el museo imaginario

La estatua de Cobi, recuerdo de "cambios felices" para Barcelona

La directora de los talleres de artesanía de la tienda Duduá y cocreadora de la feria Festivalet es fan de la mascota de los Juegos del 92, que tiene una estatua cerca del Port Olímpic

Alícia Roselló, ante la escultura de Cobi

Alícia Roselló, ante la escultura de Cobi / periodico

Laia Zieger

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Mientras miles de personas se dedican a cazar Pokemons, estos personajes animados virtuales, Alícia Roselló se ha propuesto seguir el rastro de otro muñeco mundialmente famoso, eso sí, de creación nacional. Hablamos de Cobi. Este perrito, obra del diseñador Javier Mariscal, fue la simpática mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 y se convirtió en una de las más queridas y exitosas de la historia del certamen deportivo. Prueba de ello es que su aura le ha convertido en un auténtico icono pop, objeto de colección y de culto casi tres décadas más tarde. Nacida en los años 80, Alícia es una de sus fans de toda la vida.

Eso sí, su pasión ya no la lleva a andar buscando objetos de 'merchandising' como en aquellos maravillosos años, cuando era niña y recopilaba cromos, pins o vajilla con su efigie. "Todos lo hicimos. Cobi era lo más… ¡Estaba incluso en los envases de yogures!", relata esta joven que dirige el espacio de talleres de la tienda de artesanía Duduá (Diluvi, 5, en el barrio de Gràcia), y ha creado la feria de diseñadores y artesanos Festivalet junto a su socia, Elisa Riera, que se celebra anualmente en la ciudad. 

#CobiHunting

Pero la niña creció y los tiempos han cambiado. Estamos en la era digital. Ahora, recolecta rastros de Cobi, fotografiándolos y compartiéndolos en su perfil de Instagram. "Si estás atento, vas encontrando alguna cosa: una pegatina vieja en una moto, una figurita en una tienda... Comparto estos descubrimientos con el 'hashtag' #CobiHunting, como si fuera una 'cool hunter', pero de Cobi", bromea.

"No es que haya mucha gente que interactúe, pero siempre hay alguien que se interesa. El otro día, por ejemplo, estaba en La bodega d’en Rafel, en Sant Antoni, donde hay un figurita de Cobi, y el dueño me contó que aún hay fanáticos que se la intentan comprar". 

Alicia tiene su Cobi favorito: la estatua de bronce que se 'baña' en el pequeño estanque del parque del Port Olímpic (en la avenida del Litoral, a la altura de la calle de Rosa Sensat). En el centro se alza la mascota de Mariscal (hace unos años, Roselló llegó a conocer al diseñador en un homenaje a Cobi que organizó en Duduá), vestida de atleta griego y sosteniendo un ánfora. A modo de anécdota, la idea original era que tuviese un mecanismo activado por monedas que haría que se pusiese a nadar perseguido por un tiburón hasta esconderse en una cueva. Pero el proyecto no cuajó.

"Evoca mi infancia"

"Tras los Juegos Olímpicos, Cobi casi desapareció del mapa, pero aquí sigue, como un vestigio de esta época que significó un antes y un después para Barcelona", reflexiona. "En 1996 me mudé del Gòtic a la Vila Olímpica con mis padres. Paseando, descubrí esta estatua y la venía a ver a menudo. Ahora ya no vivo por aquí, pero me acerco de visita alguna vez. Es un nivel de freakismo muy alto". Algo así como un peregrinaje nostálgico. "Evoca mi infancia pero, a nivel más general, el 92 fue un momento de cambios felices y alegres, el apogeo de Barcelona abriéndose al mar, como la conocemos ahora, y por eso creo que Cobi, icono de entonces, aún suscita mucho cariño", explica Alícia.

Dice que este lugar la fascina porque nadie lo conoce, cuando podría estar en cualquier ruta turística ya que es una de las pocas efigies de este muñeco que queda al aire libre. Habrá que ir.