno de los disfraces que utiliza es el de una bailarina árabe.

Uno de los disfraces que utiliza es el de una bailarina árabe. / SALA FÈNIX

Utiliza la danza para expresarse con elegancia, alegría, tristeza o frenéticamente, de los ritmos árabes a la música electrónica, y para reivindicar la homosexualidad, al tiempo que canta y juega con los loops para hacerse coros a sí mismo. Tiene momentos alegres pero predominan los más dramáticos y el más inesperado... está tan inmerso en la burbuja citada al principio que, cuando alguien llama a la puerta, se esconde en el baúl. Es una metáfora de esa incomunicación en la que vivimos. Teme al contacto personal.

En 'Tecnócrata', Anthony Kmeid también muestra sus habilidades en la danza.

En 'Tecnócrata', Anthony Kmeid también muestra sus habilidades como bailarín. / SALA FÈNIX

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Un desenlace impactante

El tramo final es altamente impactante. Se disfraza de enmascarado y lanza proclamas revolucionarias en varios idiomas. Le sigue una serie de imágenes sobre las consecuencias de la guerra con bombas, cadáveres y niños heridos que nos encogen el corazón y acaba recordándonos un brutal accidente, la megaexplosión que tuvo lugar en el puerto de Beirut hace un año desde distintos puntos de vista. Nos estremece con la reiteración de esa imagen de destrucción y muerte ante la que el artista cae al suelo y se retuerce de dolor mientras llora.

El artista se fotografía con diferentes vestuarios para mostrar distintas identidades en las redes.

El artista se fotografía con diferentes vestuarios para mostrar distintas identidades en las redes. / SALA FÈNIX

Es un montaje abierto a múltiples interpretaciones y reflexiones, en el que las incesantes y sincopadas proyecciones se convierten en su mejor recurso para llevarnos a un viaje por distintos estados de ánimo. Es sorprendente, arrollador y desolador. Nadie puede quedar indiferente ante un trabajo tan rico y polémico que nos hace cuestionarnos la excesiva dependencia que tenemos de la tecnología y hasta qué punto favorece las injusticias en el mundo. Parece mentira que hayan pasado tantas cosas en menos de una hora... Un espectáculo que merecería un fórum posterior para poner en común todas las emociones que hemos vivido. Al menos, esta vez, la tecnología ha servido para hacernos pensar.  

El autor de 'Tecnòcrata', Anthony Kmeid.

El autor de 'Tecnòcrata', Anthony Kmeid. / FACEBOOK

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