Crispación del sector agrario

Bulos y eurofobia: Vox cultiva el voto rural radicalizado en las provincias pequeñas

Una bandera frente al Ministerio de Agfricultura durante la manifestación de SOS Rural en Madrid el 14 de mayo. Foto EFE Mariscal

Una bandera frente al Ministerio de Agfricultura durante la manifestación de SOS Rural en Madrid el 14 de mayo. Foto EFE Mariscal / Mariscal - EFE

Juan José Fernández

Juan José Fernández

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El pasado lunes, tras colgar un vídeo de propaganda de Vox en su canal de Telegram, el empresario ultraconservador de la comunicación Julio Ariza indicaba a sus seguidores: “Recordad esto y tenedlo muy presente cuando votéis: Efecto de la Ley Dont (sic) en las provincias pequeñas”. Y con este mensaje, el fundador de televisiones y cabeceras web repicadoras de un integrismo muy similar al de Vladimir Putin llamaba a favorecer a Vox en el mundo rural, en sitios en que puede jugarse un escaño, poco pero clave. Entra quizá dentro de lo casual que, poco antes, Ariza aconsejara a sus seguidores, en el mismo canal, visitar como un tesoro remoto la ciudad de Magadán... en Rusia.

En el caliente descontento rural encuentra filón electoral la ultraderecha española, como otras europeas empapada de putinismo. Es el ámbito rural, forestal y de la caza el que Vox ha reclamado al negociar los gobiernos castellanoleonés y extremeño; y el blindaje de la agricultura intensiva que contamina el Mar Menor es un escollo en la negociación PP-Vox en Murcia. En “las provincias pequeñas” se cultiva la lealtad del labrador agraviado.

En la Comunidad Valenciana, figuras descoyantes de la formación de Santiago Abascal son sus horticultores, y tras el 28-M han ganado hueco en la agenda mediática española. La nueva presidenta del parlamento valenciano, la católica integrista y negacionista de la violencia machista Llanos Massó, se dedicó antes a cuidar el contacto de Vox con el descontento agrario. Le ha ayudado en la tarea el diputado de la formación ultra por Castellón, el general retirado Alberto Asarta.

Su compañero de armas y coronel retirado Victor Pascual Viciedo, hoy dirigente agrícola y portavoz del movimiento SOS Rural, ha sido mimado por ambas figuras de Vox cuando preparaba una manifestación en Valencia, en marzo pasado, prolegómeno de su presentación en Madrid en San Isidro con otra marcha mayor.

Las exigencias de Viciedo, entre ellas el cierre de fronteras de la UE a la competencia de naranjas baratas y peores de países en desarrollo, las escuchaban Asarta y Massó en reuniones que luego publicitaba el partido en redes sociales.

Batalla cultural

De cara a la marcha de marzo, también promociónó las quejas de Viciedo Aquí la Voz de Europa, podcast de la formación ultra Democracia Nacional. No es extraño: Viciedo, de hecho, ha participado en actos y debates en el Casal Romeu del Valentia Forum, asociación de extrema derecha dedicada a lo que en ese mundo llaman “batalla cultural”, que acoge charlas de aplaudidas figuras del sector, como Martín Ynestrillas -que se describe en Twitter como “español, falangista y católico”- o el inspector de Policía Ricardo Ferris, cesado por Interior como jefe de comisaría en noviembre pasado por divulgar un discurso de odio xenófobo en Valencia.

La conexión ultra del Kremlin no es un solo cable, sino una capilaridad, del mismo modo que este ruralismo crispado no se mueve solo en la preocupación por la naranja o la alcachofa. En ese foro con más de un millar de seguidores se habla también del tema preferido de la acción exterior del régimen de Putin: geoestrategia.

El dirigente de SOS Rural Víctor Viciedo debatió allí en noviembre pasado en sobre “la doble traición europea” con… José Manuel Millet, a la postre candidato de Vox el 28M para la alcaldía de Gandía.

Valentia Forum emitió en febrero de 2020, antes del confinamiento por covid, una reflexión empapada de la influencia de Alexander Duguin, ideólogo de Putin, titulada “Derecha social identitaria: por la Europa de las patrias”. Más adelante, el pasado mes de agosto, con la invasión de Ucrania en curso, el foro publicaba de uno de sus analistas: “En la Federación Rusa tienen la inmensa fortuna de contar con una sólida pléyade de dirigenes políticos capitaneados por un verdadero jefe de Estado, un auténtico patriota”.

Mirando a Holanda

De la lectura de los mensajes radicales de esta campaña y de la escucha de ciertas facciones de SOS Rural mana la sensación de que el campo torturado es un sector en busca de expresión política.

La líder del BBB, partido ruralista holandés, Carolin Van der Plas, entrevistada durante la suspensión de una sesión parlamentaria en Holanda el pasado 10 de julio.

La líder del BBB, partido ruralista holandés, Carolin Van der Plas, entrevistada durante la suspensión de una sesión parlamentaria en Holanda el pasado 10 de julio. / Remko de Waal - EFE

¡Nos quieren robar nuestras tierras para poner plantas fotovoltaicas!”, clamó el coronel Viciedo desde el atril de la marcha de Madrid, el 14 de mayo; y en aquel estrado, Manuel Alonso Wert, presidente de la Unión Nacional de Asociaciones de Caza, advirtió: “¡Que los políticos piensen lo que ha pasado en Holanda; lo mismo puede pasar aquí!".

Solo unos minutos antes, otro orador había ondeado una bandera neerlandesa en el estrado gritando un “¡Viva Holanda!” que coreó la multitud. En los Países Bajos, el descontento campesino se ha encarnado en un partido ruralista euroescéptico, con un ala Neerbrexit y eurófoba. Es el exitoso BBB (Boer Burger Beweging, Movimiento Campesino Ciudadano), ganó en marzo las elecciones provinciales y ahora ha sido decisivo para la caída del gobierno de Mark Rutte.

En Francia el descontento rural no tomó forma de partido, sino de facción en los momentos más intensos de la revuelta de los chalecos amarillos, a finales de 2018. La inteligencia francesa halló en aquellas algaradas trazas evidentes de injerencia rusa.

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