Toma pan y moja

La cafetería de especialidad con mejores pasteles de Barcelona

Imposible no gritar “¡buah!” tras cada bocado. La pastelería entendida como un arte delicado y minimalista

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Flan parisino y pastel de fresas con nata de Tos Tao.

Flan parisino y pastel de fresas con nata de Tos Tao. / Tos Tao

Òscar Broc

Òscar Broc

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Satan’s Coffee se esfumó del panorama cafetero barcelonés y dejó huérfana la coqueta cafetería del hotel Casa Bonay. En su lugar, floreció una nueva propuesta que también se decanta por el café de calidad, pero le añade un plus a su catálogo de dulces. Acudo a la llamada de sus pasteles, alentado por las recomendaciones de varios amigos de paladar muy finolis. 

En Tos Tao (Gran Via, 700) el café de especialidad se sustenta en Nomad, es decir, juega en las grandes ligas de la torrefacción catalana. Pero no he venido aquí solo a ponerme de café. También quiero meter la nariz en la pastelería top. Lo que me conduce al talento de Natsumi Mizumoto (Etxebarri, Dos Palillos), la jefa de pastelería de Casa Bonay y creadora de los juguetes más tentadores de Tos Tao.

Mostrador de Tos Tao.

Mostrador de Tos Tao. / Tos Tao

Veo unas apetitosas magdalenas de castaña, unas cookies para mayores de 18 años, un bizcocho de limón pecaminoso… Pero la repostera japonesa me lleva directo al planeta Felicidad con sus pasteles más sofisticados. A años luz de los tronchos mega-azucarados que tanto se llevan ahora, Natsumi entiende la pastelería como un arte delicado y minimalista. Menos (azúcar) es más. Más liviano. Más elegante. 

El pastel de fresas, nata y yogur podría desfilar en la Semana de la Moda de Milán. Las suyas son piezas artesanales que cambian regularmente, incluyen producto de temporada, y están muy por encima de la mayoría de cafeterías que conozco. Qué fino y equilibrado ese Mont Blanc con castañas y frutos rojos. Las cejas se me disparan con el Cremoso de Matcha. Y enloquezco de placer con el Flan Parisino de Natsumi. Parece una tarta de queso, pero no. Es mil veces mejor. La cremosidad extrema del interior contrasta con el crujiente de la masa hojaldrada. Imposible no gritar “¡buah!” después de cada bocado.  

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