Toma pan y moja

Llega a Barcelona el cirqloo: ¡la rosquilla con guisos en su interior!

Son dónuts con platos dentro: desde carrilleras hasta gambas de Palamós. Es un invento catalán

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Cirqloo relleno de gamba roja de Palamós, acompañado con suquet de azafrán.

Cirqloo relleno de gamba roja de Palamós, acompañado con suquet de azafrán. / Cirqloo

Òscar Broc

Òscar Broc

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Parece mentira lo que puede dar de sí un invento tan simple como el dónut. Hace ya tiempo que la rosquilla ha salido de las pastelerías para colarse en hamburgueserías e incluso restaurantes de alta cocina: todavía recuerdo el donette de foie de L’Antiquari o el bikini de donut de La Bikineria. Pues cuando ya todo parecía dicho en este formato, llega un requiebro que servidor no se esperaba: el criqloo. Y es un invento catalán

En el mostrador de la tienda Cirqloo del Eixample (Aribau, 156) reposan los protagonistas de la peli como si fueran joyas: a primera vista parecen dónuts, pero se llaman cirqloos y son unas rosquillas artesanales con giro gastronómico en sus adentros. El relleno de estas piezas bien podría figurar en la carta de cualquier restaurante: rabo de toro, carrillera de cerdo ibérico, gamba de Palamós, panceta de cerdo Duroc, calamares encebollados en su tinta… 

Surtido de cirqloos: los hay de rabo de toro, carrillera, gamba de Palamós, panceta y calamares.

Surtido de cirqloos: los hay de rabo de toro, carrillera, gamba de Palamós, panceta y calamares. / Cirqloo

Redondo y relleno

Los cirqloos son donuts con platos dentro, rosquillas con guisos, marisco o cerdo de calidad. Todas las piezas se elaboran diariamente desde cero. La masa de la rosquilla se construye sobre buenos ingredientes de proximidad y se somete a una doble fermentación. Los rellenos se trabajan también en el obrador de la casa y compruebo que están bien cocinados. Cada unidad, además, viene con una salsa adecuada a su relleno, un cubilete para dipear o bañar el criqloo, hacerlo más placentero y darle un necesario toque de untuosidad. 

Le doy un golpe de horno al de calamar, al de rabo de toro y al de carrillera, y me topo con un invento loco y arriesgado, pero sorprendente, gratificante en boca, y bien ejecutado. Mojado en la salsa casera, esta rosquilla gastro te lleva a un limbo gastronómico curioso, a medio camino entre el 'street food', la bollería y la cocina tradicional. Solo falta que la gente se atreva a entrar en el círculo. 

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