TEATRO
'Casa de nines, 20 anys després': Nora regresa
El gran clásico de Hernik Ibsen tuvo una secuela que brilló en Broadway y que ahora ha estrenado el Romea dentro del programa del Grec. Teatro de ideas con una excelente factura
José Carlos Sorribes
Periodista
José Carlos Sorribes
Por la misma puerta que cruzó un día para dejar atrás su vida reaparece, 20 años después, Nora Helmer en un inesperado regreso a casa. Para todos: para ella misma, para el marido abandonado, para su hija y para la dida que cuidó de ella y de sus dos hermanos. Ciento cuarenta años después de Casa de muñecas, la rupturista obra del insigne dramaturgo noruego Henrik Ibsen, llega la segunda parte.
Lleva la firma del estadounidense Lucas Hnath, quien estrenó la pieza con éxito en Broadway en el 2017. No ha tardado en llegar a la cartelera barcelonesa bajo la dirección de Sílvia Munt, quien ha puesto en pie con similar éxito, dentro del festival Grec, Casa de nines, 20 anys després. La excelente acogida en el Romea tendrá continuidad en septiembre, donde abrirá el curso del teatro.
Decir que esta segunda parte está a la altura del original resulta innecesario porque no cabe comparar textos de épocas tan diferentes. Ahora bien, Hnath mantiene el listón alto y recoge el espíritu y los debates que abrió Ibsen y que aún resuenan sin problema. Nora Helmer regresa porque busca el divorcio de su marido. Es hoy una escritora de éxito, con el mismo espíritu feminista que la llevó a abandonar su hogar, pero su reputación está en juego ante la amenaza de un juez, un marido abandonado por una lectora de sus novelas.
La virtud de esta Casa de nines, 20 anys després es que, más que profundizar en los argumentos de Nora –que los mantiene porque no se arrepiente de su decisión–, da voz y vuelo a los otros tres personajes, a las víctimas de su espantada. Sucede en una serie de asaltos propios de un combate de boxeo en los que Nora (Emma Vilarasau) cruza primero golpes dialécticos con la fiel sirvienta Anne Marie (Isabel Rocatti), y después con su marido Torvald (Ramon Madaula) y con su hija Emmy (Júlia Truyol). Nadie la recibe, lógicamente, con los brazos abiertos ni ella lo busca. Hnath va tejiendo esos desencuentros hasta una pirueta argumental.
Una función como esta precisa de una dirección que impulse el trabajo de sus intérpretes. Y así ocurre en el Romea. Sílvia Munt mueve con precisión a su reparto en un espacio de sobria elegancia, con tonos grises, a cargo de Enric Planas. La misma elegancia tiene el vestuario de Mercè Paloma. Vilarasau, al frente del elenco, pone siempre el nervio que aún manifiesta Nora en su madurez con un trabajo redondo.
Como lo es el de Isabel Rocatti en el papel de dida. Ella es quien le canta las verdades y le recuerda que le tocó sacrificarse para acompañar a Torvald. Madaula se mueve con empaque en el carrusel emocional de un marido que quiere mostrar la entereza que no tuvo dos décadas atrás. Y Júlia Truyol está, de nuevo, soberbia como esa hija que es bastante más conservadora que su madre. Y es que las cosas no cambian tanto en 20 años.
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