Júbilo en Catalunya

Terrassa se hace con el gordo del Niño y confirma la racha catalana

MAURICIO BERNAL
TERRASSA

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Siempre es esquiva y huidiza, uno de esos inalcanzables objetos de deseo, pero es, al fin y al cabo, la fortuna, y sus designios son inescrutables. Esta vez ha dicho Catalunya y le ha tocado a Catalunya: hace dos semanas, el gordo de la lotería de Navidad, en Barcelona y Sant Quirze del Vallès; y ayer, en Terrassa, el primer premio del sorteo del Niño. Toda una racha. Las escenas de alegría, las botellas descorchadas, los ganadores posando para las teles --unas veces, saltando; otras, gritando; otras, mostrando el décimo premiado--, los rituales clásicos de los bendecidos por la diosa esquiva se han concentrado aquí. Y lo que más pesa: todos esos cientos de millones.

Si son correctos los cálculos de las hermanas Antequera, Piedad y Julia, propietarias de la administración 23 de Terrassa (la agraciada), el 28.920 ha repartido cerca de 100 millones de euros en el Vallès Occidental. Pero la cifra exacta no se sabrá hasta hoy. El local afortunado está en el interior de un centro comercial, en las afueras de la ciudad, y ayer, por supuesto, estaba cerrado, de modo que las Antequera --"estamos muy contentas, aunque no nos guardamos ni un décimo"-- no pudieron comprobar cuánto habían vendido. De las 60 series, adivinaban, solo habían devuelto "una, tal vez dos".

"Es un número al que estamos abonadas desde el principio --contaba (emocionada, como corresponde) Piedad, a cargo de la administración 23 desde hace siete años--. "Lo juegan muchos de nuestros clientes habituales, pero también hemos vendido muchos décimos por ventanilla, y creo que ha quedado muy repartido". A partir de la una de la tarde, al estacionamiento del centro comercial empezaron a llegar los ganadores, los benditos: un par de jubilados, varios obreros de la construcción, un soldador, un joven comercial. La diosa fortuna los había elegido y allí estaban, a pesar del frío y de la lluvia, para celebrar y contarlo ante las cámaras, para explicar una y otra vez cuándo lo compraron (el décimo) y por qué lo compraron, para hacer públicas sus corazonadas; afirmar, como ya es costumbre, que no cambia la vida pero da vida, y desgranar, por supuesto, la clase y el calibre de ese sueño que están a punto de cumplir.

LA CONSTANCIA Y LA SUERTE

"Yo soy una persona que juega mucho, a mí no me pesa hacerlo... Es solo cuestión de constancia, si se juega con constancia alguna vez tiene que tocar". En una jornada en la que todos eran personajes, Juan López era más personaje que todos. Pura aritmética del décimo: él tiene cinco y los otros, uno. Él tiene un millón de euros; los otros, 200.000. Es obrero y se desplaza en una camioneta que ya no da más de sí, de modo que el dinero lo va a invertir en comprar no un coche, sino "un cochazo", además de un piso que probablemente será unpisazo. En el lluvioso estacionamiento, López era el emblema del ganador estoico: he ganado, y qué. Tampoco es para tanto. Ya está bien de tanta alharaca. "Ya una vez me tocaron 30 millones (de pesetas). Como yo digo, esto es simple constancia".

Los ganadores que poco a poco iban llegando se cuidaban en general de mostrar sus décimos. Enseñaban una fotocopia, o una foto hecha con el móvil, o sacaban un sobre del bolsillo y consentían no más que un veloz vistazo, conscientes acaso de que no tenían, de momento, más que un papel, conscientes acaso de que el papel es amigo del viento. "No lo saco porque... me da miedo", desconfiaba Juan Manuel Segura, recordando el día en que llegó al local de las Antequera y pidió que le dieran cualquier número. "Creo que vamos a comprar una casa", dijo ayer. "Con un buen patio para el niño", añadió su mujer, Beli Martín, silenciosa y discreta a su lado, sonriente, más bien dichosa. Los dos formaban parte de los ganadores que no se molestaron en seguir el sorteo, que cuando vieron el número premiado pensaron: "me suena", y se dirigieron nerviosos al comedor, donde habían guardado el billete, y vieron que les había sonado bien: que ya eran súbditos de la diosa.

EL LLANTO DE LOS RICOS A

Santos Torredera, que es soldador, tuvieron que llamarle y decirle que el gordo había caído en Terrassa, y cuando le informaron que acababa en 20 también pensó: "Hombre, me suena". A Félix Palacio su esposa ni le había dicho que había comprado lotería, y estaba tan poco preparado que al saber que había ganado se puso a llorar. Y Eleuterio Santaolaya: "Estaba pendiente del sorteo y lo primero que pensé fue: 'Mira, tengo la centena'. Pero enseguida me di cuenta de que no, que era el gordo, todo el número, y me puse como loco y empecé a dar saltos en el sofá". Todos ellos, y algunos otros, se acercaron ayer al aparcamiento lluvioso --y frío--, y se sumaron en suerte a los agraciados de Navidad, los de Sant Quirze del Vallès y Barcelona. Suertudos. Nuevos ricos. Parece que vivir en Catalunya era esta vez, y de alguna manera, una pequeña garantía de que la fortuna se iba a portar bien.