EL MUSEO IMAGINARIO

Sant Martí, un pueblecito en mitad de la gran ciudad

El monologuista Andrés Torres preservaría en un museo el barrio de su infancia, que recrea en 'Diario de un cuarentón'

AGUJERO ESPACIO-TIEMP0 Andrés Torres, en la plaza de Ignasi Juliol, frente a la iglesia de Sant Martí, un remanso de paz rural en medio de la ciudad.

AGUJERO ESPACIO-TIEMP0 Andrés Torres, en la plaza de Ignasi Juliol, frente a la iglesia de Sant Martí, un remanso de paz rural en medio de la ciudad.

IMMA MUÑOZ

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Sales del metro en Sant Martí (línea 2). Miras hacia arriba y estás rodeado de edificios. Remarcablemente altos, con un centenar de ventanas, tirando por lo bajo. Bloques de una ciudad de manual, vamos. Pero luego coges la calle de Cantàbria, por ejemplo, o la de la Agricultura, subes tres manzanas, giras (a la izquierda en el primer caso, a la derecha en el segundo)... y entras en un pueblo. Tal cual.

Pisar la iglesia de Sant Martí de Provençals y la plaza en la que reina, junto a la masía de Can Cadena, es como colarse por un agujero espacial y salir de Barcelona, o por uno temporal y volver a una infancia de niños jugando en la calle. A esa infancia que Andrés Torres, que es quien nos ha traído hasta este lugar, recrea en el monólogo 'Diario de un cuarentón'.

«Todo lo que cuento en el espectáculo ha pasado aquí», dice. Jugar al bote, comer Frigurones, dejarse las nalgas en un tobogán incandescente, anécdotas que arrancan las carcajadas de una platea con la que casi siempre comparte generación («esto se llena de cuarentones como yo, claro»), pero en la que de vez en cuando se cuelan espectadores de mayor o menor edad que también se echan unas risas.

Despedida con invitados

El monólogo lleva ya cuatro temporadas en cartel, una en el Teatreneu y tres en el Club Capitol, así que el último domingo de julio se despide de las salas, aunque Torres seguirá haciendo bolos. Y para que el adiós no le duela tanto como el de Chanquete, estará acompañado: el sábado, día 22, subirán al escenario con él Mireia Canalda (compañera en 'Arucitys', donde Torres trabaja desde los inicios del programa -«de 9 a 5, no solo el rato que se nos ve», apunta el monologuista) y el marido de esta, el exnadador Felipe López; y el día 29, Xavi Martín, amigo desde los tiempos en los que Torres convirtió su inclinación natural al cachondeo en profesión gracias al programa 'Força Barça', donde hacía imitaciones.

Mucho ha llovido desde entonces, mucho han cambiado las cosas, pero Sant Martí, el barrio en el que nació y le inspira, no.