Toma pan y moja

Nuevo bistró en una pastelería del siglo XIX en Barcelona

Sant Jaume Bistró es un refugio balsámico en Rambla Catalunya. Platos honestos y ‘nostrats’ en tierra de bravas congeladas

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Las bravas y el ravioli de txangurro de Sant Jaume Bistró.

Las bravas y el ravioli de txangurro de Sant Jaume Bistró. / Albert Coscolin Marin

Òscar Broc

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La veterana pastelería Sant Jaume (Rambla Catalunya, 50) lleva mucho tiempo dándole un barniz de dignidad a Rambla Catalunya, un corredor de 'croffles', tapas para turistas y tiendas de ropa, al que le quedan micras de personalidad. Hasta hace poco, la Sant Jaume tenía una pequeña cafetería adherida a la zona de pastelería y bollería, una granja catalana de bolsillo que, para mí, siempre fue un refugio balsámico en territorio comanche.

Platillos tradicionales en la barra de Sant Jaume Bistró.

Platillos tradicionales en la barra de Sant Jaume Bistró. / Albert Coscolin Marin

Pues bien, la vieja cafetería ha mudado la piel y ahora es un bar de tapas y platillos de cocina tradicional catalana. Cruasanes a su derecha; albóndigas con sepia a su izquierda. Así pues, Sant Jaume Bistró destaca por dos factores: es un ejemplar único, pues convive y se comunica con una pastelería histórica de 1808, como si fueran siameses, y ofrece platos honestos y ‘nostrats’ en tierra de bravas congeladas y precios histéricos. 

Cenar en una pastelería

La obra de remodelación ha revivido la desvencijada cafetería, respetando al máximo las líneas del negocio histórico. El reducido espacio se ha aprovechado con precisión de Tetris. Además, por las noches, se aprovecha la zona de la pastelería, que se convierte en comedor y permite al visitante disfrutar de una cena en un entorno histórico. Servidor no conoce nada igual en Barcelona.

Barra de Sant Jaume Bistró.

Barra de Sant Jaume Bistró. / Albert Coscolin Marin

En la carta, palpita una lista de tapas y platillos que va al grano y apuesta decididamente por la ‘cuina de la iaia’. ¡Bravas buenas en Rambla Catalunya! Un fricandó meloso que entra como agua de mayo. Unas excelentes alcachofas fuera de carta. ¿Ravioli de txangurro? ¡Oh sí! Y tarta de queso para rematar. Tampoco faltan clásicos irrefutables como el canelón de pollo, la bomba o el bikini trufado… Y la magia llega cuando el bistró se nutre del producto de la pastelería: esa ensaimada planchada con sobrasada y queso Mahón solo debería proyectarse en salas de cine para adultos. 

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