Toma pan y moja

Adiós a los callos del Brusi, por Òscar Broc

Otro clásico que baja la persiana: cierra el Bar Brusi. La cazuela gigante de callos de la señora Montserrat ya era un icono de Barcelona

callos

callos / Ricard Fadrique

Òscar Broc

Òscar Broc

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Este domingo estuve en el Bar Brusi tomando un café, completamente ajeno a que el local estaba consumiendo sus últimas horas de vida. Una casualidad que me sirvió de despedida involuntaria. Al fondo del bar, la señora Montserrat se agitaba en su pequeña cocina. No pude evitar maravillarme de nuevo con los servilleteros Schweppes y su legendaria barra setentera. Cuando el lunes me enteré de que el Brusi bajaba la persiana, me maldije por no haber pedido unos callos y darle el adiós merecido a un plato icónico al que le rendí debida pleitesía durante los años que viví en el Gòtic. 

Desconozco si los callos de la señora Montserrat eran los mejores de Barcelona, lo que tengo claro es que dejaban huella. Y tenían una legión irreductible de seguidores, capaces de ponerte un cuchillo de caza en el cuello si te atrevías a cuestionar su supremacía. No sé cuántas raciones me zampé cuando éramos vecinos, fueron muchas, y cada vez que hundía el tenedor en esa tripa gelatinosa un calambre de felicidad recorría mi cuerpo. Cada vez era como la primera vez. 

Magdalena porcina

Sabrosos, trabajados, abundantes, con la carga justa de picante y unos jugos que rivalizaban con la ambrosía de las divinidades griegas, los callos del Brusi eran un icono de Ciutat Vella. Como también lo era el rincón desde el que salían, esa cocinita a la vista que mostraba una colección de ollas tentadoras (ay, esas butifarras con champiñones). No era raro ver a algún cliente olisqueando e incluso sacando fotos de la cazuela gigante de callos que Montserrat llevaba preparando desde tiempos inmemoriales. Ojalá poder probar dicho plato una última vez y que se desataran los recuerdos. Cien mil veces mejor que la dichosa magdalena de Proust, de eso no tengo duda.

Suscríbete para seguir leyendo